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Juventud, viajes y fiesta sitúan a Sant Cugat como la ciudad con más contagios de España

Dos jóvenes junto al cartel que anuncia la fiesta mayor de Sant Cugat

Germán Aranda Millán

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Acaba el curso. Para los jóvenes de 18 años que han hecho la selectividad en Sant Cugat, la tercera ciudad con más renta de España con más de 20.000 euros anuales por habitante, “es casi obligatorio” irse de viaje, apunta la alcaldesa de la ciudad, Mireia Ingla. La mayoría de jóvenes escogen Menorca y organizan entre colegas de su instituto la escapada. Pero en la isla quedan con jóvenes de otros institutos de la ciudad porque “¿Qué haces cuando tienes 18 años? Ir a conocer nuevas burbujas”, apunta la propia alcaldesa. Los padres de los jóvenes intentaban buscar en los vídeos que llegaban de las fiestas masivas de Menorca a sus hijos. A veces los encontraban, a veces sin mascarilla, y algunos volvieron contagiados. 

Pero no solo eso: el 23 de junio se celebra la verbena de Sant Joan y dos días después arrancan las fiestas del pueblo, con un concierto de Oques Grasses que reúne a 3.000 personas y cinco noches seguidas de fiestas en el arranque de un verano cargado de cansancio y con ganas de salir. Resultado: Sant Cugat es de largo la ciudad de España con mayor tasa de contagios de coronavirus, con 1.109 contagiados por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días en una Catalunya que es la región con más contagios de Europa por detrás de El Algarve y Chipre.

En solo quince días, Sant Cugat ha multiplicado por diez sus contagios, en especial entre los jóvenes, y ha contribuido a que en la región sanitaria metropolitana norte de Barcelona la incidencia entre jóvenes de 20 a 29 años sea de 2.424 casos por cada 100.000 habitantes. Por estados, sólo Chipre, un país de un millón de habitantes, está peor que España.



La alcaldesa defiende que la fiesta mayor no ha sido un foco de contagios y apunta a los viajes a Menorca como “el meollo” del gran brote, al tiempo que recuerda que un tercio de la población del municipio tiene menos de 30 años. Es en la franja entre los 16 y los 29 años donde se han registrado la mayoría de positivos en una ciudad con un promedio de edad de 38,92 años, seis por debajo de los 44,9 española. Viajes, juventud, fiestas mayores, relajación de las medidas y también de la precaución por el auge de la vacunación se han agitado en un cóctel irresistible para la variante delta, 2,5 veces más contagiosa que la originaria de Wuhan, que ha encontrado en esta pequeña ciudad arbolada de 90.000 habitantes en medio del parc de Collserola, tranquila pero cercana a Barcelona, un lugar perfecto para pasar los primeros días del verano. Contrasta con la primera ola de la pandemia, que se cebó especialmente con los barrios humildes donde el teletrabajo es un privilegio y compartir piso, una necesidad. 

Aina, que tiene a su hijo de siete confinado porque tenía un positivo en clase, dice que los últimos días en Sant Cugat le han recordado “a aquellas épocas locas de la universidad en la que se encadenaban muchos días de fiesta”. Reconoce que el Ayuntamiento implementó muchas medidas de seguridad y que en los conciertos se cumplieron las medidas, sentados y con mascarilla. Pero fuera de los actos organizados es imposible controlar a toda una población disfrutando primero de la verbena de Sant Joan y después de una de las primeras fiestas mayores importantes que se han celebrado en Catalunya, justo cuando las cifras de contagios estaban mejorando y la vacunación volando a todo trapo. 

No cuesta encontrar a jóvenes que confirmen las tesis de la alcaldesa con experiencias cercanas en las calles de la ciudad sobre Menorca. Lo que cuesta es encontrar a alguno que no tenga a algún conocido infectado o confinado. Santi, por ejemplo, es un joven de 20 años que tiene a dos primos confinados y conoce a diez amigos más que lo están. “Lo cogieron en Menorca, donde fueron también chicos que conozco de otro instituto”, dice. “Mucha farra, mucha farra”, resume sobre los viajes de sus parientes. Se sienta en la mesa de una terraza con unas jóvenes monitoras de un casal de verano, que explican que hay dos niños positivos que han derivado en cuatro grupos confinados. Pero no solo hubo fiesta en Menorca. “De la discoteca Teatre [en el mismo Sant Cugat] corrían vídeos donde no se cumplían demasiado las medidas de seguridad”, apunta una de las chicas, que prefiere no dar el nombre. 

El nombre de la sala aparece mencionado por otras dos chicas entrevistadas. Maria, una de ellas, tiene 15 años y cuestiona la visión de la alcaldesa sobre la fiesta mayor. Acaba de salir del confinamiento, que ha pasado “viendo la tele y hablando por el balcón con las vecinas, que también estaban confinadas”, y tiene ocho conocidos contagiados y unos 20 confinados, todos de la fiesta mayor y de las discotecas Teatre y Lemon, apunta. “Ahora que la gente mayor está vacunada, la gente se relaja un poco porque ya no hay riesgo de contagiarlas, y la verdad es que en las fiestas mayores pues había mucha gente sin mascarilla, gente morreándose unos con otros…”, describe desde la plaza de la estación de ferrocarriles, cerca de un cartel que anuncia la fiesta mayor de finales de junio.



De la estación salen cada pocos minutos decenas de jóvenes. Los de Ferrocarriles de la Generalitat de Catalunya son unos trenes con frecuencia de metro que mueven cada día a miles de personas entre el Vallès y Barcelona. Muchos jóvenes de Sant Cugat estudian en escuelas privadas de Barcelona y en los grupos de jóvenes entrevistados es habitual que haya chicos y chicas de la capital entre ellos, intercambio y movilidad difícil de ver en barrios más humildes. 

En el Centro de Atención Primaria de Sant Cugat, su directora Raquel Hernández reconoce que están “bastante estresados” ante esta quinta ola cuando la mayoría ya ha perdido la cuenta de cuántas van, aunque asegura que “no se ha desprogramado” ninguna visita por el pico de contagios. Las atenciones por problemas respiratorios se han disparado de 100-150 diarias a 250 y Hernández recuerda que “el riesgo del COVID persistente” existe también entre los jóvenes, que aunque mayoritariamente no sufran síntomas graves de la enfermedad pueden desarrollarlo. Cuantos más contagios haya, más posibilidad habrá de que acaben en un hospital o en una UCI, si bien por ahora este es un extremo poco frecuente en la ciudad. “Los profesionales tienen que hacer vacaciones y están agotados y doblando turnos para atender este aumento de incidencia”, señala Hernández, que llama a la prudencia, al uso de la mascarilla y a las distancias sociales. Tres de los trabajadores del centro, aunque vacunados, están confinados por haber dado positivo. 

Desde el consistorio, la alcaldesa pide “medidas específicas” al Govern para la ciudad, ya que ella, dice, no tiene competencias para aplicar ninguna restricción o medida extraordinaria, más allá de señalar que “no existe ahora la opción de ir sin mascarilla, ni siquiera al aire libre”. En efecto, en Sant Cugat la mayoría de jóvenes la usan en la calle a pesar de que ya no es obligatorio. “Esto crece día a día”, lamenta Ingla, que no sabe si se ha llegado al pico y si empezará a doblegarse la curva de contagios en los próximos días. El lunes se reunió con el conseller de Salud, Josep Maria Argimon, y, entre las medidas propuestas, espera que se pueda hacer un testeo masivo a la población para controlar aún mejor los contagios. “El pabellón está listo por si quieren empezar mañana”, concluye.

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