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Análisis

Cercle d’Economia: la gran batalla de la burguesía catalana

Rosa Cañadas y Jaume Guardiola, candidatos a la presidencia del Cercle d'Economia, antes de participar en un debate

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El Cercle d’Economia, quizá el club más prestigioso de la burguesía catalana, celebra el próximo martes elecciones por vez primera en sus 64 años de historia. El poco más de un millar de afiliados deberá elegir para la nueva presidencia entre el candidato continuista, el bancario Jaume Guardiola (ex consejero delegado del Banco Sabadell), y la presidenta del fondo Trea Capital, Rosa Cañadas, quien con su mera presentación ha revuelto las aguas de una entidad que siempre hasta ahora había elegido a su cúpula por cooptación y consenso de los patricios de la casa.

La marejada trasciende de mucho al Cercle d’Economia: todas las élites catalanas -empresariales, políticas e intelectuales- están muy pendientes de estos comicios inéditos, aunque en la mayoría de casos aparentan que el pulso no va con ellos. En la superficie, todo transcurre en un marco de normalidad y de formas exquisitas, e incluso con cierta actitud estoica de todos los implicados. Sin embargo, desde hace meses, las dos candidaturas libran una batalla subterránea despiadada en la que Guardiola parte como favorito al contar con el apoyo del aparato de la entidad y de la junta saliente, de la que formaba parte.

La excitación general, aunque disimulada, alrededor de los comicios en una entidad de apenas 1.300 miembros se explica por su propia singularidad: sin ser una patronal, reúne a los principales empresarios de Catalunya; sin ser un centro académico, cuenta con intelectuales eminentes; y sin ser formalmente un lobby, aspira a ser escuchado -y hasta obedecido- por los políticos y la sociedad civil a la hora de definir las respuestas a los grandes retos estratégicos de Catalunya y también de España.

Eso es así ya desde su mismo origen, en 1958, cuando un grupo de jóvenes empresarios confluyó bajo la tutela del historiador Jaume Vicens Vives y fue forjando una potente madeja de relaciones con altos cargos económicos en la Administración franquista, unidos todos por una vocación de apertura económica y, progresivamente, también política, que modernizara el país y lo conectara con las democracias occidentales.

De este magma surgieron muchas ideas e iniciativas que contribuyeron a los planes económicos aperturistas del tardofranquismo y, en última instancia, a la propia Transición. Y, una vez completada esta, de ahí mismo han salido multitud de reflexiones y gestiones, discretas o públicas, con el mismo denominador común: empujar hacia la modernización de España con impronta liberal y acento catalán.

La influencia real del Cercle ha declinado en los últimos años, como muestra el periodista Manel Pérez en su imprescindible La burguesía catalana (Península, 2022), ante la incapacidad de las élites de domar el proceso independentista. Y puede que incluso los viejos buenos tiempos tengan en realidad mucho de leyenda, como insinúa también el propio Pérez cuando subraya que el Plan de Estabilización del tardofranquismo, uno de los mitos fundacionales de la colosal influencia de la entidad, fue en realidad la mera ejecución en España de políticas diseñadas en Washington, una de las conclusiones de más calado del libro, pero sobre la que se ha pasado de puntillas.

No obstante, el mito del Cercle sigue siendo muy poderoso entre las élites políticas y económicas catalanas: todos están pendientes de los resultados sin que nadie las tenga todas consigo. Aunque Guardiola es favorito y consiguió un número de avales tan alto que le auparían automáticamente a la presidencia si lograra convertirlos en votos, nadie se atreve a hacer pronósticos rotundos precisamente porque no existe ningún precedente: nunca antes hubo elecciones.

¿Y por qué ahora sí las habrá? En primer lugar, la razón más obvia: Cañadas las ha forzado. Según explica ella misma, con ello aspira a contribuir a una sacudida democratizadora de la entidad que la acerque a los nuevos tiempos y le ayude a conectar mejor con la sociedad, ahora que ya no suelen digerirse bien las decisiones tomadas por un sanedrín de sabios, todos hombres y por encima del bien y del mal.

