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La rebelión de un grupo de jugadoras del Terrassa FC deja en evidencia el machismo en los campos de fútbol

Imagen difundida por el Terrassa FC este viernes

Roger Requena

Cómo fenómeno aglutinador de masas, el fútbol no es ajeno a los problemas que vive la sociedad que lo integra. Además, en un momento en el que las redes sociales permiten que cualquier noticia dé la vuelta al mundo en cuestión de segundos, y en el que la sensibilidad con cuestiones como el racismo o el sexismo están a flor de piel, un incidente en un partido de fútbol local puede convertirse en un cóctel molotov de alcance global. Eso mismo sucedió el pasado sábado 2 de febrero, en el estadio municipal Olímpic de Terrassa, a pocos kilómetros de Barcelona. El partido en cuestión, un Terrassa B-Escuela de Fútbol de Viladecavalls, correspondiente a la decimoquinta jornada del grupo 2 de la segunda división nacional femenina. Un duelo del que nadie hubiera hablado de no ser por la protesta feminista que realizaron conjuntamente las jugadoras, entrenadoras y familiares de ambos equipos, que se sentaron en el centro del campo tras denunciar que habían recibido insultos machistas de algunos jugadores de uno de los equipos de veteranos del mismo club local.

El alcance de la polémica les ha dejado, a todos, perplejos. Ellos niegan las acusaciones y se plantean demandar un acta arbitral que recogió una cascada de insultos rescatados del manual del machista tabernario: “Iros a la cocina, iros a fregar, sois unas mierdas, sois unas guarras”. La noticia logró un gran alcance en pocas horas y la decisión final del Terrassa FC fue la de retirar el equipo de veteranos de la competición. No fue una resolución sencilla, dada la falta de claridad del conflicto de testimonios, pero la entidad tuvo mano firme en un posible caso de sexismo ante el cual las jugadoras se rebelaron. Se trata, sin embargo, de un tema delicado que aún escuece en la ciudad 'egarense'.

Hechos. En pleno partido entre el filial del Terrassa FC y el Viladecavalls, poco antes del descanso, una jugadora local, Alicia, sufre una lesión en su pierna izquierda que le obliga a ser atendida por los médicos del club. El partido, que había empezado con algo de retraso, se ve prolongado dado que la jugadora local requiere de la atención de una ambulancia, situación que provoca un evidente nerviosismo entre las chicas del equipo local. Una de ellas, la portera, es su hermana, Paula. Pero las visitantes querían jugar. “Estaban un poco afectadas y querían suspender el partido. Les pregunté a mis jugadoras y no querían, así que les comenté a los técnicos del Terrassa que un partido masculino no se suspendería por una lesión, aunque fuera grave, y que consideraba que tenían que animar a sus chicas para que salieran al campo de nuevo a darlo todo en la segunda mitad”, comenta a eldiario.es Vero Fernández, entrenadora del Viladecavalls.

De los reproches al incendio

En ese momento, entran al recinto del estadio los jugadores del equipo veterano del Terrassa, que a las 19h, cuando debía concluir el partido femenino, jugaban contra el Júpiter, un club de Barcelona. Uno de ellos, fisioterapeuta, se acercó al césped para preocuparse por ella. “Nos acercamos a preguntar qué había ocurrido y unos padres nos dijeron que había habido una lesión grave y una chica se había roto la pierna. Luego nos fuimos a los vestuarios, donde vino un delegado del club a saludarnos y advertirnos de que se había producido esa lesión y que empezarían la segunda mitad con retraso. Nos preguntó por la hora de nuestro partido, y le propuse que si era necesario suspendíamos el partido”, apunta Celestino Jaime, entrenador, jugador y delegado del equipo de veteranos. La respuesta que obtuvo, según expone, es que iría a proponer a las chicas, que estaban bastante afectadas por la lesión y el resultado (perdían 0-3), la posibilidad de suspender el partido.

