¿Qué política internacional para España en la era Trump?
Llama la atención que en el reciente cónclave del PP, del que ha salido investido un nuevo presidente del partido, la política internacional no haya tenido papel alguno. Bueno, tampoco es una gran sorpresa. En general en España, la política es política interior. Y últimamente polarizada en un solo tema, que es Catalunya. Alarmadas, las mentes pensantes de la derecha -y no solo de la derecha- se debaten entre la mano dura y el diálogo. Entre el ordeno y mando judicial-represivo y el aperturismo. Como en tiempos del franquismo, sin ir más lejos. Entonces se acuñó una fórmula que viene a definir lo mismo o algo parecido: “comprensivos” versus “excluyentes”. El nuevo líder del PP lo tiene claro: nada de diálogo, recentralización a machamartillo, retirada de competencias e ilegalización, si se tercia, de partidos no afectos. Los socialistas ensayan vías más moderadas y esperan reciprocidad.
En esas estamos… y estaremos. Mientras tanto, el panorama internacional, harto complicado y peligroso, parecería que no importa, que no va con los habitantes de esta Península e islas adyacentes. Es un tema del que se habla poco o nada en los discursos habituales de los políticos en ejercicio y, en general, en los debates públicos, si bien es cierto que “debates públicos” es una expresión harto generosa, tal vez demasiado, en relación con lo que se puede leer y escuchar hoy por hoy en estos pagos.
Cabe suponer que Pablo Casado, una vez repuesto de sus avatares judiciales a cuenta del dichoso Máster, si es que se repone, hará un pensamiento sobre estas cuestiones. Si en lo interior ha recuperado el magnífico y pacificador programa de José María Aznar y la FAES, que tanta estabilidad aportó en su día a España, en política internacional ¿seguirá los pasos de su patrocinador? Recordemos: giro atlántico, alianza incondicional con EUA, alejamiento de Europa.
Pero ya no estamos en la era Bush. Estamos en la era Trump. Y todo es aún más complicado y peligroso, aunque aquella época del trío de las Azores también tuvo mucho peligro. Pero con Trump las cosas se están poniendo muy difíciles para un nuevo “giro atlántico”. Porque si algo se puede discernir de la política atropellada de este hombre es que, en primer lugar, se ha propuesto desmontar los equilibrios estratégicos instaurados tras la Segunda Guerra Mundial y dejar a la OTAN en stand by, a la vez que se desentiende de la seguridad europea. Alianza con Rusia, guerra comercial con China y la UE, amenazas apocalípticas a Irán. En segundo lugar, Trump ha lanzado una política proteccionista, basada en el alza de aranceles, que pondrá en jaque a la economía mundial y acarreará una desestabilización generalizada. Afectará muy negativamente a la UE, a la que ha declarado enemiga (comercial), pero socavará, sin duda, las bases de la prosperidad económica de las últimas décadas.
En un panorama así, que está provocando resituaciones estratégicas, ¿qué política internacional para España? El lobby armamentista estará encantado de subirse a un carro que solo espera de España que aumente el gasto militar hasta llegar al 2 % del PIB como mínimo y que siga funcionando, calladita, como portaaviones y soporte de bases militares americanas.
Pero esta perspectiva es muy limitada. Algo más deberá plantearse. El principal compromiso del Estado español, en principio, es con la Unión Europea. Y en horas difíciles este compromiso debería reforzarse aún más, aunque exija matizar presiones e imposiciones trumpianas u oponerse claramente a ellas. ¿Se alineará inequívocamente con el eje franco-alemán? En ese escenario a España aún le resta algún margen de maniobra e influencia, aunque modesto. Fuera del reforzamiento del eje central de Europa, que parece obligado, la nada. Porque las fantasías de prescindir de compromisos y alineamientos internacionales, a las que suele entregarse una cierta izquierda desinformada, son eso: fantasías. Una receta para la subalternidad asumida y total. Y nada digamos de otros temas de la retórica habitual de la derecha y la izquierda más sistémica en política internacional: la tradicional amistad con los países árabes y las cumbres iberoamericanas, que derivan en pura gestualidad vacía de contenido, aunque, eso sí, han facilitado suculentos negocios a unos cuantos.
En definitiva, mientras Pedro Sánchez se lo piensa y diseña con Josep Borrell una política internacional efectiva y convincente, en la línea de “la vuelta al corazón de Europa” que anunciaba, la incógnita es qué hará el nuevo PP. Si el nuevo líder sigue los pasos de su mentor y el PP llega algún día a recuperar el gobierno, si se consolida la sintonía con la nueva derecha autoritaria que prolifera en los flancos de Europa, será muy mala noticia.
Hay cambios estratégicos en el horizonte y España no puede permanecer al margen: el ensimismamiento y la retracción marianistas quedan atrás. El trumpismo arrollador y tuitero aumenta el riesgo de desestabilización y confrontación de manera exponencial. El estilo bronco de Trump puede que le haya funcionado con Corea del Norte, pero no siempre será así.
Se trataría de aportar algo -en la medida de lo posible y también en interés propio- para controlar y reducir los riesgos y los daños previsibles. Como apuntan analistas y observadores experimentados, la paz y la economía internacionales están hoy más en peligro que ayer. Europa puede que haya sido un problema en los últimos tiempos, por una gestión nefasta en diversos terrenos, pero para nosotros, como siempre, es y será la solución.
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