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Por qué necesitamos salvar el Amazonas

Darío Pescador

El planeta se está calentando. Esto significa veranos más secos y calurosos, y más incendios en las selvas y bosques de todo el mundo, desde Siberia hasta Alaska. El verano de 2019 ha sido especialmente trágico, con incendios incontrolados en la isla de Gran Canaria, pero sobre todo, con la quema sin precedentes de la selva del Amazonas.

Esta región es tan grande que por sí sola representa la mitad de todas selvas del mundo. Hace décadas que el Amazonas está siendo atacado. Hasta 1970 la selva era de difícil acceso y permanecía prácticamente intacta. Pero a partir de la construcción de las autopistas transamazónicas empezó la quema intencionada de grandes zonas para dedicarlas a la agricultura y la ganadería.

La mayor parte de estos incendios corresponden a Brasil, aunque también ocurren en Bolivia y Perú. En 1990 se había perdido el 10% de la superficie original. En 2001, esta cifra llegó al 15%. Solo en esos diez años se quemó una superficie equivalente a toda España. A partir de 2004 el ritmo de deforestación en el Amazonas comenzó a descender, pero a partir de 2015 ha crecido de nuevo.

Cuando los árboles arden, el daño producido es el doble.

Las grandes selvas y bosques del mundo capturan enormes cantidades de CO2, el principal responsable del calentamiento global. Los árboles quemados liberan todo el carbono que contienen en forma de CO2 a la atmósfera. El amazonas contiene 90.000 millones de toneladas de carbono atrapado en las plantas. Si se quemara entero equivaldría a las emisiones de CO2 de todo el planeta durante 10 años. Pero además cuando el árbol desaparece deja de capturar CO2. Perdemos uno de los principales amortiguadores del cambio climático.

Esto ya es bastante grave, pero el mayor problema es que toda la selva está en peligro, no solo la parte quemada.

Los 400.000 millones de árboles del Amazonas extraen agua a través de sus raíces y liberan vapor a la atmósfera. Este aire caliente y cargado de agua es el que permite que exista una selva tan húmeda en esta latitud. Los árboles del Amazonas son los responsables de la mitad de sus lluvias.

Según los cálculos de los expertos, cuando la deforestación alcance un punto entre el 20% y el 40% de la superficie total del Amazonas, no habrá suficientes lluvias para mantener toda la vegetación. Una reacción en cadena convertirá en pocos años toda la selva en una sabana, como la africana.

El punto de no retorno puede estar mucho más cerca de lo que pensamos, y no lo sabremos hasta que sea demasiado tarde.

No es solo el Amazonas. Los bosques de todo el mundo están desapareciendo por la sequía, el calor y el fuego. Los cedros de Argelia, los eucaliptos de Australia, los bosques de hayas y píceas de Alemania. Los árboles están desapareciendo, y sin ellos, no será posible frenar el cambio climático.

Un estudio ha llegado a la conclusión de que plantando aproximadamente un billón de árboles en todo el mundo (eso son doce ceros) se podrían retirar de la atmósfera 750.000 toneladas de CO2. Eso equivale a las emisiones totales de los últimos 25 años.

Pero esta solución solo funcionaría si además se reducen las emisiones eliminando los combustibles fósiles del transporte y la producción de energía, por un lado y reduciendo la producción de carne de vaca, que representa el 60% del total de las emisiones de la ganadería.

Si ya has escrito un libro y tenido un hijo, puede que tengas que plantar más de un árbol.

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