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El ministro Wert afirma que la escolarización en catalán crea independentistas. No, señor ministro, lo que crea son generaciones y generaciones de catalanes y catalanas capaces de vivir libre y igualitariamente el tesoro de la cultura y de la lengua de su país, al mismo nivel, tanto si son catalanohablantes como castellanohablantes. Gracias al escolarización en catalán, señor ministro, hoy, ningún joven sufre la discriminación de no poderse desarrollar en igualdad de condiciones, a todos los niveles, personal, laboral, social, etc. en su país. Y esta realidad la tienen más que presente en las barriadas y zonas mayoritariamente castellanoparlantes de Cataluña. ¿Por qué? La razón es que en su momento una amplísima mayoría de la sociedad catalana, ante la debilidad del catalán, decidió que valía la pena probar técnicas como la inmersión: La presencia del castellano en el 90% de la vida pública no hacía - ni hace- temer nada por su situación en Cataluña a los catalanes castellanoparlantes (ni a los catalanohablantes, si me apuran). Pero la del catalán, sí. De ahí el acuerdo lingüístico con respecto a la escolarización (el cual, por cierto, hay que recordar una y otra, ante las mentiras reiteradas de periodistas y políticos de Madrid, que afecta sólo a la enseñanza primaria). Pero, desgraciadamente, como esta línea es contraria al pensamiento de la España unida, de la España madre (como decía José Bono) con sus hijitos (las regiones), acaba provocando muestras continuas de irritación.
De entrada, pues, con afirmaciones como ésta, es el ministro Wert, quien crea independentistas. Estos ministros y presidentes autonómicos del PP no se explican bien. Y después tienen que rectificar. Pero de entrada experimentan lapsus linguae de lo más jugosos que proyectan el problema ancestral de fondo: Cualquier discrepancia sobre el sentimiento de pertenencia a España, sobre una supuesta esencia de España, se siente como intolerable. Y es recibida como una agresión. No lo entienden. Y por eso lo traducen a la única escala que la política española conoce desde la Transición: La lucha política.
Y ese es el segundo punto que queríamos tratar, a partir de las declaraciones del ministro Wert: En España, todo es lucha política. No existe la gente, sólo los políticos, que lo dirigen todo. Es una herencia directa del franquismo que, por cierto, sólo en el presente comienza a borrarse gracias a las novísimas generaciones (indignados, soberanismo, etc.), Las cuales, sobre todo en la política española, demuestran que algo está cambiando . En Cataluña, la sociedad civil, sin que sea tanto como se dice y se quisiera, existe. Y de qué manera. En Cataluña, les guste o no, hay cientos de miles de personas anónimas que dedican parte de su tiempo, voluntariamente, a la acción social y política. No partidista. Es obvio que los partidos intentan capitalizar y manipular movimientos sociales, pero no siempre salen. Al menos, no siempre se salen al cien por cien. La organización de las consultas por la independencia, tan ridiculizadas por los políticos españoles en su momento, fueron un ejemplo-y un aviso clarísimo- de lo que la sociedad civil catalana podía llegar a hacer. Ni el gobierno español ni el catalán le dieron la importancia que tenía como movimiento de fondo. La gente en torno a los organizadores de la diada de este año, la ANC, es evidente que eran independentistas (la sociedad civil tiene ideología) pero la transversalidad política era la norma. De ahí el éxito de la convocatoria.
El ministro Wert, intoxica, hace política y desprecia a la población haciendo declaraciones como la que comentábamos. No le interesa la gente afectada por su ministerio, hace como todos: Cualquier oportunidad es buena para asegurar un voto.
La sociedad civil es indipensable. El movimiento de los indignados españoles –o en otro orden de cosas, el del soberanismo- lo están demostrando a una clase política rancia que no sabe qué hacer.