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El blog Opinions pretende ser un espacio de reflexión, de opinión y de debate. Una mirada con vocación de reflejar la pluralidad de la sociedad catalana y también con la voluntad de explicar Cataluña al resto de España.

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La ciudad de los cuidados

Familias en el parque

Laura Pérez Castaño / Mariela Iglesias Costa

Mucho se habla de la ciudad de los cuidados últimamente. Se presenta como un nuevo paradigma pero no siempre se entiende a qué nos estamos refiriendo. Poner la vida en el centro de las políticas ¿Qué significa exactamente? ¿Es una propuesta feminista que se dirige exclusivamente a  las mujeres? ¿Qué implicaciones tiene? ¿Cómo se concreta?

Una manera sencilla para visualizar la idea abstracta podría ser plantearnos las necesidades que se desprenden de la vida que hacemos, la nuestra, la cotidiana, la de todos los días. Esa parte invisible que queda fuera del espacio productivo, desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir. Podríamos llamar al ejercicio: “echarle luz a la vida cotidiana”. Y entonces ponerla en valor, verla de frente, asumirla como la importante. La parte que sostiene todo lo demás. El verbo cuidar es el fundamental en esta ecuación y la aportación de valor concreto y real que hay en él.  Por eso no se trata sólo de mujeres sino de un modelo más humano y real para vivir entre todas las personas.

Esta es una cuestión económica, porque recordemos que la economía se ocupa de la satisfacción de necesidades. Y en la vida cotidiana está todo lo que hacemos para cubrir nuestras propias necesidades y las de quienes nos rodean en este mundo de interdependencia.  Hay toda una serie de cuidados que se reciben y se dan, sin los cuales no podríamos vivir. No podríamos crecer, ni tener salud, ni madurar emocionalmente, ni ir a nuestro empleo, ni estudiar. Si todo lo que necesitamos y recibimos lo tuviésemos que comprar como servicios de mercado, sería imposible.  Por eso se dice que la economía de los cuidados es la que verdaderamente genera la riqueza para la otra economía, la de mercado, esa que vemos con cifras que nos quedan lejos y estadísticas que no hablan de nosotras. 

La ciudad de los cuidados no niega la economía sino todo lo contrario. Plantea una economía que muestre y proteja al mapa completo de la generación de riqueza.

Un detalle que no podemos pasar por alto es que en cuestiones de cuidado la cosa está muy mal repartida históricamente entre ellas y ellos. Los últimos datos en Catalunya nos hablan que mientras que las mujeres ocupan casi cuatro horas diarias en tareas de trabajo no remunerado, los hombres ocupan sólo dos. El doble o la mitad, depende de qué lado se mire; mucha diferencia en todo caso. Diferencia que se traduce en desigualdad,  ya que esta dedicación horaria no queda compensada por trayectorias y preferencias de cada grupo, persona o unidad familiar. En este mundo que oculta la riqueza que producen quienes cuidan, el resultado provoca profundas injusticias y desigualdades. Por eso insistimos en darle luz a toda esa creación de riqueza invisible y trabajar para que no genere explotación, violencia o exclusión, ni dentro de casa, ni fuera. Porque cuando estos trabajos pasan al mercado suelen arrastrar desvalorización y precarización, siendo los sectores más feminizados y más explotados.  

Ahora concretemos. Las políticas de ciudad deben estar orientadas a equilibrar, repartir y reconocer los trabajos de cuidado. ¿Cómo hacerlo? Empezando por todos lados sería una buena fórmula porque así se trabajaría en transversal. Sensibilizar a través de campañas que nos hagan darnos cuenta; educar en igualdad y en autocuidados a quienes son más peques pero también a todas las personas que compartimos la ciudad, asumir que somos seres que necesitamos de los otros y así valorar la interdependencia. Garantizar derechos, ofrecer servicios que liberen y acompañen a quienes están más sobrecargadas. Y asegurar la participación de todas para definir cómo queremos que sea el espacio público, las infraestructuras de la ciudad, cómo queremos movernos y qué movilidad debemos priorizar; qué horarios preferimos para los servicios educativos, sanitarios o de los comercios…decisiones que deben tomarse en base a la cotidianidad de los habitantes de la ciudad. Incorporemos las voces que quedan silenciadas y que tomen  la palabra para saber qué necesitan y qué propuestas concretas tienen. Porque así haremos de las ciudades espacios sostenibles, amables, accesibles e inclusivos.

En definitiva, la ciudad feminista es la que se gestiona y planifica en sus dinámicas y sus formas, entendiendo cuánto la usamos y la necesitamos para hacer todo aquello que nos permite vivir.

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