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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

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Guerra de partidos o defensa de bloque

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La política ha sufrido constantes cambios desde la crisis de 2008. La ciudadanía empezó a entender y a expresar en las urnas que el modelo bipartidista de gobiernos nacionales, autonómicos y municipales, no representaba los intereses de la mayoría social. El motivo de este artículo es hacer un análisis político del mandato que reciben los partidos políticos tras el mensaje ahora consolidado por el electorado elección tras elección.

Sean cuales sean los resultados electorales en cualquier escenario, los políticos tienen la obligación de llegar a acuerdos con la primera decisión de la ciudadanía, porque pese a la ampliación del arco político, siguen existiendo visibles bloques de consenso para la aplicación de políticas y la formación de gobiernos.

En este punto diría que el problema de hoy se basa en que, el arco político que antes representaba mayormente una única formación política ahora lo ocupan varias, y el primer síntoma o reacción a este hecho fue que las formaciones hegemónicas no quisieran perder su liderazgo y que las nuevas formaciones exigieran la relevancia del espacio ganado.

Esto podríamos llevarlo a muchos escenarios, pero donde me interesa situarme es en la situación actual de mi pueblo, Paiporta.

Los que conozcan la historia política de Paiporta conocerán cual ha sido la cronología del poder que no dista de la de cualquier municipio. Hubo un partido hegemónico desde las primeras elecciones municipales de 1979 (el PSOE), que gobernó durante 28 años, apoyado en la imagen intocable del “alcalde de toda la vida”, Bartolomé Blas. Cuando su figura quedó apartada de la política por corrupción (malversación y prevaricación) la sociedad de Paiporta a imagen y semejanza de muchos modelos locales optó por la opción de la eterna oposición de Paiporta, encabezada por el todavía candidato Popular Vicente Ibor. Este periplo duró dos legislaturas en las que el PP no perdió la oportunidad de representar su modelo de gestión, con ejemplos como la incapacidad de presentar y ejecutar presupuestos en el ámbito de los asuntos sociales, dónde mermaban el presupuesto para finalmente dejarlo sin ejecución como demostró el siguiente ejecutivo. Dicho sea de paso que el pitufeo de Alfonso Rus encontró un amigo en Paiporta cuando colocaron un lote de las famosas bombillas de la Diputación de Valencia por valor de 1 millón de euros aproximadamente.

Llegó 2015 y era el momento de los grandes cambios políticos, reflejados mayormente en ayuntamientos y CCAA. En Paiporta el reparto electoral dejó un pacto de gobierno a tres, con el liderazgo de Compromís (6) y el apoyo de PSOE (4) y la candidatura Podeu (2). Fue un pacto de necesidad, pero dejó un claro reflejo de cambio del modelo bipartidista. Paiporta entonces contaba con una deuda superior a los 7 millones de euros que al final de la legislatura se reflejó en un superávit similar. La gestión respaldó al gobierno junto con el trabajo de todos los partidos por el diálogo en la mejora de ayudas sociales, la mejora de infraestructuras municipales y la ampliación de propuestas culturales.

Todo parecería idílico si no tuviéramos que volver al inicio de este artículo, “las formaciones hegemónicas no quisieren perder su liderazgo y las nuevas formaciones exigen la relevancia del espacio ganado”.

Paiporta se presentaba a las elecciones de 2019 ante la consolidación del modelo del “Bloque progresista” o la decadencia de este modelo por la lucha interna en el liderazgo dentro de este bloque.

Esta lucha llevó a tensar las relaciones dentro del seno del equipo gobierno, llevando al PSPV-PSOE a abandonar su apoyo dejando el último año de gobierno a Compromís y Podeu en un gobierno en minoría y sin presupuestos. Podríamos indagar en los discursos de las partes, pero en lo que coincidía la opinión pública era en que eso no beneficiaba al mantenimiento de proyecto municipal.

Con este escenario político la pregunta dejó de ser si el proyecto progresista de Paiporta continuaría, a preguntar si la lucha por ganar dentro del bloque dejaría el proyecto en la cuneta.

Se salvó por los pelos. En la lucha por ampliar espacios Compromís consiguió mantener su representación (6) y el PSOE consiguió igualarlos con menor número de votos. Esta guerra por el poder dejó fuera al resto de formaciones de izquierdas, lo que, sin una tercera pata en el diálogo de formación de gobierno dejaba un panorama de vértigo incluso días antes de la investidura de la alcaldía.

Como comentaba, la opinión pública apostaba por mantener el proyecto político iniciado en 2015, y no lo digo por apropiación sino porque así lo reflejaron los resultados, pero, dicho sea de paso, volviendo al inicio, la incapacidad de acuerdo que mostraban los partidos para formar gobierno hacía temblar a la mayoría que apostaba por seguir por el diálogo. Dicho esto, hay quien dice que “los votantes del PSOE ampliaron su voto porque preferían que Maribel Albalat hubiese firmado un pacto de gran coalición con el PP”. No más lejos de los deseos de algunos, el PSOE sabe perfectamente que esta fórmula no le augura éxitos a largo plazo, pero la opción sin duda estuvo sobre la mesa por parte de Vicente Ibor, cual manzana y serpiente.

Al final la coherencia llego a las cabezas, y por parte de Compromís se asumió la línea roja del PSOE que se presentaba como solución en otros ayuntamientos, “con el mismo número de escaños partiremos la alcaldía”. Isabel Martin asumió la alcaldía que ostentaba desde 2015 en los 2 primeros años de gobierno, y en ese momento cedería la alcadia a Maribel Albalat (PSOE).

Y en este punto nos encontramos. Vienen cambios pero, de los peores augurios de los paiportinos al inicio de la legislatura quedó un poso, “arrieritos somos y en el camino nos encontraremos”, ¿Qué pasará cuando el PSOE asuma la alcaldía y su único apoyo sea Compromís?. Ay, ay, ay… Confiar en la política es algo que no podemos pedirle a la ciudadanía, la política está en la obligación de ganarse la confianza perdida pese a los éxitos de algunas gestiones.

¿Qué es peor? ¿el dolor de quien se sintió traicionado o el temor de quien se vio equivocado?

¿De qué nos sirven las guerras internas? Las guerras que antes se disputaban más a menudo en el seno de los partidos son más comunes ahora en los espacios de coalición.

¿Está la clase política atendiendo la demanda de la ciudadanía? Dudo que a día de hoy este consolidado el modelo de coalición, pero se están tendiendo puentes, la clave es no demolerlos cada 4 años.

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