Sabado 7 de septiembre y en la ciudad acababa de descargar una de esas trombas de agua que anticipan el otoño, desde los altavoces un sonido in crescendo de lluvia monzónica y truenos que reverberaban en la madera del Auditori conminó al público a arrellanarse en las butacas y silenciar los móviles. Minutos después, entonces con el ambiente refrescado, entraron en escena David Byrne & St. Vincent. Una pareja sólo inverosímil para los que carecen de imaginación y talento...
Iban acompañados de otros nueve músicos. Comenzó y acabó siendo un conciertazo con 22 directos salidos de su colaboración en el disco Love This Giant y otros de sus carreras independientes, ahora versionados. Es el final de una gira y esperemos que el principio de muchas otras cosas.
Con Byrne y St. Vincent (que es el nombre artístico de Annie Clark) salió una potentísima sección de vientos: 8 músicos a los mandos de trombón, trompeta, saxos, helicón, trompa... a los que se sumaban percusión y teclados; mientras que los dos “artistas principales” a las voces añadían sendas guitarras. Y desde el primer tema, Who, el público vio que no se trataba de un concierto, sino de un show: desde ahí hasta el final los metales junto con Byrne y Clark no pararon de ejecutar coreografías y bailes sobre la tarima. Combinados con atuendos en blanco y negro, se trataba de una brass marching band en plenitud y siempre en movimiento. Surrealistas, cómicos, naturales evolucionaban sobre el escenario.
Así funcionaron con canciones como Weekend In The Dust, I Am An Ape, The Forest Awakes, Optimism, Lightning, I Should Watch TV, The One Who Broke Your Heart, Outside of Space and Time y Like Humans Do. Entre las que alternaron los temas propios de St. Vincent Save Me, Marrow, Cheerleader, Northern Lights, Cruel y The Party.
Asimismo como los de Byrne Strange Overtones (creada con Brian Eno), la hermosa balada This Must Be The Place, la sinuosa Lazy, con coreografía sacada de la película True Stories resonó Wild Wild Wild Life hasta pasar por la súbitamente explosiva Burning Down The House. El fenomenal y bien acertado para un bis final del más que clásico y nunca aburrido Road To Nowhere concluyó un concierto que pocos habían podido esperar... Fuera de existencialismos, de manera concreta, ¿a dónde irá el público después del concierto?
Más allá de unos arreglos estupendos para las versiones de ambos... No hay más apelativo que “química” para el ensamblaje de David Byrne y Annie Erin Clark. No es ni de lejos una mera colaboración entre profesionales del género de la que podría resultar un buen CD. Se entienden bien y se nota en cada tema de su trabajo... y sobre el escenario. Admiración mutua y oficio en ambos y a partes iguales. Lo sencillo sería pensar que el enorme y archiconocido David Byrne brillaría por encima y pasearía su aura sobre una supuesta pupila o “principiante” eternamente agradecida de ser la escogida... No es así: en el espectáculo Byrne hace lo posible por darle protagonismo a ella que lo toma y no se encoge. Los dos tienen un carisma y unas tablas que funcionan fenomenalmente combinadas. Él a la manera de un “happy johnny cash” y ella como una robotizada japonesa que rasguea electrizada las cuerdas para culminar en un mano a mano de artes marciales tocando el theremin a lo Bruce Lee.
(Una impresión al margen –y francamente peregrina–, este recital bien funcionaría de musical en Broadway, con un hilo narrativo quedaría en una ópera rock que nos llevase a la tradición de Brech y Kurt Weil hasta The Rocky Horror Show o Hair.) Volviendo al tema, es uno de esos casos en que “siendo a primera escucha un disco para ser escuchado”, imprime al cuerpo un ritmo subterráneo y que en directo da ganas de garbear el cuerpo. La única pega al concierto en cuestión, sería que el Auditori es un lugar de butacas. Lo manifestaron platea y palcos inquietos con algunos irreductibles que se levantaron sin poder reprimir el baile. Hay una frontera invisible que se traspasa, ¡este concierto no es para estar sentado!
Dos músicos separados por generaciones y estilos...
El ex líder de la mítica banda mezcla de dance punk, new wave y rock progresivo Talking Heads (1974-1991), David Byrne, tiene una sesentena de años y muchos de ellos invertidos en la creación musical... No se durmió en la flores y tras disolverse la banda su carrera en solitario ha sido de las más fructíferas hasta nuestros días haciendo acopio de originalidad e investigación en diferentes sonidos y músicas del mundo. Discos como Rei Momo serán el primero como luego colaboraciones con gente tan dispar como Tom Jones, Brian Eno o las más recientes con Fat Boy Slim. Lo que nos dice muy mucho del carácter inquieto y capacidad de inmersión y fusión estilísticas de este escocés.
En cuanto a St. Vincent, aka de la tejana Annie Erin Clark, es una joven a quien Byrne dobla la edad y que ha tocado con Sufjan Stevens y con The Polyphonic Spree. Proviene de la escena indie norteamericana y se mueve por el pop experimental y barroco. Ya en solitario, esta cantautora y multi instrumentista, cuenta con los álbumes Marry Me y Actor y encandiló a su presente partner musical cuando la iba a ver cantar en Nueva York.
Pasó desapercibido por el tamiz de la crítica.... Love This Giant, es su hijo de esta combinación de músicos, un trabajo espléndido y original. Por su artesanía en los arreglos, por el experimento con los metales, por su tono... En definitiva por el riesgo asumido. Y por ser una muestra más de que en la música no importa la edad ni la trayectoria, sino las ganas mismas de hacer música de la mejor manera posible.
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