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ERC se anota el primer tanto en la mesa de diálogo y prepara la distensión con Illa

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, a su llegada al Parlament.

Arturo Puente

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Por convencimiento o por necesidad, Pere Aragonès ha puesto todos los huevos de la legislatura en la cesta de la negociación con el Gobierno. Su principal bandera es la de ser un independentista que cree que puede ganar más presionando en Madrid y pactando con Pedro Sánchez que con discurso enardecido y actitud unilateral. Pero el líder independentista debía demostrar que esa fórmula podía dar resultados, algo que hasta ahora no había pasado, más allá de declaraciones ambiguas firmadas en Madrid o en Barcelona o unos indultos de los que ni siquiera podía reclamar la paternidad.

La reforma del Código Penal que ahora comienza la tramitación en el Congreso es el primer tanto que Aragonès puede anotarse como un fruto directo de la mesa. Tal como se había propuesto, el delito de sedición desaparece, aunque el precio a pagar hayan sido modificaciones en el delito agravado de desórdenes que preocupan a algunos juristas por su posible aplicación en protestas. El Govern es consciente de que, dependiendo de la interpretación que hagan los jueces, esto puede volverse en su contra, como también en contra del PSOE y de Unidas Podemos. Pero por el momento los tres partidos implicados exhiben como una victoria el hito de haber sacado del ordenamiento un delito que data de 1822.

La negociación entre Madrid y Barcelona ha sido larga y por momentos ha estado a punto de naufragar. Uno de esos días fue la noche en que el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, anunció que rompía conversaciones con Sánchez para renovar el Consejo del Poder Judicial si no le prometía que no tocaría la sedición. En el Palau de la Generalitat contuvieron las respiración y pasaron la noche preguntándose si el PSOE aguantaría la presión. Al día siguiente obtuvieron la confirmación de que Sánchez no se arrugaría y los trabajos sobre el borrador de la reforma se intensificaron con más velocidad que nunca.

Aunque este viernes a primera hora el president era reacio a extrapolar el acuerdo sobre la sedición a otros terrenos políticos, el acercamiento entre ERC y los socialistas desbloquea la negociación tanto de los Presupuestos Generales como de las cuentas de la Generalitat. Los primeros están prácticamente encaminados y a la espera del sí final. Los segundos están en un estado más incipiente, debido al interés de los republicanos por presionar a Junts para que voten un presupuesto que, según repiten, ellos mismos elaboraron cuanto estaban en el Departamento de Economía del Govern.

Pero en el equipo de Aragonès saben que es más que difícil que Junts acabe dando sus votos, por lo que han comenzado a acercarse al PSC. Hasta ahora, de forma muy puntual. Pero, aunque ERC tiene interés en que los socialistas no capitalicen la reforma de la sedición, un acuerdo de esta naturaleza facilita las –habitualmente frías– relaciones entre Aragonès y Salvador Illa. Las otras cuentas pendientes, las del Ayuntamiento de Barcelona, también están ahora más encarriladas puesto que Ada Colau necesita de los apoyos republicanos.

Una conquista que exhibir en las elecciones

Vista desde Madrid, la reforma del Código Penal para eliminar la sedición y cambiarla por un delito agravado de desórdenes es la transacción que garantiza la cohesión de la mayoría de la investidura de aquí al final de la legislatura. El pacto alcanzado entre los partidos del Gobierno y ERC culmina la etapa de la “desjudicialización” en la mesa de diálogo, algo que Sánchez necesita para destensar la política catalana e impulsar un PSC que debe garantizarle al menos una quincena de escaños en las elecciones generales.

Pero además, en el corto plazo, el acuerdo con ERC no solo allana los presupuestos, sino que facilita la aprobación del resto de leyes que están en cola en el Congreso y que el Ejecutivo quiere tener en vigor para culminar su mandato, como la de vivienda o la derogación de la 'ley mordaza'. Sánchez se ha asegurado un final de mandato tranquilo en la retaguardia, lo que le permitirá salir a buscar de frente al PP de Feijóo que ya da muestras de desgaste.

ERC, por su parte, ha comprado una victoria con la que poder presentarse en las elecciones catalanas como una formación capaz de obtener conquistas en Madrid. Esos comicios para los que se preparan aún no tienen fecha a la vista, pero la salida abrupta de Junts del Govern y la debilidad parlamentaria de ERC podría precipitarlas, quizás no antes de las municipales, pero sí a lo largo de 2023.

Los de Aragonès se la juegan en un espacio complicado, entre un Junts que se desangra pero que aún es capaz de sostener el relato de la confrontación entre cierta parte del electorado independentista, y un PSC que se sabe fuerte y se crece aún más en días de acuerdos con los republicanos. Por eso, para ERC tan importante será poder jugar la carta de haber conseguido derogar la sedición, como no quedarse ahí, que haya más reformas y que realmente se note un cambio de sensibilidad en los juicios a manifestantes, funcionarios o ex-altos cargos.

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