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Hasta conseguirlo. Traición a la tradición en el Born Centre Cultural.

El alcalde de Barcelona Xavier Trias (d); el teniente de alcalde de cultura Jaume Ciurana (i); el director de Patrimoni de Museus i Arxius del Institut de Cultura, Josep Lluis Alay (2d); y el director del Born Centre Cultural , Quim Torra (2i)

José Mansilla

Observatori d'Antropologia el Conflicte Urbà (OACU) —

El control sobre el uso del espacio urbano genera conflictos entre los usuarios, los vecinos, y los poderes institucionales y económicos de las ciudades. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en la inauguración, hace ahora un año, del Born Centre Cultural, la gran instalación localizada en el antiguo mercado de abastos del barrio de la Ribera, parte del cual fue rebautizado hace tiempo como el Born. Su inauguración oficial el 11 de septiembre de 2013, coincidiendo con la Diada de la Vía Catalana, fue contestada por parte del vecindario así como por parte de los trabajadores de SAPIC, la contrata encargada de la rehabilitación del edificio y que poco tiempo después entró en concurso de acreedores. Unos pedían poder cobrar las última nóminas debidas, y los otros, organizados por la Asociación de Vecinos “Casc Antic”, más espacios verdes y plazas de aparcamiento, así como denunciar unas obras que supondrían la privatización de parte de las calles y el último toque a la conversión final del barrio en un elemento más del eje turístico de franquicias y recuerdos de Barcelona.

El conflicto era obvio y las protestas fueron muy significativas. Todos juntos consiguieron concentrar unas docenas de personas que, llevando grandes carteles con letras rojas donde era posible leer frases como “No queremos vuestros proyectos urbanísticos” o “SAPIC paga a tus trabajadores” hicieron necesaria la intervención de la Guardia Urbana para permitir el paso de los políticos a la inauguración. Bajo el paraguas del nuevo Plan de Usos de Ciutat Vella, aprobado el julio de ese mismo año, el Ayuntamiento de Barcelona diseñó para el Born un proyecto donde se privilegia el uso privado y comercial del espacio: más bares y restaurantes con áreas más amplias para terrazas, la posibilidad de nuevas licencias para hoteles i hostels, etc. La intención es dar otra vuelta de tuerca al barrio como escaparate de la Barcelona turistificada. Como señalaba un vecino de la zona, “han echado a la puta calle un montón de abuelos y familias que vivían donde ahora hay todos los talleres de artistas multicultiguay […] hoteles, o museos Picasso o bistró de última generación”.

Un elemento que añade interés a todo el proceso, es el uso de la memoria colectiva de la ciudad para justificar las obras. El espacio debía haber albergado una gran biblioteca propiedad del Estado aunque, después de descubrir los restos de la ciudad antigua, se decidió trasladarla a parte de las instalaciones de la actual Estación de França. La Ribera sufrió una gran transformación con la rendición de Barcelona al final de la Guerra de Sucesión en 1714. El rey Borbón, Felipe V, destruyó una gran parte de la ciudad para poder construir un bastión militar desde el que poder controlar la Barcelona rebelde. Mucho más tarde, en el siglo XIX, las murallas de la ciudadela fueron demolidas y su espacio transformado en el actual parque. El punto interesante de todo esto es el uso de la Historia que el actual Ayuntamiento de Convergència i Unió (CiU) ha hecho con respecto a las obras. El Centro Cultural está lleno de referencias históricas al 1714 y a la pérdida de soberanía de Catalunya. El día de la inauguración, una instalación artística localizada en los balcones de los edificios cercanos, recordaba y mostraba pancartas con los apellidos de las familias que habían nacido en el barrio hacía 300 años, una de ellas la del propio artista. De las clases populares y trabajadores o de los desplazados recientes de la Ribera, no había señales.

Este es un buen ejemplo, como señalaba antes, de que la ciudad se ha convertido en un objeto muy valioso, un elemento en disputa, donde el urbanismo aparece como un sistema ideológico y técnico para proyectar y justificar acciones. Bajo una apariencia positiva y humanista, se esconde el dominio del espacio.

Hoy día, las terrazas se muestran vencedoras y los fines de semana, a un lado del antiguo mercado, todavía hoy es posible ver a miembros de la AAVV “Casc Antic” dando información y recogiendo firmas de apoyo a sus actividades de denuncia en el barrio. En los balcones continúan colgadas algunas pancartas, pero estas ya no muestran antiguos apellidos de vecinos muertos, si no reclamos contra el Ayuntamiento y sus políticas sobre los vivos.

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