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El junquerismo sigue vendiendo amor

Junqueras, durante su intervención en la comisión del 155.

Neus Tomàs

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Hace tres años, Oriol Junqueras soltó una frase en una entrevista en RAC-1 que se acabó convirtiendo en una especie de mantra en ERC y en un lema para sus colaboradores: “El junquerismo es amor”. A la práctica, este eslogan más propio de un manual de autoayuda que de un argumentario político, se traducía en no responder en público a los ataques de los adversarios (ni tampoco a los de los socios de gobierno) y en intentar no dar titulares a los periodistas. Desde ese 11 de enero del 2017, la vida de Junqueras ha cambiado mucho, cabría pensar que a peor, aunque escuchándole este martes en su comparecencia en el Parlament puede llegarse a la conclusión de que o bien es un buen actor o lleva su estancia en la cárcel mejor de lo que sería natural.

Aquí van tres de las frases que dejó caer, como siempre sin papeles, en su intervención ante los integrantes de la comisión que investiga la aplicación del artículo 155 y que sirven para ilustrar el estado de ánimo del que fuera vicepresidente del Govern: “Estoy feliz, como casi siempre”, “no tenemos miedo, no lo hemos tenido nunca y menos ahora; la cárcel es un paso más hacia la libertad” y “no deseamos nunca ningún mal a nadie”.

Donde reina el amor, sobran las leyes, escribió Platón, y Junqueras hizo suya esta máxima al dedicar muy poco tiempo a hablar del 155 y, en cambio, mucho a filosofar. Apareció Séneca y su zasca a Nerón: “Tu poder radica en mi miedo: ya no tengo miedo, tú ya no tienes poder”, y también Thoreau, el empresario y filósofo norteamericano que se ha convertido en uno de los nombres preferidos de los presos independentistas por ser un ideólogo de referencia de la desobediencia civil.

Junqueras, arropado por la plana mayor de ERC, con su mujer Neus discretamente sentada entre ellos, y con el actual vicepresidente y delfín, Pere Aragonès, a su lado, acudió al Parlament a proclamar que los republicanos han decidido que enarbolan la bandera del diálogo (la expresión es suya) y que no piensan amedrentarse (como demostraron el día anterior al plantarle cara al presidente Torra). Eso sí, con el mismo tono del profesor que nunca ha dejado de ser, ese estilo que tanto gusta a los suyos y que pone de los nervios a sus adversarios, evidenció que la bandera del diálogo no es una bandera blanca e insistió en que su apuesta sigue siendo la celebración de otro referéndum. 

Descontada la cúpula y los asesores de ERC, la mayoría de los presentes en la sala en la que se celebró la comisión habían hablado en algún momento con Junqueras durante estos más de dos años que lleva en la cárcel. Es el caso del diputado de los 'comuns' en el Congreso Jaume Asens, –al que le tocó estar en la misma fila que a Pilar Rahola– o de los periodistas que estaban en la sala.

En cambio, para los diputados de Ciudadanos era la primera vez que tenían delante a Junqueras desde que entró en prisión. A diferencia de socialistas y populares, que no asistieron ni a esta ni a ninguna de las sesiones anteriores de esta comisión, los de Ciudadanos hicieron una excepción. Aunque solo fue un ratito porque ni siquiera se quedaron a escuchar la respuesta de Junqueras a sus preguntas.   

Lorena Roldán, en una intervención íntegramente en castellano (había muchas cámaras y no solo de medios catalanes) denunció que el líder de ERC no hubiese pedido perdón en todo este tiempo y le espetó que no es ningún mártir. “¿No se arrepiente del daño provocado a los catalanes?”, le preguntó sin esperar a ver qué le contestaba Junqueras. La respuesta posterior fue que no tenía inconveniente en excusarse ante los ciudadanos a los que pudiese haber causado “malestar”. Sonó a excusatio non petita pero es más de lo que han reconocido otros artífices del procés.

Junqueras fue la estrella de la jornada, como se comprobó en la expectación creada. El resto de presos que desfilaron después por la comisión dejaron un mensaje incómodo sobre todo para los que, fuera de la cárcel, toman ahora las decisiones. Jordi Turull fue uno de los que habló más claro para recriminar el espectáculo dado por los partidos independentistas el día anterior en el Parlament. “Ahora sí que me meteré en un avispero: en prisión, cuando vivimos momentos tristes es cuando vemos episodios como el de ayer [por el lunes]. Si quieren que encerrados en la celda seamos más felices, ya sé que no es lo que debería decir, pero episodios como los de ayer, por favor, no los hagan; están a tiempo”, lamentó el que fuera conseller de Presidència.

Quim Torra no estaba en la sala para escucharle. Había recibido a primera hora a los presos a su llegada a la Cámara, con abrazo incluido a Junqueras, pero a media mañana se trasladó al Palau de la Generalitat para empezar a deshojar la margarita. Son más los que le piden que no convoque aún las elecciones aunque la última palabra solo la tiene él.

Lo que Torra no podrá ofrecer a los presos de JxCat ni a los votantes que estos días se lamentan es la unidad independentista que reclaman para que no se repitan días “tristes”, que es como calificó Quim Forn el pleno de este lunes. “No necesitamos peleas de postureo”, remató Dolors Bassa. Nunca hubo unidad, tampoco cuando Junqueras, Turull, Forn y Bassa compartían gobierno. Pero entonces había un objetivo común, celebrar el 1-O, gente en la calle animándoles y un esfuerzo por intentar disimular en público las diferencias.

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