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Cuenta atrás

Símbolos independentistas entre los participantes a la Via Catalana. / Enric Català

J. Ramón González Cabezas

Barcelona —

El rotundo éxito de la Via Catalana ha mostrado el vigor y el grado de movilización del movimiento independentista en Catalunya y la capacidad de convocatoria y organización de la Assemblea Nacional Catalana (ANC). Su presidenta, Carme Forcadell, ejerce sin complejos el liderazgo popular que obtuvo de facto hace solo un año y no ha dudado en emplazar públicamente al propio Artur Mas a cumplir sin dilación la hoja de ruta innegociable del proceso político desencadenado entonces. La exhibición de fuerza, imaginación y convicción de la ANC ha sido incontestable. Forcadell cataliza la calle con sus enérgicas soflamas mientras Junqueras orquesta la legislatura con sus votos en el Parlament. El Gobierno minoritario de CiU está virtualmente en manos de ambos. Y de Rajoy.

Con el respaldo activo, ordenado y entusiasta de más de 1,6 millones de personas, según cifras de participación de la Generalitat, Forcadell ha vuelto a poner el reloj en hora con precisión milimétrica: “Queremos un Estado al que tenemos derecho, (…) hoy lo hemos demostrado al mundo; (…) lo queremos ahora, no en 2016”. La presidenta de la ANC exige consulta en 2014 con o sin licencia estatal y con una sola pregunta clara para una respuesta nítida e inequívoca sobre la independencia. Reclama “decisiones históricas ante acciones históricas”, como ha sido sin duda la de la Diada. La jornada ha demostrado que la marea sigue subiendo y que se ha dilapidado un año entero en darle cauce. Es del todo inimaginable pensar que se pueda llegar al próximo 11-S, la Diada del Tricentenario, en las mismas condiciones de hoy.

La tenaza sobre CiU

El día después de la Diada responde así perfectamente al escenario previsto en la víspera. El movimiento popular puesto en marcha hace un año gana volumen, visibilidad y consistencia, mientras en el frente institucional las fuerzas políticas navegan a diario con zozobra sobre sus propias contradicciones internas, a remolque de la situación. Con la excepción de ERC, que exhibe su plena sintonía con los modos y exigencias de la ANC y avanza hacia la centralidad del nuevo espacio abierto en el escenario electoral de Catalunya. A día de hoy parece irreal que Artur Mas pueda llegar a 2016 si no hay consulta en 2014, ya que Junqueras tiene en su mano provocar la caída del Gobierno y precipitar nuevas elecciones anticipadas. Y plebiscitarias.

Oriol Junqueras y Carme Forcadell forman desde el Parlament y des de la calle, respectivamente, una auténtica tenaza sobre CiU. La significativa ausencia de Duran i Lleida en la movilización popular atestigua la fuerte erosión que está sufriendo la histórica alianza entre CDC y Unió Democràtica y la desesperada búsqueda de una salida aceptable que evite la voladura definitiva e incontrolada del tablero político catalán. Pero es muy probable que el torrente soberanista se haya llevado ya por delante el papel de hombre puente entre Barcelona y Madrid ejercido por el veterano líder de UDC.

En las próximas fechas se podrá ver hasta donde llega el presunto acuerdo entre Mas y Rajoy para serenar el ambiente y explorar fórmulas que eviten a toda costa la colisión abierta entre la Generalitat y el Gobierno central. La impresionante escenografía política y social de la Diada alimentará sin duda la presión de los sectores más beligerantes y radicales, lo que podría abortar cualquier solución consensual socialmente aceptable. Ni que decir tiene que la reaparición de la violencia ultraderechista en el acto de la Generalitat en Madrid añade más elementos de inquietud sobre la evolución de la crisis política e institucional en los próximos meses. Hay mucha prisa y muchos nervios.

Tras dos años de fermentación acelerada como consecuencia de la desdichada sentencia del Estatut, la Diada del 2012 puso en marcha un proceso que la Diada de 2013 ha reafirmado de forma abrumadora tras una severa corrección del mapa parlamentario en las urnas. No hace falta disponer de más elementos de juicio para buscar sin más demora una solución democrática que dé salida adecuada a esta situación a través de las urnas, conforme al derecho y la ley. El reloj está ya definitivamente en marcha.

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