Pues sí, hay dos colectivos en Catalunya. A lo mejor, siendo políticamente incorrectos, dos etnias, dos colectivos culturales. Dos. La crisis económica ha roto la aparentemente rígida cuerda transversal que nos dividía en espacios partidarios y políticos. Se organiza una multitudinaria manifestación el once de septiembre del 2012 y -¡crack!- nos miramos al espejo. Y hay dos tribus, que se despliegan más allá de la procedencia social y preferencias ideológicas de sus miembros. Unos manosean una hermosa palabra, democracia, para forzar a otros a decidir si nos quedamos o nos vamos. Los otros, los españolistas, los unionistas -suena tan mal...!- nos sentíamos cómodos en esta burguesa, plácida, a veces hipócrita indefinición: Catalunya es una nación pero con lazos emocionales con otra nación mayor, España. No nos hagáis decidir, por favor. No nos obliguéis a elegir. Es un ruego pero lo será por poco tiempo. Nos estamos cabreando. El exceso de tertulianos y opinadores soberanistas, como mucho treintañeros, y sin la memoria histórica suficiente para valorar la paz social y económica de las últimas décadas en Catalunya y España, comienza a ser insoportable. ¿Por qué nadie aplaude nuestro desarrollo? Los trabajadores, los obreros, la clase media baja… hemos utilizado servicios públicos de calidad, básicamente la enseñanza pública, para poner el ascensor social en marcha. Y no somos capaces de ver qué hueco nos habéis reservado en ese maravilloso mundo independiente de España. Volvamos a ser indiferentes, unos con otros. Coincidimos en la universidad y hemos montado pandillas mixtas. Coincidimos en el trabajo y nos reímos un montón en las cenas de Navidad. Nuestros hijos comparten extraescolares y nos vemos el sábado en el partido. Incluso nos vamos a tomar juntos una cerveza. Es verdad, nos casamos entre nosotros, los García y Pérez, de segunda generación en Catalunya, por un lado; los Puig y Quintana, por otro. Ese deseo por la choni ilustrada de Castefa será siempre eso: un secreto e íntimo deseo porque nuestras familias juntas en la comida de Sant Esteve…! Horrible, no? Imposible. Así ha sido hasta ahora y no tiene visos que la cosa cambie. Hagamos un esfuerzo. Volvamos a la dulce, cálida, tranquila indiferencia de hace sólo unos meses. Por el bien de éste, nuestro pequeño país.
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