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Sombras

Saïd El kadaoui Moussaoui

Psicólogo y escritor —

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En este último trimestre del año muchas personas han intentado llegar de forma desesperada a Europa. Algunas han saltado la valla de Melilla y otros han emprendido un viaje muy arriesgado en patera. Algunas han dejado su vida en el camino y otros han conseguido su objetivo a un precio muy alto.

La tragedia se hace más grande aún cuando se piensa en lo que les espera en su destino anhelado.

Decía Edward Said que el exilio es algo curiosamente cautivador cuando se piensa, pero terrible de experimentar. Es una grieta imposible de cicatrizar que se impone entre un ser humano y su lugar natal. Nunca, decía, se puede superar su esencial tristeza.

Pensar en el propio exilio (autoexilio, si se quiere) es un lujo. La verdad es que la mayoría de estas personas vivirán una pesadilla eterna. Sus expectativas y deseos obtendrán una sonora bofetada de la realidad.

Si aún no han tenido la ocasión, los animo a que vean el extraordinario documental de Oriol Canals: 'Sombras'. Un magnífico acercamiento a las vidas de un grupo de personas, todos hombres negros, inmigrantes, la mayoría de ellos indocumentados, que malviven en el pueblo de Alcarràs (Lleida).

Esta película ha merecido los elogios de algunos medios franceses. He leído excelentes críticas aparecidas en Le Monde, Le Canard Enchainé y La-Croix, y he visto también la entrevista que le realizaron al director en France 24. Y me consta que otros medios de ese mismo país han hablado también de este filme de forma muy elogiosa.

En nuestro país, en cambio, no se ha producido ninguna reacción. Ninguna crítica. Y me gustaría contribuir a deshacer este silencio.

Oriol Canals nos ha dado una magnífica oportunidad para seguir de cerca a algunas de estas personas que en su día franquearon la valla de Melilla, cruzaron a pie buena parte de África, viajaron en una patera hasta territorio español y perdieron amigos por el camino y compañeros de viaje, pensando que acabarían encontrando una vida digna.

No era fácil conseguir acercarse a ellos como lo ha hecho este realizador. Se trata de personas que desconfían, que se sienten perseguidas, que quieren mantener su dignidad callando y no llorando y denunciando que son víctimas de una de las injusticias más grandes ... Su trabajo paciente, un total de siete años, ha dado un magnífico resultado: consigue mostrarnos a la persona que hay detrás del inmigrante indocumentado.

Y con el corazón compungido le escuchas decir a una de estas personas que aquí, en Europa, al contrario de lo que pensaban, hay lista de espera. No es llegar y despegar. Se trata de llegar y esperar. Otro de estos hombres le dice al director que la vida es aquello que tú haces. “Tú, por ejemplo, has encontrado tu forma de vida haciendo películas. Pero yo no tengo ningún tipo de vida. Yo no hago nada”.

Vivir esperando, deambulando sin saber a dónde ir, qué hacer, buscando, pensando, sin poder dejar de hacerlo, en la gran decepción europea, en la familia que dejaron atrás, en los muertos que se quedaron en alguna parte del desierto o en el fondo del mar, en los documentos que deben reunir para intentar legalizar su situación, en los contratos falsos que deben pagar... Éste es el destino de muchas de las personas que lograron su objetivo de entrar en Europa.

Algunos de ellos acceden a sentarse delante de la cámara y hablar a sus familias. Casi todos ellos se refieren en un momento u otro a Dios. Es él quien dispone las cosas y él quien puede cambiar su situación. Sorprende en un primer momento, pero a medida que los vas escuchando entiendes que si no tuvieran fe en Dios, en la trascendencia, hubieran enloquecido por el efecto de la rabia, la nostalgia, el rechazo y la injusticia.

El filme es magnífico porque consigue tratar con mucha dignidad a sus protagonistas, no cae en el victimismo, nos muestra la complejidad de unas personas que viven en los márgenes y que han entendido que no hay salida, que su viaje les ha llevado a un lugar difícil, agreste, pero, sorprendentemente, se mantienen de pie y no dejan de luchar.

Y si ellos no han perdido la esperanza, no lo hagamos nosotros. Vean este filme para aprender algo de estas sombras con las que nos topamos a diario. Yo sigo impactado.

Somos muchos los que venimos diciendo desde hace un tiempo que, si aceptamos el maltrato y la exclusión de los inmigrantes, estamos abonando el terreno para que algún día nos toque a nosotros también. Y, efectivamente, esta crisis nos está demostrando que la gran mayoría de la población es vulnerable. La pobreza ha dejado de sernos ajena.

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