Jaime asegura que no le pidió celeridad a la hora de retomar el choque. Poco después, el mismo delegado bajó al vestuario algo más nervioso, afirmando que las chicas no querían suspender el partido y querían seguir jugando. Seguidamente, el entrenador del equipo de veteranos consultó al árbitro responsable de su partido si cabía la posibilidad de posponer unos minutos su encuentro. Tras una llamada a la federación, el árbitro les dijo que no había ningún problema siempre que hubiera un motivo que lo justificase y que el Júpiter estuviese de acuerdo. Las partes, así pues, acordaron empezar su partido algo más tarde, sobre las 19.30h. El partido femenino siguió su curso con normalidad, una vez los técnicos locales convencieron a sus jugadoras de que había que seguir.

“La segunda mitad se inició con total normalidad. El partido no estaba para nada tensionado, como se ha dicho después. La actitud de las chicas del Terrassa fue de diez”, añade la entrenadora del Viladecavalls, quien como Jaime observó desde la distancia el primer incidente que se produjo. Ella, desde el banquillo, y él, vestido de corto y esperando para entrar al césped, en la grada, acompañado de Pepe Mármol, el veteranísimo encargado de mantenimiento del club, vieron cómo a falta de poco más de un cuarto de hora para el pitido final, el Viladecavalls anotó el 1-4 en una acción donde la goleadora visitante chocó con la portera local, que quedó tendida en el suelo dolorida, hecho que obligó a interrumpir de nuevo el partido.

En ese momento, según el testimonio de Celestino Jaime, uno de los jugadores del equipo de veteranos se acercó a la árbitro para pedirle que, “quedando poco más de diez minutos, y con 1-4 en el marcador, suspendiera el partido porque ya había dos lesionadas y se iban a hacer más daño”. Un comentario que no sentó nada bien a las jugadoras, que les recriminaron su actitud. Fernández se queja de que les reprocharon el hecho de querer seguir jugando: “Me dijo que qué ética y humanidad tenía, viendo como estaba el equipo rival, para querer jugar la segunda mitad. Yo le respondí que a un equipo masculino no se lo habría dicho, y que ellos debían empezar cuando les tocase, que no era culpa nuestra el horario o el hecho que el partido se pudiera alargar”. El técnico del equipo máster reconoce que “el cómo le dijeron la posibilidad de suspender el partido pudo encender a las chicas, que mentalmente estaban jodidas porque iban perdiendo y con dos lesionadas”.

El acta arbitral recogió con los siguientes términos la frase con la que algunos jugadores se dirigieron a las chicas: “Salid ya del campo que tenemos que jugar nosotros. Este partido tendría que estar suspendido, no tendría que estarse jugando”. Ahí empezó una trifulca entre jugadoras y jugadores del mismo club, y es donde las versiones entre las partes discrepan de forma más importante.

Según el técnico de los veteranos, las chicas respondieron a los reproches con insultos: “Nos dijeron que éramos unos cerdos, un autocar del Imserso, unos viejos”. Una versión que respaldan sus jugadores. “Viejos, esperad ahí, no os metáis donde no os toca, que ya os llegará vuestro turno”, apunta Dani Martínez en un vídeo que colgó a las redes para contar su versión. El jugador reconoce que hubo discusiones entre los jugadores y las jugadoras, pero que en ningún caso se dijo lo que la árbitro reprodujo en el acta, aquello de “iros a la cocina, iros a fregar, sois unas mierdas, sois unas guarras”. Según Martínez, “era imposible que la árbitro oyera eso porque estaba a 15 metros de la frontal del área y los jugadores calentaban detrás de la portería. Es mentira lo que dice el acta”.

En esa pugna, la jugadora Yaiza Martínez reaccionó enfurecida tras escuchar un comentario que la ofendió y se dirigió hacia a los jugadores veteranos. “Le dio dos o tres patadas a un jugador nuestro. La conozco, porque entrené con ella. La cogí y la calmé para que se tranquilizase. Le costaba respirar de los nervios y la tensión del momento, e incluso le tuvieron que administrar Ventolin porque le estaba dando un ataque de ansiedad”, expone Martínez. “Estaban gritando como locas cuando la árbitro decidió suspender el partido, con todas las chicas diciendo que les habíamos insultado”, retoma Celestino Jaime, quien asegura haber visto a Yaiza propinar patadas a Cisco, un jugador de 53 años que había jugado en el Barça y el Terrassa.

