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Bloc Salt: fuertes lazos que hacen perder el miedo

Uno de los menores que viven en el edificio de Salt. Algunos de ellos se han vestido hoy para celebrar la Fiesta del Cordero. / CARLES PALACIO

João França

Salt (Girona) —

Desde primera hora de la mañana el tragín es constante alrededor del bloque ocupado en la calle Doctor Castany de Salt (Girona). Pero la Plataforma de Afectados por la Hipoteca se ha preocupado de que la organización de esta convocatoria, a la que acudirán activistas de las PAH de toda Cataluña, no perjudique a la vida de las familias. El bloque, uno de los inmuebles de la Obra Social de la PAH, se enfrenta este miércoles a una orden de desalojo, una amenaza que ha movilizado a decenas de personas pero que no asusta a las que lo habitan, seguras de haber establecido vínculos entre ellas que les han hecho perder el miedo.

La plataforma entró en el edificio el pasado mes de marzo, y durante los primeros dos meses una serie de entidades se encargaron de asentar la ocupación antes de que entraran a vivir las familias. La PAH de Girona decidió que lo mejor sería que se instalaran de cinco en cinco para que se habituaran al nuevo espacio y pudieran, a su vez, recibir a las recién llegadas. Ahora viven 36 personas, 17 de las cuales menores de edad. En la mayor parte de los casos, madres solteras con hijos. “Es un bloque muy femenino”, remarca Marta Afuera, portavoz de la PAH Girona.

Núria, que vive con sus dos hijos adolescentes, explica que a pesar de la amenaza de desalojo, mañana es para ella “un día como cualquier otro”. “Yo no he sacado nada, tengo todas mis cosas aquí, y si me echan volveré a entrar”, asegura. En el piso de enfrente, es un día especial: esta mañana los niños se han arreglado para celebrar la Fiesta del Cordero, un jornada de fiesta para ellos.

Pero no todos lo han tenido tan claro. De las familias que entraron en el bloque ya se han marchado tres. Una se fue porque sus miembros encontraron trabajo, pero las otras dos salieron por miedo al desalojo. “En un principio fue terrible, porque hubo dos familias que se asustaron y se fueron inmediatamente cuando llegó la orden”, explica Doris, una de las vecinas. A unos les paga el alquiler de un piso la comunidad marroquí de Blanes, y los otros han optado por ocupar otro piso fuera del edificio.

“Comprendemos a quienes no quieren afrontar esta situación que puede ser traumática”, dice Afuera. No obstante, Doris explica que estuvieron trabajando la problemática en las asambleas semanales del edificio, contando a todo el mundo qué podría pasar en un desalojo para que decidieran conscientemente. “En un primer momento pensamos que los niños no deberían presenciarlo, pero ellos mismos han decidido que se quieren quedar”, explica.

“La Audiencia no tiene en cuenta el bienestar”

Marta Afuera explica que llevan meses defendiendo el edificio también por la vía institucional. La activista encuentra incomprensible la actitud de las administraciones. “Cuando el juez respondió al Sareb -el banco malo- que había que priorizar el bienestar de las personas que viven aquí, fue la Fiscalía la que puso un recurso y dijo que había que desalojar”, dice indignada. “La Audiencia Provincial no tiene en cuenta el bienestar de las personas que viven aquí y pone por delante el sacrosanto derecho a la propiedad”, lamenta.

La PAH también ha llamado a la puerta del Sareb para intentar llegar a un acuerdo, subrayando el hecho que los fondos de la entidad son en un 45% públicos, pero “no nos han recibido ni han querido saber nada”, dice Afuera. Explica que “los alcaldes de Salt y Girona, después de siete meses sintiendo nuestra cantinela, han anunciado que hablarán con la entidad el día 17”. El día siguiente de la fecha fijada para el desalojo.