En cierta forma así había actuado siempre el Cercle: una de las principales tareas de toda nueva junta era cooptar a la que iba a sucederle, presidente incluido, y por consenso. Cuando el actual presidente saliente, Javier Faus, y su junta apostaron por Guardiola a pesar de que Cañadas ya había manifestado su intención de optar al cargo, las elecciones se hicieron irreversibles.

Así que esta es la primera gran batalla: a favor o en contra de la junta saliente. Puede parecer banal, pero ni siquiera es fácil saber si primero fue el huevo (elecciones inéditas) o la gallina (el convulso mandato de Faus).

En la historia del Cercle se han dado antes algunos momentos de enorme tensión, pero se habían resuelto siempre según los propios códigos tradicionales de la entidad. En el mandato de Faus, en cambio, algunas de estas normas no escritas se rompieron, como renunciar a la búsqueda permanente del consenso con el nutrido grupo de expresidentes, la renovación con métodos expeditivos de algunos de los puestos clave de la maquinaria interna y la salida de la entidad de trabajadores con muchos trienios, el impulso de cambios simbólicos sin consenso previo (como la reubicación de las jornadas anuales desde Sitges hasta Barcelona) e incluso dar cuenta de reuniones tan importantes como una audiencia con el rey Felipe VI desde notas de prensa de la empresa privada del presidente en lugar de proyectarse como representante de la entidad.

Guardiola, miembro de la junta saliente, ha asumido el legado de Faus, mientras que Cañadas lo impugna. Pero esto no parece que pueda dar para tanta pasión electoral, seguida con análoga excitación, aunque a distancia, por buena parte de las élites catalanas. Ni el hecho de que Cañadas enarbole la bandera de los jóvenes -una auténtica rareza en el club- o que aspire a ser la primera mujer presidenta de la historia de una entidad en la que solo el 15% son mujeres. Ambas causas son también defendidas por Guardiola, que subraya que la junta anterior fue la primera paritaria de la historia y que también para él es una prioridad rejuvenecer la entidad.

Tampoco parece motivo de tanta alharaca el supuesto foco de Cañadas en las pymes y el de Guardiola en los grandes empresarios, puesto que de todo hay en ambas candidaturas, o las relaciones con Barcelona Global, un lobby más centrado en el business puro, que tiene lazos con la candidatura de Guardiola y que es visto con muchas prevenciones por la de Cañadas.

Así que, si estos son los debates explícitos de la campaña: ¿de dónde sale tanta excitación? Muy probablemente, de los sobreentendidos relacionados con temas de fondo ajenos al Cercle. La campaña ha orillado debates de asuntos clave y muy sensibles del debate público que sí tienen el potencial de resultar apasionados y que de alguna manera se dirimen también en estas elecciones, aunque no explícitamente: la rivalidad entre La Caixa y el Banco Sabadell, el Barça, el proceso independentista…

Estas pugnas de calado han sobrevolado la campaña, pero apenas se ha hablado de ellas; como mucho a partir de sobreentendidos. Pero haberlas, haylas. Y el hecho de que Cañadas sea la esposa del financiero Carlos Tusquets, uno de los pesos pesados del mundo económico catalán y expresidente él mismo del Cercle d’Economia, contribuye a amplificarlas. La candidata es una profesional independiente, también de su marido. Pero ambos comparten una red de afinidades personales y profesionales tejida a lo largo de los años que en muchas ocasiones también se expresa como equipo.

Sabadell vs Caixa

La candidatura encabezada por Guardiola es percibida como una gran apuesta del Banco Sabadell. No solo porque el candidato a presidente del Cercle fue consejero delegado de la entidad financiera entre 2007 y 2020, sino sobre todo porque su gran mentor histórico, ya desde un año tan lejano como 1969 cuando lo fichó para el Banco de Bilbao, es Pedro Fontana, actual vicepresidente del Banco Sabadell, además de expresidente del Cercle y actualmente de su fundación.

