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La reconstrucción tras el año cero

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El 2020 posiblemente será recordado en los anales de la historia como una especie de año cero en el que un virus desconocido sacudió a la humanidad. La COVID-19, la pandemia causada por el SARS-CoV-2, se cobró demasiadas vidas y transformó por completo nuestros hábitos, paralizó la economía mundial y puso a prueba a la comunidad científica internacional. 

2020 también es el año en el que se  impuso la “‘nueva normalidad”, tras 98 días de confinamiento. Pero más allá de los estragos causados en los sistemas sanitarios a nivel mundial y de las medidas aplicadas para paliar los efectos que sobre la economía ha tenido esta pandemia, el coronavirus ha generado un shock psicológico en nuestra sociedad; un clima de inseguridad y desconfianza que también debemos combatir. Y hacerlo es responsabilidad de todos.

Esta pandemia ha derivado en una crisis que trasciende las consecuencias sanitarias. La sociedad ha sido consciente de que somos vulnerables, que un agente microscópico ha puesto en jaque nuestro modo de vida y que aún existen muchas incógnitas que la ciencia debe resolver.Pero precisamente esa conciencia de vulnerabilidad nos ha traído aspectos positivos. Las innumerables muestras de solidaridad y empatía y, sobre todo, una disciplina social ejemplar que nos ha ayudado a contener la curva de contagios. Ese distanciamiento también ha tenido otras consecuencias positivas, como la universalización del uso de las nuevas tecnologías, incluso en las generaciones más mayores, que nos han ayudado a estar más cerca de los nuestros, aunque fuera tras una pantalla de móvil. También nuestra industria se ha puesto a prueba y ha sido capaz de reinventarse con rapidez para producir el material sanitario tan necesario en los momentos más difíciles de la pandemia.

Más allá del aspecto sociológico, esta emergencia ha generado una crisis transversal que ha salpicado a todas las esferas de nuestra sociedad, un fenómeno que no solo ha obligado a los poderes públicos a combatir el virus. También les ha llevado a intensificar sus esfuerzos para garantizar que ningún ciudadano se quede atrás. 

Hace unos días, el presidente Sánchez señalaba que esta crisis ha acelerado muchos cambios, aspectos que sabíamos que iban a llegar, pero que se asumirían en los próximos años. Cuestiones como la digitalización  empresarial, el teletrabajo, el mayor uso de las nuevas tecnologías en los centros escolares, las aulas virtuales, los cambios en nuestros hábitos de vida y de consumo o en nuestra forma de relacionarnos son solo algunos de los grandes cambios que emergen tras esta crisis sanitaria.    

Ahora, la llamada “nueva normalidad” o “normalidad provisional” tras el estado de alarma nos obliga a todos a tomar la iniciativa. Es nuestra responsabilidad como sociedad. Esta experiencia nos muestra que durante un tiempo las cosas no serán como antes y que debemos adaptarnos a este entorno. Se trata, sin duda, de una misión colectiva en la que no solo los poderes públicos deben aportar soluciones. Agentes sociales, empresas, autónomos, colectivos, instituciones educativas o universidades, entre otros, deben hacer frente común para alcanzar un mismo objetivo: recuperar la normalidad que este virus nos arrebató y aprovechar lo vivido para subsanar deficiencias y mejorar nuestra realidad.

En esta estrategia, son muchas las cuestiones que debemos poner sobre la mesa. Como ejemplo, la comisión creada en el Congreso para la Reconstrucción Social y Económica ya ha acordado más de medio millar de recomendaciones para salir de la crisis del coronavirus, en las que se incluyen planes de prevención, reservas estratégicas, más inversión en servicios públicos, ayudas económicas y nuevas leyes que fomenten el teletrabajo y los horarios racionales. En esta senda, los objetivos de la ODS también serán un bastión en los que fijar las nuevas líneas de trabajo para alcanzar una reconstrucción sostenible e integrada.

En la Comunitat Valenciana la comisión para la Reconstrucción se ha alzado como foro de debate compartido con los representantes de los diferentes sectores. El intercambio de propuestas, visiones, versiones y planteamientos supone un enriquecimiento mutuo y auspicia el éxito del gran pacto de sociedad por el que apostó el President Puig. 

La emergencia sanitaria ha puesto en valor el poder de anticiparse. Esto es, encontrar respuestas tempranas si es posible, a largo plazo ante aspectos que amenazan nuestro entorno. Y este esquema debe ser aplicado con premura ante la emergencia climática y ambiental, y de manera conjunta, integradora y universal, del mismo modo que el COVID-19 se ha afrontado de manera global.

Aludo a adjetivos que refieren a la cooperación porque solo con ella nuestro país podrá afrontar la reconstrucción. En este camino, el diálogo con el resto de países integrados en la Unión Europea resulta clave tanto para lidiar por aspectos como la transición ecológica o digital, como para acometer objetivos más específicos de nuestro territorio. 

España ha creído desde el principio en el proyecto europeo y ahora es momento de demostrar que mecanismos como el Fondo de Recuperación en Bruselas son sólidos y pragmáticos. Y a propósito me gustaría citar el principio de solidaridad, tanto de algunos países miembros como de determinada formación política de nuestro país, que se niega a defender los intereses propios fuera de España. 

En definitiva, todo suma. Si algo nos ha enseñado esta crisis sanitaria es que el conjunto de la sociedad y los actores políticos siempre se necesitan. De poco sirve implementar medidas o restricciones si no hay una respuesta positiva y disciplinada como la que ha habido durante el confinamiento. Del mismo modo que no existe una sociedad justa sin la participación y opinión constructiva de agentes sociales a la hora de establecer prioridades en la agenda política. 

Personalmente, creo que el conjunto de la ciudadanía en su mayoría ha escuchado a este Gobierno. Pero también que el Ejecutivo ha atendido las necesidades e intereses singulares de los diferentes sectores y ha legislado o rectificado en consecuencia. Ahora esta dinámica con un enfoque similar al win to win debe mantenerse más que nunca. Entre todos hemos conseguido frenar el virus, aunque sigue presente. El miedo que generaba ver la cantidad de muertes por COVID-19 debe ahora transformarse en responsabilidad. Responsabilidad para mantener las medidas higiénicas y de distanciamiento físico correspondientes sin olvidar que son compatibles con la regeneración económica de nuestro país.

Las instituciones ya articulan medidas para hacer frente a este nuevo paradigma y los ciudadanos y ciudadanas debemos ser parte activa del engranaje que consolide la recuperación. Colaboremos con los sectores más afectados, ajustémonos a la “nueva normalidad” y respaldemos a las personas más vulnerables. De este modo, nadie se quedará atrás.

  • Mercedes Caballero es secretaria general del PSPV-PSOE de la provincia de València y diputada en las Corts Valencianes 
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