África Alonso: “Es muy duro que un gay o una lesbiana de veinte años pueda verse reflejado hoy en la homofobia que había hace sesenta años”
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Una noche de insomnio, una noticia de sucesos… y una historia que pedía a gritos ser contada. Así nació hace ocho años Una luz tímida (Seix Barral), que primero fue una obra de teatro y ahora se ha convertido en una novela, y en la que la actriz África Alonso (Barcelona, 1995) aprovecha un hecho real (la historia de amor de dos profesoras durante el franquismo) para contar una historia que va mucho más allá y que, lamentablemente, no ha perdido vigencia pese al tiempo transcurrido. Es el relato a veces luminoso, pero que duele, de una historia de amor contracorriente.
¿Qué cuentas en la adaptación como novela de 'Una luz tímida'?
Isabel es una joven profesora que llega a Manuel, un pueblo muy pequeño cerca de Valencia, en los años 60. Allí conoce a Carmen, otra docente, y empieza entre ellas una historia de amor que parece que va a acabar cuando la familia de esta descubre la relación y la obliga a internarse en un hospital para tratarse su enfermedad. Pero luego salen, empiezan a vivir juntas y...
¿Cómo llegaste a esta historia?
Hay varios artículos de prensa que se publicaron en su momento que hablan de lo que ocurrió, sobre todo del final de la historia, de su intento de suicidio. Pero a mí me interesó sobre todo imaginar cómo había sido su vida. Conocía el tema de las terapias de conversión que se aplicaron a los homosexuales durante el franquismo, un tema del que había visto varios documentales, y decidí convertirlo todo en una obra de teatro. Al leer la noticia, me puse a pensar en qué llevó a las profesoras a tomar la decisión que tomaron, y eso fue lo que me llevó a escribir la historia. Pero en aquel momento, aún no tenía ninguna intención de narrar lo que ocurrió. Me interesaba como punto de partida para hablar del tema, no para contar la historia de Carmen e Isabel.
La primera versión de 'Una luz tímida' es una obra de teatro. ¿Es ahí cuando empiezas a escarbar en la historia?
No, yo quería contar una historia, pero no he estudiado periodismo y no soy historiadora. Sabía que Isabel y Carmen tenían una historia, pero no me interesaba especialmente su caso, ni se me ocurrió ahondar en ella. Me parecía interesante utilizarlas para contar la historia de todas las personas que habían pasado por algo así, pero los hechos concretos no me interesaban. Fue entonces cuando apareció la primera persona que me dijo «yo las conocí, yo fui exalumna» y me doy cuenta de que necesito más, de que sigo teniendo interrogantes que quiero resolver. Además, yo estaba representando la obra, así que como actriz el personaje de Isabel me pedía más. Es cuando digo «¿y si voy más allá?», porque tengo la oportunidad de saber más sobre lo que realmente pasó.
Es cuando decides seguir sus pasos…
Sí, me voy a Valencia e intento seguir sus pasos. Aunque habían vivido su vida en secreto, sí se podía arrojar algo de luz. Después de todo habían sido profesoras y vivieron en pueblos pequeños, mucha gente las conocía.
Digamos que si además de escribir la obra original no hubieras sido actriz, a lo mejor no había novela
Es posible. Pero no se trataba de coger el libreto de la obra y convertirlo en novela, era otra cosa. Ahora sí quería contar su historia o al menos una ficción basada en ella. Y entonces voy a Valencia, a los pueblos en los que ocurrieron los hechos —Manuel y Catarroja— y es cuando me doy cuenta de que había un hilo del que estirar y que podía arrojar algo de luz, aunque vivieron su vida muy en secreto. Creo que cuando lees la novela, te das cuenta de que lo ha escrito una actriz por cómo busco sus motivos. El libro amplifica mucho el universo de Carmen e Isabel, hay nuevos personajes… lo que quiero es que el lector entienda por qué tomaron la decisión que tomaron.
En la obra de teatro, la música es muy importante. ¿Se echa de menos en el libro?
La música está, pero de manera diferente. Lo que en el teatro es la música, aquí lo he encontrado en la prosa, es una prosa muy poética. El papel que tiene, por ejemplo, el chelo en la obra de teatro, también está pero de otra forma. La historia me interesa, pero hasta cierto punto. Vivieron una vida muy limitada, muy reprimida y creo que la prosa es la que permite que la historia de amor alcance su altura.