La maquinaria del Sabadell se ha puesto en marcha para apoyar a su ex ejecutivo, empezando por su presidente, Josep Oliu, y siguiendo hasta varios de los insignes linajes de la burguesía catalana que la década pasada se incorporaron al consejo de administración del banco y que ahora han prestado su aval a Guardiola, a pesar de que durante su gestión el valor de la acción cayó de 8 euros a 0,30, coincidiendo con un periodo de enorme convulsión en los mercados.

Una de las dialécticas que condicionan el poder en la Catalunya actual es la competencia permanente entre el Banco Sabadell y Caixabank, los dos grandes polos financieros que sobrevivieron a la hecatombe del sector a finales de la década de 2000 y que, tras absorber los restos del naufragio, se convirtieron en sendos colosos del Ibex 35. La competencia entre ambos se agudizó a partir de 2006, cuando La Caixa vendió su participación del 12,5% en el Sabadell y luego le robó al consejero delegado, Juan María Nin. Y no ha dejado de agrandarse desde entonces, aunque siempre fuera de los focos.

En Catalunya, lo que interesa al Banco Sabadell también suele interesar a La Caixa, y al revés… ni que sea para no darle el gusto al queridísimo rival. A este marco general se suma todavía otro ingrediente: si Fontana lleva medio siglo como mentor de Guardiola, resulta que Isidro Fainé, el jefe de la galaxia Caixa, aunque ya no presida el banco, lleva más de cuatro décadas de colaboración con Tusquets, al que apadrinó ya en Banco Unión y con el que mantiene desde entonces una estrecha relación no solo profesional sino también personal.

La posición formal del entorno de La Caixa ante las elecciones del Cercle es, sin embargo, de neutralidad, puesto que el pulso no ha abandonado nunca la sutileza, y la candidatura de Guardiola incluye hasta al responsable del servicio de estudios de Caixabank, Oriol Aspachs. Pero incluso esta aparente paradoja responde fielmente al libro de estilo de la galaxia Caixa, que suele poner huevos en todas las cestas, sobre todo cuando el resultado no está claro y la prioridad es siempre no aparecer jamás al lado del caballo perdedor.

¡Barça, Barça, Barça!

Pocos debates provocan más excitación en Catalunya que los generados alrededor del Barça y de la guerra civil permanente que se libra en el barcelonismo desde el gran cisma entre Joan Laporta y Sandro Rosell, en 2005. Y aunque aparentemente estas cuitas nada tienen que ver con el Cercle d’Economia, las elecciones del martes expresan también el choque, aunque de nuevo solo a través de sobreentendidos.

A pesar de que Guardiola es el candidato continuista apadrinado por Faus, que fue vicepresidente del Barça con Rosell, tanto el financiero como el Banco Sabadell han sido claves para hacer realidad el nuevo mandato de Laporta. El Sabadell, ya sin Guardiola pero aún bajo su influjo, fue la única entidad que no cerró las puertas a Laporta cuando buscaba desesperadamente los avales necesarios para poder ser investido presidente e incluso urdió in extremis un polémico sistema de contraavales para que el proyecto no naufragara antes incluso de arrancar.

Tras dejar el Sabadell, Guardiola aterrizó en el Barça de Laporta como presidente de la comisión económica del club, un cargo consultivo y sin retribución pero de gran prestigio, que supervisa y avala las grandes decisiones económicas y estratégicas. Y en la nueva etapa, Laporta ha optado por arremeter con extrema dureza contra el legado económico que recibió, hasta el punto de contabilizar en las cuentas del último ejercicio de Josep Maria Bartomeu muchas más pérdidas de las que la propia Liga considera razonables.

