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Los 77.000 votos que se fueron con Artur Mas y le quitaron a Puigdemont el liderazgo del independentismo

El presidente del PDeCat, David Bonvehí (i), la candidata a la presidencia de la Generalitat, Àngels Chacón (c), y Joana Ortega (d), junto a su equipo, el pasado domingo.

Pol Pareja / Victòria Oliveres

15 de febrero de 2021 22:19 h

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El último día de campaña, la candidata del PDeCAT, Àngels Chacón, aseguró que votar a su partido “valía por tres”. Servía para consolidar la “mayoría independentista”, para “frenar” a los anticapitalistas de la CUP y como garantía de tener un “buen Govern”. Finalmente el voto a esta formación heredera de Convergència no ha servido de nada: 77.000 sufragios independentistas no han obtenido representación parlamentaria y además han inclinado la balanza del secesionismo hacia ERC.

¿Cómo le habría ido a Junts si no hubiese roto con el PDeCAT en septiembre, meses antes de las elecciones? La pregunta corrió ayer por ambas sedes electorales, especialmente por la de la candidatura liderada por el expresidente Carles Puigdemont y Laura Borràs. Por primera vez desde que empezara el procés, será el partido de Oriol Junqueras quien lleve la batuta del independentismo tras obtener 35.000 votos y un escaño más que Junts.

Sin mencionarlos directamente, Puigdemont hizo una referencia a esa relevante bolsa de votos del PDeCAT que se han ido a la basura y que les han hecho perder ante ERC. “Hemos ido divididos y hemos perdido miles de votos que no han tenido representación”, lamentó el expresident desde Waterloo.

Si todos los votos que ha obtenido el PDeCAT hubiesen ido a una coalición de este partido con Junts, la candidatura de Laura Borràs hubiese obtenido 35 escaños, ERC 32 y el PSC 31. Esta hipotética coalición no hubiese alterado los resultados ni en las provincias de Tarragona ni Girona, pero en cambio sí que hubiese tenido efecto en Lleida y Barcelona.



Un camino tortuoso

Desde que el PDeCAT naciera con la refundación de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) a finales de 2016, el partido ha tratado sin éxito de encontrar su espacio en la política catalana. Hasta la fecha, la formación se había presentado incardinada dentro de los proyectos liderados por Carles Puigdemont, nunca en solitario. Acuciados por la falta de un cabeza de cartel con tirón y por la ascendencia del expresident en el independentismo, el partido se presentó en 2017 bajo la marca Junts per Catalunya, una fórmula que repitió en las dos generales, las europeas y las municipales de 2019 y que le otorgó representación en el Congreso de los Diputados, así como la vara de mando en 170 Ayuntamientos catalanes. 

El PDeCAT permanecía siempre en un segundo plano a pesar de que gracias a ellos la candidatura de Puigdemont tenía presencia en los medios durante las campañas y subvenciones electorales. Las tensiones, sin embargo, fueron en aumento y llegaron a su cénit el pasado septiembre cuando el entonces president de la Generalitat, Quim Torra, decidió cesar a la única integrante del PDeCAT en el Govern que no se había sumado a Junts, la entonces consellera de Empresa Àngels Chacón. 

Durante los meses previos, el partido había sido testigo de la marcha de sus principales líderes –especialmente los presos Jordi Turull, Josep Rull y Quim Forn– para unirse al nuevo proyecto de Puigdemont. El único que se mantuvo fiel a la antigua marca fue el expresident Artur Mas, que ha participado en varios actos de la campaña de Chacón –aunque casi siempre de manera telemática– y pidió el voto para la exconsellera de Empresa. El PDeCAT también obtuvo durante la campaña el apoyo del PNV, a quien el partido pretendía asemejarse reivindicando su experiencia de Gobierno y el papel de bisagra en el Congreso. A medida que avanzaba la campaña, los reproches con la candidatura de Laura Borràs iban en aumento.

La aventura en solitario del PDeCAT ha resultado ser un fracaso. El mensaje centrista y la defensa de un independentismo moderado no han obtenido su recompensa y se han quedado a las puertas del Parlament. El partido no llegó al 3% de los votos necesario para obtener representación –se quedó en un 2,68%– a pesar de haber superado a PP, Ciutadans y Comuns en la provincia de Lleida, donde obtuvieron el 4,5% de las papeletas.



Es cierto que el partido ha obtenido mejores resultados en algunos municipios cuya alcaldía está en manos de sus principales cuadros. Aun así, en ninguno de ellos el PDeCAT ha logrado imponerse y ni siquiera está entre las tres principales fuerzas. “No podemos estar contentos con el resultado”, afirmó el domingo Chacón. “Lamentamos que el independentismo no esté condicionado por una fuerza de centro”.

En Mollerusa (Lleida), donde el alcalde es Marc Solsona, portavoz del partido y cabeza de cartel en Lleida, el PDeCAT ha sido la cuarta fuerza con el 8,15% de los votos, por detrás de Junts –que obtuvo el 30,66%–, ERC y el PSC. También en Igualada, el municipio de Chacón y cuyo alcalde, Marc Castells, figuraba como 'número 3' por Barcelona, el PDeCAT ha sido cuarta fuerza con el 9,4% de los sufragios.

En Lloret de Mar (Girona), donde el partido tiene también la alcaldía, han sido relegados a la séptima posición con el 4,68% de las papeletas. En Reus (Tarragona), una de las principales ciudades (más de 100.000 habitantes) en poder del PDeCAT, la formación ha sido la novena fuerza con apenas 1.000 votos (el 3% de los sufragios). El partido solo se impuso en seis municipios de Lleida –Preixens, Bellmunt d'Urgell, Aitona, Vilaller, Baronia de Rialp, Ivars de Noguera– y en Forès (Tarragona), el pueblo más envejecido de Catalunya.

A pesar de que el partido retiene implantación territorial gracias a los 170 alcaldes y presencia en las cuatro diputaciones catalanas, el futuro se aventura difícil para el PDeCAT, cuyo principal activo también recae en los cuatro diputados del Congreso que pueden ser determinantes para el resto de la legislatura de Pedro Sánchez. La candidatura de Chacón se ha gastado más de 1,2 millones de euros en la campaña electoral –casi tanto como Junts– y desde el pasado mayo intenta cuadrar sus cuentas después de haber iniciado un Expediente de Regulación de Empleo a sus trabajadores. 

Está por ver qué sucede con los principales dirigentes del partido, desde Chacón hasta Solsona, pasando por David Bonvehí o Marc Castells, una generación de cargos que hace apenas cuatro años parecían ser llamados a liderar la nueva etapa de Convergència. A pesar del descalabro, Chacón aseguró el domingo que la política es una “carrera de fondo” y que la formación no desaparecerá. “El PDeCAT sigue siendo un partido con proyecto y un espacio que existe y seguirá existiendo”, aseguró.



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