El Gobierno de Rajoy, atrapado en las brasas del 155
Mariano Rajoy ha decidido no moverse ante el órdago de Quim Torra. El decreto de nombramiento de los consellers no se publicará mientras haya entre ellos personas presas o reclamadas por la justicia y, sin el nombramiento del Govern, el 155 sigue activo. El Gobierno se ha metido así en un bucle jurídico, pues hay dudas legales tanto sobre la decisión de no publicar un decreto como de la forma en la que se puede dar fin a la intervención de la autonomía. Nadie sabe en estos momentos cómo se sale del 155.
Torra ha actuado como estaba previsto. Había prometido ofrecer la “restitución” a todos los consellers destituidos y el sábado acabó nombrando a los que han aceptado. Pero la maniobra del nuevo president va más allá, porque su equipo es perfectamente consciente del grado de tensión que introduce en las instituciones del Estado con esta designación. Colocando la pelota en el tejado de Moncloa, Torra obliga a Rajoy a decidir entre publicar un decreto con el nombre de los acusados de rebelión o pisar la línea roja legal de no publicarlo.
Probablemente nada se desbloqueará hasta que el Tribunal Constitucional se acabe pronunciando. Una situación que el Gobierno no esperaba y en la que deberá hacer malabares entre unas medidas del 155 pensadas para la ausencia de Govern y la existencia de un president nombrado legalmente y con poderes. Nadie previó que las brasas de un 155 que debía haber acabado esta semana quemasen más que las llamas.
JxCat sabe que la crisis catalana no está saliendo barata a Rajoy. Hace un año el CIS colocaba al PP sobre la cómoda barrera de seguridad del 30% de intención de voto, mientras Ciudadanos no era capaz de superar el 15%. El último barómetro, de abril pasado, dibujaba a los dos partidos de la derecha casi empatados, en el 24 y 22,4% respectivamente. Con esas cuentas, Moncloa ha tratado de poner puente de plata al independentismo para que formase cuanto antes un gobierno legal. Y este ha respondido a regañadientes.
“El PP quiere que lo de Catalunya se pase, así como quien deja pasar la gripe. Y esto no se pasa; o acabas con ello o no se va solo”, criticaba hace unas semanas un dirigente catalán de Ciudadanos. El partido de Albert Rivera describe picos más altos en las encuestas cuanto más empeora el diagnóstico. Por eso Ciudadanos receta mantener el 155 e incluso endurecerlo, contra un Rajoy que mira desesperado el termómetro del paciente. Torra, en medio de la escena, estornuda.
Solo Ciudadanos capitaliza la fiebre catalana, mientras el PP se enreda en la gestión de la administración de la Generalitat. Pero no es solo Catalunya. A Rajoy le hacen falta los votos del PNV para sacar adelante los presupuestos, y los vascos reclaman que vuelva la normalidad al Govern para darle su apoyo. Con ellos, el PP tiene garantizada la estabilidad casi hasta 2020. Normalidad es lo único a lo que Rajoy aspira pero, de momento, seguirá sin poder garantizársela a Íñigo Urkullu.
Mientras tanto, en la sala de máquinas de JxCat la recuperación de la legitimidad anterior al 155 ha pesado más que cualquier cosa. Han priorizado la elección de un president, Torra, subordinado con claridad a Puigdemont antes que uno que no tenga una hemeroteca capaz de dinamitar su mandato antes de comenzarlo. Ni siquiera les ha importado confeccionar el Govern menos paritario de los últimos 15 años.
El componente principal de la estrategia de la restitución que sostienen los de Puigdemont tiene que ver con mantener la tensión a cualquier precio. Así intentan, por un lado, que el Gobierno cometa errores que puedan pasarle factura en el futuro, por ejemplo ante la justicia internacional. Por otro lado, tratan de poner al Estado ante el espejo de la sociedad catalana, en un memorial de agravios interminable y que hace tiempo que no mueve la frontera, casi trinchera, establecida entre el voto independentista y su contrario. “El problema del bloque del 155 es que no acepta que perdió las elecciones que él mismo había convocado”, repiten en JxCat.
Con esta voluntad desenmascaradora de las que llaman “verdaderas intenciones del Estado”, JxCat ha tratado de investir hasta a tres candidatos, todos fallidos en circunstancias diversas, y por la misma razón Torra ha retado ahora a Rajoy nombrando a los consellers presos. Poner constantemente la pelota sobre el tejado de Moncloa se ha convertido en la principal y casi única hoja de ruta de un Carles Puigdemont que se niega en redondo a dar por fracasada la intentona independentista comenzada en septiembre.
“No quieren repetir las elecciones y no quieren gobernar. Solo quieren mantener la promesa electoral de la restitución aunque choque con la realidad”, se queja un dirigente de ERC sobre sus socios, alarmado ante la tranquilidad con la que se toma el nuevo president la posibilidad de un 155 redoblado y, ahora, sin final previsto. Los republicanos han puesto el piloto automático en lo que al Ejecutivo respecta y se limitan a cruzar los dedos para que en JxCat sepan qué están haciendo. Mientras, ellos tratan de rehacer un partido decapitado y pensar en cómo pertrecharse mejor para el nuevo embate independentista, que sitúan a unos años vista.
El binomio Puigedemont-Torra está en la tesis contraria y apuesta por mantener las espadas en alto. “Estamos en contacto con el Gobierno y no se deciden en ningún sentido. Lo único cierto es que están hartos de nosotros”, asegura, divertida, una persona del entorno presidencial. Además del hartazgo, lo único seguro para Moncloa es que la fiebre no deja de subir y, con ella, la temperatura de las brasas de un 155 que achicharra al PP en favor de Rivera.