Lo digo desde la humildad de quien propone un diálogo y no desde el maquiavelismo de quien malmete ideológicamente. Me sorprende ver la agresividad, la dureza y la ignorancia de los planteamientos de quien habla que en Cataluña se vive un clima políticamente asfixiante. En el caso de algunos personajes públicos intuimos a menudo un remanente claro de elitismo, hablan sin mirar alrededor y despreciando una vez más lo que pasa a la gente normal y corriente. Dan a entender que todos los que piensan en clave independentista son varios cientos de miles de alienados embaucados por cuatro políticos desaprensivos que los llevan al abismo sin que se den cuenta.
Es una visión muy elitista, repito, que no contempla que ningún proceso (ni el soberanista ni el de pedir justicia social, por ejemplo) se pueda hacer de abajo hacia arriba, sin una participación directa de los partidos políticos. Todo es un juego partidista, para ellos. Pero claro, la base social que participa en acciones como la que mencionamos, no es gente con el cerebro ideológicamente vacío, tienen unas convicciones. Lo que pasa es que las defienden sin pasar obligatoriamente por los partidos, o si eres militante (que los hay y es normal) sin seguir obligatoriamente todos los postulados de tu partido. La Asamblea Nacional Catalana es independentista . Por lo tanto, es lógico que muchos de sus adherentes sean de ERC. Otra cosa, y bien distinta, es que, tal como empiezan a decir desde Madrid, irresponsablemente y calcando su actitud ante los vascos, la ANC es la marca blanca de ERC. Decir esto es otra muestra de simplificación, de ignorancia y de elitismo. Y que desprecia los miles y miles de personas de la ANC que no son de ERC.
Es el mismo punto de vista sesgado del historiador Joaquim Coll, del PSC, cercano al grupo españolista Sociedad Civil Catalana, diciendo que en Cataluña vivimos en un clima de coacción. Yo, esta coacción no la veo por ninguna parte. Lo que sí veo es un enfado, una molestia, por tener que mezclarse en un clima de discusión política potente, parecido al que puedes encontrar en otros países, en torno a una cuestión importante... y que al señor Coll no le interesa mucho.
Por primera vez, en la calle hay un tema de discusión inédito, el del soberanismo, que centraliza la atención política y mediática, y que se hace muy pesado para algunas personas. Es una cuestión que interesa, que moviliza a mucha gente y, por tanto, se encuentra en el centro del interés público. Su simple presencia ya estorba y, además, provoca que muchos se sientan coaccionados. O hablamos de lo que yo quiero y como yo quiero, o me sentiré coaccionado. La cuestión, en mi opinión, es simple: No están acostumbrados. El independentismo, no hace mucho tiempo aun se miraba con una sonrisa de suficiencia por todo el arco parlamentario catalán, incluyendo CiU. Incluso en época del tripartito, con ERC tocando poder, se pensaba que era coyuntural. Eran un grupo de descamisados (el presidente Pujol les decía: “ votad, ahora que sois jóvenes, a ERC, que cuando seáis mayores, ya me votaréis a mí”), unos desgraciados que además, eran minoritarios . La misma palabra “independencia” parecía proscrita.
Muchos de los comentarios que encuentras en Cataluña, aun ahora parecen fruto de este sentimiento de rechazo casi clasista. Por eso les parece que hay coacción, no hay proporcionalidad, porque, simplemente, no están acostumbrados a la presencia efectiva de esta realidad, que ha crecido tan rápido. Es el rechazo de las élites ante las masas. Cuesta habituarse. Pero es lo que hay. Y además, pase lo que pase en noviembre, esta vez están para quedarse. Porque atención, hay un punto de vista que no mencionan porque no les interesa y es el siguiente, una buena cantidad de la gente más o menos cercana al independentismo (como solución de muchos problemas , incluyendo el sanitario, el educacional, el laboral, etc.) llegamos a él desde la reflexión, no desde el encantamiento. Por la sencilla razón de que hace unos años no éramos independentistas.
Creíamos en una solución basada en el diálogo con España. Pero ahora, vemos que la clase política española todo lo que hace es exclamar que nada se puede hacer fuera de la Constitución sabiendo al mismo tiempo que quien quiera cualquier reforma debe pasar por las mayorías cualificadas del Parlamento español (lo que equivale a no admitir ningún tipo de cambio). Es decir, no hay posibilidad de diálogo por esta vía.
Por la vía estrictamente de la voluntad política de los gobernantes, tampoco. Por tanto, la propuesta de la clase política española mayoritaria es: sin pasar por este procedimiento, ni os escuchamos. Asimismo, todos sabemos que pasar por este procedimiento implica que no se permitirá nada. Ah, y además, vosotros, cientos de miles de personas que aspirabais a otra cosa, os aguantais y os quedais quietos y enjaulados. Como ocurrió con Ibarretxe y los vascos. A mí me parece que, ahora mismo, la cosa no va por ahí.