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“Tenemos la responsabilidad de ser transparentes porque una predicción puede condicionar un resultado electoral”

Jordi Muñoz, director del Centre d'Estudis d'Opinió de Catalunya.

Laura Martínez

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El politólogo Jordi Muñoz (Valencia, 1979) defiende que las encuestas son una herramienta más objetiva para analizar el debate público; una forma que tiene la sociedad de conocerse mejor a sí misma. El investigador, profesor agregado en la Universitat de Barcelona, acaba de tomar posesión como presidente del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), el CIS catalán. Nombrado por el presidente de la Generalitat de Catalunya, Pere Aragonés, el experto en comportamiento político y análisis electoral aspira a dotar de mayor transparencia a la 'cocina' de las encuestas y poner todos los números sobre la mesa. En conversación telefónica con elDiario.es, expone sus principales líneas de actuación para el CEO.

¿Qué ideas tiene para el Centre d'Estudis d'Opinió?

Pasan por tres ámbitos: seguir mejorando la calidad en las encuestas, la transparencia y la comunicación. Encuestas hay muchas, cada vez más, y de calidad variable; nosotros tenemos la responsabilidad de poner sobre la mesa datos de alta calidad. Si tenemos que hacer menos encuestas pero hacerlas mejor, lo prefiero. Eso pasa por darles más peso a las encuestas presenciales: son más caras y más lentas, pero de mejor calidad.

¿Qué implicaciones tiene?

La forma de seleccionar la gente, las cuotas, muchas decisiones pequeñas y técnicas que se toman que hacen variar el coste. La concreción es hacer más encuestas presenciales que telefónicas, que dan más garantías. Y tender a usar más encuestas online, de uso generalizado en el sector privado, que nos pueden ayudar para cuestiones concretas.

¿No hay un sesgo en las encuestas telefónicas?

Dan muchos problemas. Cada vez la gente contesta menos, también en los móviles. A mucha gente la pillas en mal momento y estamos bombardeados por el telemarketing, así que la tasa de respuesta es muy baja. Tenemos que llamar a muchos números para conseguir que alguien nos conteste. Y eso tiene una implicación: no sabemos quién contesta y quién no y eso tiene muchos sesgos. La ventaja que tienen, que es el coste, ya la obtenemos en las encuestas online. Cuando queramos estándares de calidad para barómetros políticos utilizaremos encuestas presenciales y cuando queramos cuestiones más concretas, más puntuales, podemos usar encuestas online, que con las correcciones necesarias nos dan muestras de calidad equiparable.

¿En este sentido, el uso generalizado de los smartphones, qué oportunidades genera para estos análisis?

Hace unos años dejaban fuera a las personas sin internet, pero su práctica universalización tumba muchas barreras. La gente nos puede contestar cuando le viene bien y puede contestar con mayor sensación de anonimato. El anonimato siempre está garantizado por la ley de protección de datos, pero cuando hablas con alguien, sabemos que las respuestas se condicionan.

Uno se siente juzgado por la voz al otro lado del teléfono.

Exacto. Si tienes una opinión que anticipas socialmente mal vista, como una opinión xenófoba, te cortas. Delante de una pantalla o una aplicación es más fácil, son encuestas más honestas. Si sabemos explotar esas ventajas nos va a permitir sortear los problemas.

¿Por qué miente la gente en las encuestas?

Es complicado. Preguntamos cosas que la gente considera que forman parte de su esfera privada. A quién votas, cuánto ingresas al mes, si vas o no a misa. Son preguntas delicadas y siempre ha habido este problema. Pero nosotros no preguntamos a alguien por ese alguien, sino como parte de una muestra. Con la abstención, por ejemplo, siempre se ha dado esto, porque la gente entiende que ha fallado a su deber ciudadano. Para hacer frente a eso podemos intentar formular las preguntas de forma que sean menos incómodas o que desaparezca el entrevistador.

Todo esto forma parte del capítulo de mejorar la calidad de las encuestas. La otra parte es la de las muestras por cuotas. Normalmente necesitamos una cantidad de hombres y de mujeres y repetimos las encuestas hasta dar con una muestra equilibrada. Pero como hay tanta gente que no contesta, no sabemos cómo son, por ejemplo, las mujeres que no contestan. La solución a ello es hacer muestras nominales, insistir en la muestra. Es complicado, pero aumenta los estándares de calidad. Una combinación entre el online y estas cuestiones es un proceso que creo que irá bien.