Esta estrategia se dirige sobre todo contra Bartomeu, pero el presidente de su comisión económica -precisamente el cargo que ahora ocupa Guardiola- no es otro que Tusquets, quien asumió incluso la presidencia interina tras la dimisión de Bartomeu. La pugna no es ni siquiera de ahora: Tusquets formaba parte de la candidatura del publicista Lluís Bassat, que perdió en 2004 frente a Laporta (y Rosell de segundo). Y antes había sido tesorero del club con Josep Lluís Núñez, el gran némesis que ha forjado el relato del laportismo.

El proceso independentista, el elefante siempre presente

¿Pueden unas elecciones a la entidad más prestigiosa de la burguesía catalana pasar apenas de puntillas por el proceso independentista, a pesar de que condiciona la situación de Catalunya y España desde 2012 y ha provocado que miles de empresas fijen su domicilio social en Madrid?. En efecto, pueden pasar de puntillas: se ha visto en la campaña, en la que la mayoría de alusiones al procés han sido elípticas o, de nuevo, a partir de sobreentendidos, puesto que las dos candidaturas se presentan como “transversales”. Es decir: ambas con independentistas, soberanistas y constitucionalistas dentro.

Nadie ha hecho bandera de tan espinoso tema, a pesar de que los perfiles de los candidatos son casi antagónicos dentro de la misma clase social: catalán de socarrel Jaume Guardiola, amigo de Artur Mas desde la infancia en el exclusivo y burgués Club Náutico de Vilassar de Mar, la localidad del Maresme donde ambos crecieron; mestiza y cosmopolita Rosa Cañadas, nacida en Tánger, formada en París y políglota al modo de las clases altas de Barcelona, que solo se expresan en catalán cuando quieren demostrar que también pueden hablarlo.

Cuando el horizonte del proceso electoral en el Cercle empezó a verse como inevitable, en algunos sectores económicos y políticos constitucionalistas cundió el temor de que la candidatura de Guardiola levantara la bandera independentista o se mostrara al menos abiertamente soberanista. Pero el candidato frenó en seco las especulaciones y dio garantías de que nadie debía preocuparse por su candidatura: apartó hacia posiciones menos prominentes de su lista a las personas que podían provocar más preocupación -especialmente pensando en un eventual tándem y delfinato a futuro- y armó una candidatura auténticamente transversal, con lo que se aseguró la neutralidad formal de algunos actores que, de lo contrario, habrían podido ser adversarios abiertos, como la constelación alrededor de La Caixa o incluso el Partit dels Socialistes (PSC).

Sin embargo, no es un secreto para nadie que Guardiola sigue siendo muy próximo a su amigo Turo -el diminutivo de Arturo, como se conocía a Mas en Vilassar en su infancia y juventud-, mientras que Cañadas y su entorno -empezando por Tusquets- son muy críticos con todas las fases del procés, incluida la que inauguró la presidencia de Mas. El procés no deja de ser el elefante en la habitación: aunque nadie hable de él, ¡claro está!

En estas elecciones tan particulares las discrepancias realmente de fondo solo se han expresado con matices, como los exhibidos en el único debate entre candidatos. En la respuesta a la pregunta de si irían a visitar a Carles Puigdemont en Waterloo en caso de victoria, Cañadas fue la primera en responder: “No iría a perder el tiempo”, dijo con sequedad. “Yo tampoco iría”, respondió Guardiola, quien sin embargo subrayó en seguida la necesidad de tratar con Junts, el partido de Puigdemont, que forma parte del Gobierno de la Generalitat que lidera ERC.

Los matices en el Cercle aparecen a menudo envueltos en un lenguaje críptico, pero cargado de mensajes cifrados relacionados con asuntos importantes que formalmente no se abordan. Pero se están abordando, aunque en este otro metalenguaje, rico en sobreentendidos y que todo el establishment domina a la perfección: obviamente, las grandes pasiones desatadas en la gran batalla de la burguesía catalana que se dirime el martes tienen en realidad muy poco que ver con el hecho de que las próximas jornadas del Cercle se celebren en Barcelona o en Sitges, el legado de la junta actual y hasta con la mayoría de temas que han llenado la campaña.

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