¿Hay gente que te ha dicho ‘esta es mi historia’?
Sí, mucha. Pero no solo mujeres lesbianas de cierta edad, que vivieron lo que yo cuento, también mucha gente joven. El descubrir tu propia sexualidad y preguntarte ¿y ahora qué? El miedo a que te dejen de querer, el no saber si vas a tener que renunciar a un parte de lo que tienes, de tu familia… si lo vas a tener que dejar atrás. Ese miedo, por desgracia, aunque lo reconocen los jóvenes. Una de las cosas que llama la atención de la obra es la cantidad de público joven que viene, se sienten muy identificados. Si lo piensas, es muy duro que un gay o una lesbiana de veinte años pueda verse reflejado en la homofobia que había hace sesenta años.
En la época, la presión sobre los homosexuales hombres era mayor. ¿Eso también está en la obra?
No sé si fue exactamente así. Es verdad que la figura del ‘maricón’ era más conocida, pero la de la lesbiana ni existía. Es verdad que ellas podían llevar su disfraz en más sitios que los hombres pero esa sexualidad negada, condenada a no existir, no era mejor. ¿Qué es peor? No lo sé pero no una competición. Las mujeres tenían además otras cargas, como el cuidado de la familia… Es verdad que la homosexualidad masculina estaba más perseguida y más a la vista pero ¿cuántas mujeres hubo en sanatorios u hospitales, a las que no se puso la etiqueta de lesbianas, pero estaban ahí por su condición sexual?
¿Qué parte de la historia duele más? ¿Cuándo se llevan a Carmen a someterla a 'electroshock' o después, cuando sale?
Creo que la segunda parte, cuando sale. Y eso es lo terrible. Uno de los personajes dice que ahora que todo ha pasado, hay algo no funciona y está en mí. La primera parte es, en principio, más dramática, pero las protagonistas saben lo que les está pasando. Pero cuando Carmen sale, no entiende que no se haya acabado su sufrimiento. Estar internada, un electroshock… duele, pero luego queda otro dolor, el que no se ve, el que no debería estar, el que no sabes por qué está. La primera parte es más luminosa, la segunda es más psicológica. Y está ese miedo: del hospital salías, pero de lo que viene después no, les acompañó hasta el final. Y a mí me pasa, me cuesta cogerla la mano a mi pareja aunque vea delante de mí que hay dos chicas jóvenes que sí se la cogen y no pasa nada. Ese ‘por qué no puedo’ es lo que me interesa.
La última frase es cien por cien tuya, podrías haber elegido otra. ¿No es durísima? Es como si hubieran fracasado, pero en el fondo también han llegado hasta dónde han podido.
Sí, es un poco nadar para morir en la orilla. Pero tampoco creo que sea un fracaso. Al final su vida no acabó en una noticia mal escrita, también tuvieron su novela.
Hay una cosa en la vida real, que no vamos a contar que, en el fondo, es un triunfo.
Sí, no pudieron con Isabel.
Si las hubieras conocido, que les hubiera preguntado.
Pues no lo sé. Por un lado, soy muy cautelosa y no creo que me hubiera gustado meterme en su vida. Quizás no haberlas conocido, o haberlas conocido a través de la gente que les quiso, me lo ha puesto más fácil. Ya te digo que lo más importante no era la verdad, sino la historia.
¿Y cómo las recordaban los que las conocieron?
Hubo de todo. Gente que pensaba que no había que contarlo, y eso que las querían, pero eran de la escuela de haz lo que quieras pero que no se sepa. A otra gente, en cambio, el verbalizarlo les ayudaba a acercarse a ellas, a asumir que las quisieron como eran y quizás nunca se lo dijeron. Eses personas, en el fondo, también fueron víctimas.
¿Te imaginabas que la historia iba a tener tanto potencial?
Sí. La noche en que leí la historia, la escribí. Bueno, en la práctica tarde cuatro años, pero lo que quería contar sobre estas dos mujeres ya estaba ahí. Al principio empujé para que saliera la historia, pero ahora me arrastra. Podría haber una película o que alguien me cuente toda la historia tal y como fue o lo que pasó después… La verdad es que las tengo muy cerca, que no me las quiten, creo que Carmen e Isabel podrían acompañarme más.
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