Planteada como una jornada de puertas abiertas a la ciudadanía. Ofreciendo actividades diversas, llenando la nueva sede, de arte, música, poesía, cine y gastronomía. Mirar atrás pero también hacia el futuro. El Goethe-Institut de Barcelona ha celebrado con una gran fiesta 60 años. Se fundó en 1955 bajo el nombre de “Biblioteca Alemana” y fue el primero en todo el Estado Español. A lo largo de estos años se ha consolidado como un espacio innovador y dinámico dentro del tejido cultural de la ciudad. Aparte de miles de alumnos de alemán, por sus instalaciones han pasado ilustres invitados como Günter Grass, Herta Müller, Margarethe von Trotta, Ulrich Beck, Thomas Ostermeier, Sasha Waltz o Blixa Bargeld. Desde el pasado julio, la institución está dirigida por Judith Maiworm, licenciada en literatura y filosofía, antigua consejera cultural de la Embajada de Alemania en Cuba y ex-codirectora del Goethe-Institut de Santiago de Chile.
¿La función del Goethe-Institut sigue siendo la misma que hace 60 años?
Desde sus inicios el Goethe-Insititut hace la misma función en todo el mundo. Llevo treinta años trabajando en diferentes institutos y somos un espacio de encuentro. Esto es lo que hemos hecho también estos sesenta años en Barcelona.
¿Un punto de encuentro con voluntad de diálogo permanente?
Los procesos de diálogo sirven para entender las diferentes culturas. Este pero es un proceso inacabado que pide esfuerzo y trabajo. Todavía tenemos mucho trabajo por hacer y esta es la razón principal del Goethe-Institut.
A menudo se habla que formáis parte de la diplomacia gubernamental...
El gobierno alemán ha considerado siempre que la cultura es una parte importante de la política exterior. No somos ninguna agencia del gobierno como muchas veces se habla. Somos del todo independientes a la hora de elegir los contenidos, y eso nos hace especiales.
¿El cambio en la dirección del Goethe-Institut es sinónimo de algo?
Este es un proceso habitual en el Goethe, los diferentes delegados somos conscientes de que no siempre trabajaremos en el mismo lugar. Cada cuatro o cinco años cambiamos de ciudad. Que yo asuma la dirección del Goethe-Institut de Barcelona es normal. Es un procedimiento que aplicamos en los diferentes institutos repartidos por todo el mundo.
¿Como ha afrontado el reto de dirigir el Goethe-Institut de Barcelona?
Lo más importante es que siempre buscamos los proyectos en las ciudades donde tenemos sede. La última decisión nunca es del director. Vamos, que no es un capricho de una sola persona. En cambio, si que depende de la situación local y de los lazos que hemos establecido a lo largo de los años con otras entidades de la ciudad. Considerando que la historia del Goethe en Barcelona es muy larga tenemos vínculos muy estrechos. Nosotros lo que hacemos es simplemente mantener estas buenas relaciones.
¿Como se traduce en el programa de actividades?
El Ciclo de Cine Alemán es un buen ejemplo. Trabajamos conjuntamente con la Filmoteca de Cataluña. En el ámbito de los idiomas tenemos diferentes convenios con instituciones y la Consejería de Educación y Universidad para fomentar la enseñanza del alemán. También con los museos de la ciudad, siempre que surja un proyecto interesante, buscamos la manera de colaborar en el proceso creativo.
¿Hace falta más cooperativismo cultural entre países?
La relación con otros países europeos ayudó a Alemania que volviera a formar parte de la red de países democráticos. La relación con las ciudades y los países donde estamos ha permitido crear espacios culturales de éxito. El intercambio entre países es necesario. Este era uno de los grandes objetivos del Goethe-Institut cuando se creó.
¿Como espacio de reflexión qué papel hace el Goethe-Institut en el escenario internacional?
El diálogo nos ayuda a obtener una mirada diferente de lo que está pasando. Es muy difícil posicionarse ante según qué cosas. Tampoco es nuestra misión más allá de crear debate ante los temas que preocupan al mundo.
¿Cómo afrontáis el debate del terrorismo yihadista que amenaza Europa?
El 11 de septiembre de 2001 el diálogo con el Islam fue uno de los ejes programáticos del Goethe-Institut. Tenemos muchos institutos en países islámicos y siempre buscamos el diálogo con intelectuales que desean explicar que el Islam no es el origen de los actos terroristas. En Afganistán, el Goethe trabaja para la reconstrucción del país. En un mundo cada vez más interconectado, tenemos que buscar la manera de entendernos si queremos evitar el choque entre países. Que la gente no deje de hablar. Llegar a la conclusión de que el terrorismo no es el final de la conversación. Que ésta continúa. No podemos dejar de tratar de entender las otras culturas.
¿Qué ha aprendido de su experiencia en Cuba y Chile?
Después de trabajar estos años en América Latina, y ver la distancia que mantienen las diferentes sociedades, he comprobado que en Europa estamos muy cerca y deberíamos acercarnos un poco más.