“Me preocupaba que a mi jugadora, que ya tenía una amarilla, le sacaran la segunda por ir a defender a la del Terrassa discutiendo con gente de fuera del campo. Yo sólo veía gente del mismo color peleándose, y a una chica del Terrassa [Yaiza] siendo calmada por un ataque de ansiedad”, cuenta la entrenadora del Viladecavalls, quien lamenta que, debido a que los jugadores del equipo de veteranos “no hicieron caso de las peticiones de la árbitro, el partido se habría podido terminar”. En el acta queda reflejado que la árbitra pidió al delegado echar a los jugadores de esa zona “para evitar más conflictos y poder seguir disputándose el encuentro con normalidad y tranquilidad”.

“Les pregunté que por qué no se habían ido, y me dijeron que nadie se lo había pedido”, se sorprende Fernández, que tenía a su lado al delegado local. Poco después, los veteranos se retiraron a los vestuarios y la árbitro, Alexia Meyer, decidió ahí suspender el partido. Y ahí llegó el gran gesto: las chicas de ambos equipos hicieron una protesta, en contra de los insultos recibidos, en forma de sentada en el círculo central. No solo ellas, también sus entrenadoras y algunos familiares, mientras que el resto les daba apoyo y las aplaudía desde la grada. Cuando el equipo de veteranos volvió al césped, se encontró con la protesta, y tras una consulta al árbitro responsable de su encuentro, acordaron suspender también su partido. Acto seguido, los veteranos se fueron a sus casas. Paralelamente, Alexia Mayer llamó al delegado arbitral del Vallés Occidental para comentarle lo ocurrido.

Instantes después, esa misma tarde, un responsable del Terrassa FC llamó al presidente del club, Jordi Cuesta, para informar de lo sucedido. Ningún alto cargo del club asistió al partido, donde solamente había gente de la sección femenina, además de los veteranos. Según cuenta el propio Cuesta, todos los asistentes respaldan una versión bastante similar. “Coinciden en que hubo una pelea, pero en el tema de los insultos es donde varían más. Algunos no los escucharon, otros sí, pero no todos. La información es un poco ambigua, porque no hay imágenes registradas por cámaras ni teléfonos, por lo que sin pruebas, es difícil determinar qué ocurrió”. El día después del partido, el domingo, la noticia ya incendiaba las redes sociales y multitud de medios de comunicación, incluso algunos internacionales, reproducían el conflicto: “Ataque sexista a un equipo femenino del Terrassa”, coincidían. Incluso los partidos políticos locales empezaros a condenar los hechos en apoyo del comunicado del club, muy explícito “condenamos cualquier forma de violencia física o verbal”.

Los veteranos, mucho más derrotados que si hubieran jugado, lamentan que nadie haya respetado su presunción de inocencia. “Se han reflejado cosas en el acta que no son ciertas porque no ocurrieron”, dice Jordi Batalla, ex presidente de la entidad y actual presidente de la asociación de veteranos, quien acusa a la árbitra de adulterar el acta. Alexia Mayer, sin embargo, salió al paso con una publicación en las redes sociales en la que insistía en la veracidad de lo escrito: “Como árbitro, mujer y responsable del texto, donde se redacta TODO lo que ocurrió, supuestamente manipulado por ser mujer. Me enorgullece saber que al menos no se saldrán con la suya. Que sigan contradiciéndose, que el mundo entero sabe qué pasó”.

“Nos han dicho de todo por las redes sociales sin saber qué ocurrió. No se dan cuenta de que hay 25 familias que están sufriendo un circo. Con lo fácil que sería decir que fueron presuntos insultos y que cuando salga la verdad, decirla. Si es verdad, pedir perdón e ir con todas las consecuencias. Pero si no has hecho nada, por qué pedir perdón?”, argumenta el entrenador de los veteranos, quien recuerda que fue jugador y directivo del club. “¡Me están diciendo machista! ¿Por qué tenemos que aguantar eso?”, se queja, tras reconocer que preguntó uno por uno a todos sus jugadores -había 12 en el mencionado partido- para conocer si alguno de ellos había proferido alguno de esos insultos: “Todos me respondieron que ni los habían dicho ni los habían escuchado”. “Todo el mundo en Facebook y Twitter sabe qué ocurrió, pero en la grada sólo había 30 personas. Todos quieren ir al populismo, que es muy fácil”, lamenta Dani Martínez, quien pone la mano en el fuego por sus compañeros. “Es muy fuerte acusar de machismo. La mayoría de nosotros somos padres, algunos con hijas mayores que ellas. Es absurdo”.

