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La Torre de Fang sigue siendo un antro

La Torre de Fang, edificio histórico del barrio Sant Martí de Provençals de Barcelona. (Foto: Cristina Palomar)

Cristina Palomar

Barcelona —

La Torre del Fang (torre del barro, en castellano), uno de los pocos edificios históricos del barrio barcelonçés de Sant Martí de Provençals que ha resistido desde el siglo XV a la destrucción sistemática del patrimonio de la ciudad -y también a la construcción del túnel del Tren de Gran Velocidad que le pasa por debajo-, se ha convertido ahora en un peculiar almacén de trastos de Adif. Mientras que las obras de la nueva estación de La Sagrera avanzan a paso de tortuga con el propósito –buscado o no- de superar el récord de la Sagrada Familia, los alrededores del histórico edificio están ocupados por hierros, vigas y tubos de hormigón, y material de construcción diverso que en algunos casos se acumula y se apoya en sus frágiles paredes de ladrillo ligado con barro y trozos de piedra.

El estado de abandono de esta peculiar masía es lamentable, sobre todo si tenemos en cuenta que salvarla de la piqueta que suponía la construcción del túnel del TGV costó más de 5 millones de euros, muchas protestas vecinales y muchas preocupaciones políticas. La fachada principal de la casa, la que da al puente de la calle Espronceda, está escondida bajo una sucia tela que imita los dibujos originales del edificio, pero en una de las paredes se pueden ver apoyados los materiales de las obras de la estación. La otra parte, la que sigue por la acera de la calle Clot en dirección a la futura estación de La Sagrera, está sujeta por una barra de hierro que hace las veces de faja, pero esto no ha evitado que el muro siga abombándose y deshaciéndose, en parte por los desperfectos provocados per las mismas operaciones de protección hechas por Adif. Las ventanas tapiadas con ladrillo recuerdan más a una casa okupa desalojada y a punto de caerse.

Más allá de su valor histórico –algunos estudios y leyendas como la del Cor Menjat sitúan su origen en el siglo XII–, la Torre del Fang tiene un gran valor para el barrio del Clot, ya que se convirtió en uno de los símbolos más importantes de la resistencia vecinal a las obras del túnel del TGV por la calle Mallorca. A pesar de que son muchos los que no dudan en criticar entidades como la plataforma 'Ave pel Litoral' por el alarmismo supuestamente infundado que generó sobre esta faraónica obra –quizás en parte provocado por el impacto del hundimiento del túnel del metro en el barrio del Carmel-, no se tiene que olvidar que gracias a la presión de los vecinos el proyecto se modificó unas cuantas veces para conseguir una construcción más segura de la que hoy todo el mundo presume.

La Torre del Fang lleva siglos esperando tiempos mejores. Después de años de olvidos y de ser un refugio de ratas y suciedad, el Ayuntamiento de Barcelona la compró en el año 1984 y la catalogó como bien de interés histórico local para convertirla después en la sede de los servicios de normalización lingüística y en el centro de recursos pedagógicos y archivo de Sant Martí. Con la certeza que las obres del TGV acabarían con ella por la peculiaridad de su construcción, el consistorio gobernado por Jordi Hereu no descartó ninguna hipótesis: desde su destrucción total hasta su traslado parcial. La oposición, encabezada entonces por una combativa CiU que hacía suyas todas las reivindicaciones ciudadanas por el desgaste político que éstas suponían para Hereu, se opuso a la descatalogación del monumento y obligó al bipartito a buscar otra salida. Ahora es Xavier Trias quien gobierna en Barcelona y la Torre del Fang sigue siendo un antro.

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