La infancia que ejerce el derecho a la ciudad
Para llegar a la sede del distrito de Sant Andreu de Barcelona este lunes, los alumnos de quinto de Primaria del colegio Baró de Viver –del barrio que lleva este mismo nombre– tuvieron que atravesar dos muros. El que rodea la escuela, de ladrillos y coronado por un enrejado, y el que rodea el barrio, compuesto por el río Besòs, las vías del tren y el nudo viario de la Trinidad. Sobre el segundo, todavía no les han pedido la opinión, pero sobre el primero, que está pendiente de reformas, los niños y niñas de la escuela tienen claro que sí deben darla. “Queremos que sea también un espacio de juego, para hablar, para compartir momentos”, explicaba Mireia Molina, tras encajar junto con sus compañeros de clase la mano de Carmen Andrés, concejala de Infancia, Juventud y Gente Mayor, a quien presentaron su proyecto Juegos y encuentros alrededor de la valla.
Con esa reunión, los alumnos de la clase de Quinto del Baró de Viver ejercían su derecho a ser escuchados en aquello que les afecta. “Es un derecho que está reconocido por las Naciones Unidas desde 1989”, reivindica Elena Guim, arquitecta y miembro de La pell de la ciutat, un colectivo para la transformación ciudadana del espacio público que ha trabajado codo con codo con esta escuela para convertir una simple obra, la remodelación de la valla que rodea el centro, en todo un proyecto comunitario que ha involucrado niños, maestros, familias y vecinos en el replanteo de cuál quieren que sea el uso público de su escuela y de todo lo que la rodea.
Esta experiencia fue una de las muchas que protagonizaron el pasado jueves la jornada Los derechos de los niños y adolescentes en la ciudad, celebrada en el Espai Jove La Fontana de Barcelona. “Nos hace falta una política proactiva, sistemática y transversal para favorecer la ciudadanía activa e incluir las voces de los niños y adolescentes”, valora Maria Truñó, directora del Instituto Infancia y Adolescencia de Barcelona, responsable de las jornadas junto con el Instituto Municipal de Educación de Barcelona (IMEB). “El espacio público, y todo lo que hacemos, no es neutro”, sostiene Guim, “si los que planean las ciudades tienen en cuenta las necesidades de los colectivos más frágiles, entre los que se cuentan los niños, tendremos una ciudad más amable”.
Y la valla del Baró de Viver, ahora mismo, no es la más amable –ni tampoco la máas funcional–. Por la disposición urbanística del entorno, este muro, de tres metros, es el primero con el que te topas cuando llegas al barrio. “No es lo más agradable”, constata Guim. A esto se le suma otra carencia, y es que algunos adolescentes del barrio saltan la valla por las tardes para organizar campeonatos de fútbol, lo que preocupa a los más pequeños de la escuela. Con este diagnóstico, La pell de la ciutat inició un proyecto para repensar el muro en el que han participado, “sin prejuicios”, sostiene Guim, incluso estos jóvenes que se colaban en la escuela.
“Este trabajo nos ha permitido descubrir los espacios que hay dentro y fuera del colegio, y lo importante que es para los niños que sean abiertos y públicos”, reflexiona Mónica Prado, tutora de los de Quinto. Preocuparse por lo que los rodea es una forma de construir ciudadanía, cree Prado, consciente del valor que tiene conocer qué es el ayuntamiento o cuáles son los equipamientos públicos para unos alumnos que viven en un barrio tan aislado que cuando van a la sede de su distrito dicen que van a Barcelona.
La ciudad de los niños contra la ciudad de los coches
La ciudad de los niños contra la ciudad de los coches“Una ciudad es educadora cuando permite a los niños recorrerla libremente”. Con estas palabras desafiaba el prestigioso pedagogo italiano Francesco Tonucci las ciudades del siglo XXI. Entre ellas Barcelona. “Necesitamos que el espacio público lo sea de verdad, y ahora mismo está ocupado en un 60% por medios privados, los coches, cuando además los que conducen son una minoría”, criticaba Tonucci en el diálogo que mantuvo en el marco de las jornadas sobre derechos de los niños con la arquitecta barcelonesa Itziar González y el comisionado de Educación del ayuntamiento, Miquel Àngel Essomba. “Si los niños no pueden salir de casa sin un adulto, nunca podrán vivir experiencias que tienen que ver con el juego y que son fundamentales para su desarrollo”, se lamentaba.
Creador de la iniciativa La ciudad de los niños –consistente en estructurar las poblaciones teniendo en cuenta la visión de sus habitantes más jóvenes–, Tonucci ha reconocido que siempre que ha presentado este proyecto a alcaldes de grandes ciudades le han respondido lo mismo: “Les encanta, me dicen, pero acto seguido me piden un margen de un par de años para resolver la cuestión de los coches ”. Y nunca se resuelve. Una de las ciudades españolas en las que más se ha avanzado en este modelo es Pontevedra, según recuerda siempre Tonucci.
El acto sirvió también para reivindicar un año más los caminos escolares de Barcelona –ideados precisamente por Tonucci y presentes en muchas otras ciudades de Catalunya y del mundo–, y para que alumnos de diversas escuelas e institutos de la ciudad trasladaran a los presentes proyectos educativos relacionados con la mejora de la ciudad. Son experiencias de participación necesarias para avanzar hacia una ciudad que tenga más en cuenta la voz de niños y adolescentes, pero no suficientes. Así lo ve Maria Truñó. “No es suficiente que proliferen experiencias, hace falta evaluarlas para saber que, aparte de los aprendizajes personales, hay ciertos impactos sociales en la ciudad”, asegura. Y concluye: “Deberíamos poder respondernos en qué ha mejorado Barcelona gracias a tener en cuenta las propuestas de los niños hasta ahora”.
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La participación en política de los niños
La participación en política de los niñosMás allá de las ciudades, esta semana se celebró en Barcelona otro simposio sobre participación infantil y adolescente en las políticas públicas: Los consejos de niños y el CNIAC. Nuevas formas de participación política y cívica de los niños y niñas de Cataluña , organizado por la Universidad de Barcelona y RecerCaixa, por el que pasaron decenas de chavales, políticos municipales –técnicos, concejales y alcaldes– y expertos internacionales entre los que se se lo contaba también Tonucci. “Hablar de los niños y niñas, sin los niños y las niñas, es hablar de participación sin participación, y el simposio quiere romper esta dinámica”, expresaba Asun Llena, una de las investigadoras de la UB que ha organizado el encuentro.
“A los niños y a los adolescentes sólo se nos suele preguntar qué queremos para la Fiesta Mayor y qué pensamos del parque del pueblo, pero nada más”, se lamentaba Meritxell Castany, actual presidenta del Consejo Nacional de Infancia y Adolescencia de Catalunya, constituido en 2014 con la intención de canalizar las propuestas de los consejos de infancia que hay en todo el territorio.
Sin embargo, a pesar de los organismos que se han creado, la mayoría de expertos constata la paradoja de una sociedad que considera la infancia como una etapa estratégica y, a la vez, no le concede prioridades políticas. Mecanismos de participación como los consejos de niños deberían nacer de la “necesidad”, y no de la “generosidad” o “para tener una buena idea de nosotros mismos”, reclamaba Tonucci. Al final de la jornada sobre derechos de los niños, Tonucci participó en un diálogo con el director fundador del diario Ahora Carles Capdevila.