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Sobre este blog

'Personal' es un blog por el que desfilarán los personajes más significativos de la actualidad catalana, con las palabras del periodista Xavier Ribera y la mirada artística del ilustrador Jaume Bach.

Manuel Valls, un 'espingouin' blairista

Xavier Ribera

Al sur de Francia se utiliza una curiosa contracción de palabras con las que definen los españoles: 'espingouin', que viene de la fusión de español y pingüino. Hay distintas versiones que justifican la expresión, pero en resumen describe los autocares de españoles que van a Francia y forman una coreografía de personajes que se mueven como lo hacen los singulares pájaros. Para entendernos, es como el gabacho que aquí usamos despectivamente para hablar de los franceses.

A pesar de su nacimiento barcelonés, Manuel Valls le queda poco o nada de 'espingouin' o, en todo caso, es un 'espingouin' muy afrancesado. Por otra parte, seguramente debe ser más fácil que lo tilden de gabacho aquí que de 'espingouin' allí. El flamante nuevo Primer Ministro de Francia por designación del presidente François Hollande hace bastantes años que adquirió la nacionalidad francesa por naturalización (1982); desde entonces su ascensión política ha sido imparable.

Antes de primer ministro, Manuel Valls Galfetti (1962) fue alcalde de Évry y diputado de la Asamblea Nacional de la primera circunscripción de Essonne. La victoria de François Hollande le llevó al ministerio de Interior y el posterior desgaste del gobierno socialista lo ha convertido en primer ministro. Antes, Valls trabajó como asesor en materia de juventud para el primer ministro Michel Rocard y ocupó el cargo de asesor de comunicación del primer ministro Lionel Jospin. En 2011 se presentó a las elecciones presidenciales del Partido Socialista, en el que milita hace muchos años, para las elecciones del año siguiente, pero al ser el candidato menos votado del proceso de primarias apoyó a François Hollande.

Se le sitúa en la extrema derecha del socialismo francés, del ala social-liberal y confeso blairista. Dice y reitera amor socialista, pero muchos gestos lo acercan a preceptos merkelianos y demasiado a menudo se le puede confundir con Sarkozy; desde la izquierda y las ONG francesas se le acusa de 'lepenización'. Como ministro del Interior se mostró muy expeditivo en la repatriación de inmigrantes indocumentados y mantuvo un discurso extremadamente crítico contra la comunidad gitana francesa. Todo ello, lejos de castigar su popularidad, no paró de aumentarla hasta convertirlo en el ministro mejor valorado de un gobierno bajo mínimos y convertirlo en el salvavidas del presidente Hollande.

Pero Valls, de reconocido y admirado talento, sabe que el reto al que se enfrenta es mayúsculo. Las elecciones municipales francesas visualizar el distanciamiento del gobierno con el electorado. Ahora, el barcelonés promete devolver a Francia la esperanza en el futuro y sabe que el tiempo no le juega a favor, que la paciencia francesa se agota por momentos cansada de sacrificios sin resultados. Por si fuera poco, la historia de Francia explica cómo de débil puede llegar a ser la figura de su primer ministro, peón sacrificable para salvar la vida del presidente, y si no que se lo pregunten a Jean-Marc Ayrault.

Y si las cosas van mal, talvez que ni siquiera podrá consolarse disfrutando de las victorias de su admirado FC Barcelona.

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