“O estaba en la calle o ocupaba”

Ante esta situación, la PAH asegura que está dando respuesta a una situación de emergencia. Es un caso como el de Doris, que firmó la dación en pago en 2011. “Yo me la jugué por la dación en pago pensando que era una solución, pero me di cuenta que allí comenzaba mi problema, porque me quedaba sin piso”, explica. Afuera añade que ella no pudo conseguir un alquiler social porque en ese momento la PAH aún no había conseguido normalizarlo.

Doris explica que recurrió a todas las administraciones sin obtener respuesta, y durante un tiempo vivió en casa de su hija mayor, en una situación que recuerda muy precaria. “Me vi en la situación de estar en la calle u ocupar”, explica. Decidieron hacer el paso cuando vieron que “en las asambleas de la PAH había mucha gente perdiendo la vivienda, y caminabas por ahí y veías que había muchas viviendas vacías”, recuerda. Ahora vive en el edificio ocupado con su hija más joven, de 18 años, y dos nietos, hijos de otro hijo suyo.

Núria, que sufrió un desahucio por no poder seguir pagando el alquiler, asegura que no siente que haya ocupado nada. “Que se preocupen por aquellos que nos han robado, que están todos en la calle. Yo no he matado a nadie ni he cometido ningún delito”, asegura, y añade que “cuando la ley es injusta rebelarse se es lo que toca”.

“No volvería a vivir como antes”

“Vivir aquí es lo mejor que me ha pasado en los nueve años que vivo en Girona”, asegura Núria. “La convivencia es muy bonita, aunque seamos de culturas muy diferentes”, remarca. Por Doris, “la vida en el edificio ha llevado mucho trabajo, pero muy enriquecedora” y añade que no volvería a vivir como antes de entrar. “Yo entre 2006 y 2010 viví en un bloque donde no sabía cómo se llamaba mi vecina o cómo estaba mi vecino, en cambio aquí trabajamos en comunidad, cooperamos entre nosotros”, celebra.

“Si te falta un plato de arroz, sabes que alguien tendrá, o si te sale un trabajo de unas horas, sabes que tienes con quien dejar los niños”, explica Doris. Esta vecina del bloque asegura que ha aprendido que no es bueno vivir de la caridad, sino que la solución está en organizarse y autogestionarse. Aparte de colaborar entre ellas en su día a día, las familias trabajan en proyectos colectivos como es el huerto que han creado al lado del edificio. “Y hay mucha gente con ganas de ayudarnos, a arreglar cualquier cosa que se estropea, o una peluquera que de vez en cuando viene a hacernos cortes a cambio de unas cuantas verduras del huerto”, señala.

“Las familias se muestran cada veces más firmes, porque ven que no es sólo una solución habitacional, sino que hay un apoyo mutuo sin el cual muchas de ellas estarían perdidas, sin recursos para comer o para enviar a los niños a la escuela. No sólo el techo es lo importante”, explica Marta Afuera.

“Estamos enseñando a los niños a volar”

Doris explica muchas lecciones de convivencia aprendidas en el edificio. “El caso de Nuria es muy especial porque venía con dos adolescentes con muchos problemas y nos planteamos si contar con ellos o no”, explica. Finalmente decidieron confiar y cuando hubo el primer episodio de agresividad en casa lo discutieron en la asamblea del edificio. “Les explicamos que aquí teníamos unas normas de convivencia y que dependía de ellos quedarse o no, y desde entonces han hecho un cambio maravilloso, en una etapa tan difícil como es la adolescencia”, dice.

“El bloque ha servido mucho para nuestra salud mental”, asegura. “Si sabes que tendrás comida al día siguiente, puedes dormir”, dice. Para Doris los niños son los que muestran que lo están haciendo bien: “Para ellos esto es como una gran casa, pueden estar donde quieran y jugar todos juntos, y aprendiendo mucho de la convivencia”. “Es por ellos que este edificio no se puede acabar”, concluye. “Les estamos enseñando a volar y después de eso no se les puede enjaular”.

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