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¿Está dividida la sociedad catalana? Sí por el debate nacional, pero no más polarizada que la española o la europea

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Arturo Puente

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En Catalunya hay una fuerte división de opiniones sobre la cuestión territorial, pero la sociedad está lejos de fracturarse. Esta es la principal conclusión que arroja un estudio elaborado por el Instituto Catalán Internacional por la Paz, que ha realizado un sondeo con 2.010 encuestas, sobre la polarización política y emocional en torno a diferentes temas de debate público. Los resultados, que ha dado a conocer este miércoles el director de la institución, Kristian Herbolzheimer, son más optimistas de lo que se podía esperar a priori, ya que el 67% de los catalanes consideran que la convivencia en la sociedad es buena o muy buena, y muestran un índice de confianza en la ciudadanía del 5,9, mejor que el del conjunto de España (5,6) y que la mediana europea (5,5).

Pese a que en general los datos arrojados por la encuesta muestran un aceptable grado de cohesión en la sociedad catalana, también se percibe un alto grado de división respecto a la cuestión territorial. Un 44% de los encuestados se sitúa en alguno de los dos extremos del debate, y solo el 17% se siente cómodo en las posiciones intermedias, lo que dibuja dos bloques duros poco permeables. Esta polarización además viene reforzada por la percepción de hostilidad por parte de los contrarios. Hasta el 46% de los encuestados se siente agredido por las instituciones, sean las catalanas o las españolas, y solo el 19% afirma que no se ha sentido agredido en absoluto.

Esta sensación de hostilidad, sin embargo, no se traslada al entorno cercano, pues es muy minoritario el porcentaje de personas que dicen haberse sentido agredidos por su familia (10%), en su trabajo (13%) o en el entorno de sus amistades (16%). La idea de las familias rotas por el debate político forma más parte de los discursos de los partidos que de la percepción ciudadana.

De hecho, la mayoría de los encuestas, por encima del 40%, culpa de la polarización a los partidos políticos y a los medios, mucho más que a la sociedad en su conjunto, que solo ve dividida el 11%. La conclusión del estudio es que en el debate público se tiende a dar más espacio y representaciones a las voces dolidas o extremas, lo que hace que se perciba que el debate público está más polarizado que lo que la sociedad lo está realmente.

“No podemos hablar de una fractura entre dos comunidades que no interaccionan, como sí podríamos hablar en EEUU. En Catalunya hay polarización sobre el debate territorial pero hay diálogo sobre la mayoría de los temas”, ha explicado Kristian Herbolzheimer. Según destaca el director del Instituto Catalán Internacional por la Paz, la polarización ideológica “no necesariamente se traslada a una polarización emocional” y, en el caso concreto de Catalunya, el estudio demuestra que no son quienes defienden unas ideas de forma más vehemente quienes necesariamente son más irrespetuosos con las personas que piensan diferente.

“Ahora bien, es cierto que en el conflicto territorial sí que hay una polarización emocional, principalmente sobre aquellas personas que sienten que su cultura o su forma de vida está amenazada”, matiza Herbolzheimer. Con todo, pese a que hay heridas en torno al debate territorial, para los autores del estudio la sociedad catalana no está fracturada porque hay temas transversales y en los que el diálogo social funciona.

Incluso en la cuestión que divide más a la sociedad, como es el debate territorial, las perspectivas para solucionarlo tienden a apostar por la cohesión. Hasta un 79% de los catalanes consideran que debe haber diálogo político y el 50% incluso entienden que este diálogo no debe restringirse al marco de la Constitución, sino que puede desbordarlo. Con todo, la sociedad es poco optimista respecto a los resultados de este diálogo, y hasta un tercio de los encuestados cree poco probable que el diálogo acabe canalizando soluciones.

Por último, como nota que puede resultar sorprendente pero que incide en la idea de una menor polarización social de la percibida, el estudio arroja que hay un cierto nivel de autocrítica tanto entre los independentistas contra el Govern catalán como de los no independentistas contra el Gobierno central. Y no porque hayan sido poco duros, sino por lo contrario, por haber hecho determinadas actuaciones que han sido contraproducentes para el entendimiento con el otro lado. “En la medida que hay un cierto grado de autocrítica a los gobiernos de referencia, hay cierto margen que permite mejorar en el diálogo”, celebra Herbolzheimer.

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