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Desconcierto entre los vecinos de Lleida: “La situación es muy chunga”

Maria Rosa Rovira tiene una tienda en Lleida

Rosa Matas

Lleida —

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08.30 de la mañana en los Camps Elisis de Lleida. Primer día del llamado reconfinamiento anunciado por la Generalitat y que un juzgado ha dejado en el aire. Los temporeros alojados en los pabellones de Fira de Lleida salen de las instalaciones como cada día. Para ellos no ha cambiado nada. La resolución ordenaba confinar en sus casas a los habitantes de la ciudad y otros seis pueblos. Mientras, en los negocios locales reina el desconcierto y los dueños de pequeños comercios ya hablan de una situación “chunga”.

Frank Yeboa es uno de los temporeros que duerme en el espacio convertido en albergue. “En el pabellón no nos han dicho nada, sabemos por las noticias que hay confinamiento, pero ahora nos tenemos que ir, podremos volver a las 18.30”, explica. Él, como su compañero, llegaron hace tres semanas y todavía no han dado una peonada. Muy cerca, en la entrada del llamado Pavelló de Vidre, una persona duerme protegida por unos cartones.

El presidente de la Cámara de Comercio y de Pimec Lleida, Jaume Saltó asegura que la  “la incertidumbre que se está generando es brutal, los empresarios estamos perplejos por la situación que se ha generado cuando la Generalitat transmite información de confinamiento domiciliario que la jueza no autoriza, no tiene sentido esta situación”. 

“Que cojan a los positivos, que pidan a los jueces que se confine realmente a los positivos y que se hagan PCR a todos los trabajadores temporeros del campo, como se va a hacer en el País Vasco”, señala Saltó refiriéndose a la próxima vendimia. 

En el comercio la tristeza es desoladora. Maria José Rovira, propietaria de Artfang, una tienda de decoración, moda y bisutería asevera que la “situación es muy chunga en Lleida”. Ayer la consellera nos dice que todo el mundo confinado, que solo salga a comprar lo necesario, yo no tengo artículos de primera necesidad, podemos abrir con cita previa, es poco práctico. 

Esta comerciante insiste en que no se puede mantener pedir a la gente que no salga y a nosotros que abramos. “Puedo tener abierto, pero no entra nadie ¿qué tengo que hacer? Habrá una debacle monumental. El impacto económico que habrá será bestial”. 

En la misma línea, Mónica Oncins, propietaria de la lencería Daniel, en la calle Major, afirma que los comerciantes ya estaban hundidos. “Dicen que podemos abrir y le dicen a la gente que se quede en casa y que vendamos con cita previa. No se vende nada”.

“Vamos a tener que cerrar, sobre todo los pequeños, las cadenas podrán subsistir pero yo si nos vuelven a cerrar, creo que tengo que cerrar, estamos preocupados. El día 1 saqué a mis trabajadoras del ERTE, ¿Ahora qué tengo que hacer? ¿Volverlas a meter?”, se pregunta de forma retórica. 

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