El club se remite al acta arbitral

El club se reunió el lunes con las partes. Primero, el consejo de administración convocó a los veteranos, quienes insistieron en negar los hechos. “Ellos reconocieron el conflicto, una pelea verbal, algún empujón, y que una chica intenta agredir con una patada. Reconocen que se equivocaron a la hora de entrar en la pelea, pero no piden perdón por algo que dicen no haber hecho”, cuenta el presidente, Jordi Cuesta, a quien le tocó vivir los peores días de su mandato.

Horas después se reunieron con Ezequiel Segura, el coordinador del femenino, y Yaiza Martínez, la jugadora señalada por los veteranos, y a quien el club ha abierto una investigación. No la han expulsado, tal y como erróneamente comentaron algunos medios, puesto que aún no ha decidido qué hacer. “No tenemos pruebas claras aún, estamos investigando los hechos”, señala Cuesta, responsable de recuperar e impulsar la sección femenina de la entidad, que en apenas dos años ya cuenta con 11 equipos. Una apuesta que respalda los valores de la entidad, que sólo unas semanas atrás había anunciado la incorporación, para ese mismo equipo, de la primera jugadora transexual catalana que jugó un partido federado, Valentina Berr. “El club siempre ha sido modélico a la hora de promover los valores de respeto al rival y a los equipos del mismo club. El caso de Berr ha sido un ejemplo de integración. A veces valen más los hechos que las palabras”.

Para evitar agrandar esta polémica el club egarense intenta que ni sus trabajadores ni sus jugadoras hablen sobre el asunto. Pero tuvo que actuar: “Tras haber analizado y hablado con todos los representantes y responsables de los equipos y las áreas implicadas en los incidentes, el consejo de administración ha decidido retirar de la competición al equipo de veteranos del club al considerar que las descalificaciones por insultos machistas son una falta muy grave”, informaron el mismo lunes por la noche. “Entendemos que la mejor decisión es su expulsión, ya que las jugadoras escucharon unos insultos. Si la otra parte pudiera aportar pruebas concluyentes que lo negaran, tal vez se podría revocar”, comenta Marta Armengol, abogada de la entidad sobre un escrito que no gustó nada a los veteranos, quienes quedaron señalados y marcados por la mancha de “sexistas”.

En la entidad egarense entienden que se trata de un tema muy delicado en el que la solución más rápida habría sido el reconocimiento directo de los hechos. La versión oficial la respaldan con un dato: “Solo el 0,03% de las denuncias de mujeres son falsas”. Una persona que se encontraba en el estadio reconoce a este medio que “los veteranos no son mala gente ni monstruos. Fue un malentendido, una frase fuera de órbita tal vez, un par de tonterías que no se debían de haber dicho. Un error. El problema es que hablan de la chica como si estuviera loca, pero había otras chicas, otro club y un árbitro que es neutral. No tiene sentido su posición”. Sobre la reacción de la chica, argumenta que es necesario valorar qué sentía en ese momento: “Tal vez perdió el control, pero no es cuestión de juzgar a una chica si está siendo maltratada verbalmente. Importa más su sentimiento que su reacción, no creo que sea cuestión de decir que la chica se lo inventa todo ni que ha pegado a tres veteranos”. Según ha podido saber este medio, Yaiza ha reconocido su error y acepta que la reacción tuvo que ser más comedida. Pero eso no borra los insultos machistas.

El club, al final, se remitió al acta arbitral. “Es la versión del juez, un documento oficial que refleja qué ocurrió. Le damos validez, ya que consideramos que es imparcial”, expone Cuesta, quien reconoce que la árbitro les ratificó lo escrito en una llamada telefónica. “Lo que puso es lo que escuchó”, insiste. Esa misma versión, a la que se opone el equipo de veteranos, es la misma que sostienen otras partes. Xavier Moreno Delgado, presidente del Comité de Árbitros de la Federación Catalana de Fútbol, deja claro que Alexia Mayer “puso lo que escuchó. En un campo vacío, a quince metros se escuchan las cosas, y no creo que los insultos se los dijesen a la oreja. Si no reflejó agresiones es que no las vio. A veces no se ven o escuchan cosas y otras sí, al final solo sirve lo que uno ve y escucha, no lo que le han dicho”, aporta.

Un testimonio que respaldan desde el EF Viladecavalls. El coordinador de la escuela, Abel Martínez, reconoce que las jugadoras se sintieron “ofendidas” tras una discusión que “fue a más” y en la que, según le comentaron algunas jugadoras, “hubo insultos y malas palabras”. “Alguna recuerda lo de iros a fregar. La jugadora que más cerca estuvo de la tangana reconoce que escuchó lo que apareció en el acta y alguna cosa más. Ninguna se alarmó cuando vieron lo escrito en el acta”, aclara. La entrenadora del equipo, Vero Fernández, puntualiza que “había un linier al lado de la jugada” que también pudo escucharlo, y deja claro que “nadie iría directo a los veteranos, como hizo la jugadora del Terrassa, si no le hubieran dicho nada”. “Desde el banquillo no oí nada, pero lo que me han comentado las jugadoras son los insultos reflejados, el aire de superioridad y la forma de decir las cosas”, sostiene.

Sin concordia ni autocrítica

La entrenadora celebra que ese episodio feo terminara en una acción bonita: “Cuando vi la protesta de las chicas, sentadas, fue muy emotivo, que se unieran por una buena causa”. “Estamos orgullosos de lo que hicieron las chicas, de forma pacífica”, añade Martínez, quien lamenta “el alboroto generado, que ha sorprendido a las propias jugadoras”. El mismo coordinador considera que es probable que “se le haya dado demasiado ruido” a una situación en la que, según Fernández, “han pagado justos por pecadores, porque los han echado a todos”. El equipo lo conforman unos 25 jugadores, de los cuáles solamente 12 estaban en el campo. Y únicamente siete u ocho, según testigos, se encontraban en ese momento detrás de la portería. El equipo, gestionado por la Fundació Terrassa 1906, que también dirige el fútbol base de la entidad, dejará de tener un equipo de veteranos hasta nueva orden.

“A mi me han dicho que fueron dos o tres jugadores los que insultaron, como mucho. Es un poco injusto, pero creo que el Terrassa no tenía otra opción”, prosigue la entrenadora del Viladecavalls, quien considera que “de haberse tratado de un equipo masculino, los veteranos no se habrían metido. Tal vez se pensaban que tenían más derecho a jugar que nosotras, o que el campo estaba siendo mal aprovechado. Es lo que se entendió por lo que decían. Todo, con aire de superioridad, que fue lo que molestó y encendió más el ambiente”. Fernández considera que, aún no habiendo insultado, “no tienen ningún derecho en meterse en un partido en el que no están jugando, y deberían haber pedido perdón, lo mismo que la jugadora del Terrassa solo por tener la intención de ir a agredir”.

El perdón y la autocrítica, ciertamente, dos ingredientes ausentes en toda esta ecuación. “Todos debemos hacer más autocrítica. Ninguna de las dos partes lo hizo de forma pura y dura. Muy a mi pesar, no vi autocrítica, y al final la imagen que queda dañada es la del club”, retoma Cuesta, quien hubiera deseado “que la disputa no se hubiera hecho pública y todas las partes se hubieran sentado y hubieran llegado a un acuerdo”. El presidente de la entidad ve difícil una reconciliación a corto plazo, pero no cierra la puerta a que se pueda producir en unos meses, una vez la temporada haya concluido: “Tal vez entonces se pueda llegar a un acuerdo. Que se pidan perdón, hagan autocrítica y la acepten. Me gustaría y mucho, puesto que al final parece que solo haya un culpable, y todas las partes tienen su culpa. La concordia no se da muy a menudo, pero en un momento como este, en el que también se necesita en la política, tal vez sea mejor resultado que el que se ha terminado produciendo”. Sea como sea, el resultado de aquel partido es que el fútbol provocó el gesto más grande.

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