Otra cuestión que comentaba es la transparencia.

El CEO tiene unos estándares de transparencia elevados. Somos una institución pública y por definición tenemos que tenerla. El mismo día que se publican los resultados salen todos los datos, no hay un lapso de tiempo, como sucede con el CIS. Mi idea tiene que ver con la llamada cocina de las encuestas, con la predicción electoral de escaños. El proceso se hace en cada lugar de una manera, pero queremos ser capaces de explicar tantos detalles como sea posible: por qué hemos llegado a una decisión, qué hemos tenido en cuenta y qué procesos. Así, cualquier persona con cocimientos técnicos puede evaluarlo críticamente. Que tú generes una predicción sobre un resultado electoral puede condicionarlo, por lo tanto tienes la responsabilidad de ser transparente, de enseñar de dónde sacas los números. En general, los números son mayoritariamente honestos, pero creo que es importante ser transparentes.

¿Las predicciones de los medios de comunicación y de los partidos también cree que son honestas?

(Ríe) Mayoritariamente.

Y respecto a la mejora de la comunicación del CEO...

Tengo la idea de abrir temáticamente los barómetros. Entendemos la política de forma más amplia que el voto, la valoración de los líderes o el parlamento. La gente tiene opiniones diferentes sobre temas de fondo: igualdad de género, cambio climático, renta básica, la monarquía, la integración europea... No vamos a hacer encuestas sobre la polémica de la semana pasada, pero sí sobre temas que se discuten, sobre las tensiones que hay en el ambiente, que son cuestiones de fondo. Lo vamos a ir incorporando a las encuestas porque pensamos que son temas sobre los que la gente tiene opinión y es una opinión importante.

No sobre la renovación del Consejo General del Poder Judicial pero sí sobre quién debe elegir a los jueces.

Sobre la independencia de la justicia y su percepción, por ejemplo.

¿Hablando de independencia, el sentir independentista en Catalunya será una pregunta recurrente?

Se va a mantener en la medida en la que sea un tema de debate importante en la sociedad catalana. También porque vamos a tender a respetar las series históricas de preguntas, que es lo que da valor, siempre que respetemos la forma de preguntar.

Volviendo al tema de la comunicación...

Tenemos la sensación de que generamos datos que se quedan en la página web. Hay muchos datos que son interesantes y pueden aportar al debate público. Queremos hacer infografías sobre temas relevantes, por ejemplo, de cara a una cumbre del clima. No estamos todo el día contando escaños, hacemos encuestas sobre temas que interesan a la Agencia de Salud, sobre igualdad de género... Vamos a darle una vuelta para sacarle partido a los temas de interés académico, social.

¿Se han planteado hacer encuestas que no pregunten por la intención de voto?

Sí, ya hacemos. Tiene que ver con la ley. Cuando hacemos una encuesta que pregunta por intención de voto y por valoración de líderes políticos, esa encuesta tiene que ir más rápido, tenemos que entregarla al Parlamento en un plazo determinado por ley. Pero hacemos otras encuestas en las que hay preguntas de interés de las diferentes conselleries del Govern, por ejemplo.

En la Comunitat Valenciana los barómetros -coordinados por la dirección general de análisis, que depende de Presidencia de la Generalitat- no suelen preguntar por intención de voto ni valoración de los líderes.

Nosotros hacemos el barómetro político tres veces al año, con contenido político, intención de voto... El resto del año hacemos otras encuestas con otro tipo de preguntas. No queremos estar cada mes preguntando por intención de voto, queremos centrar los esfuerzos en cosas que sean útiles desde otros puntos de vista.

¿Les interesa analizar la persistente polarización política?

Sí. Nuestros datos sirven para analizar la polarización. Los usuarios de los datos, académicos, investigadores, periodistas, pueden analizarla. Nosotros nos preocuparemos de que nuestros datos tengan los indicadores necesarios para hacerlo. A mí como investigador me interesa, tenía un trabajo en proceso antes de ser director del CEO; como responsable, tengo que preocuparme de los temas que son de interés y se puedan analizar.

¿Qué temas les interesa analizar? Antes hablaba de salud, por ejemplo.

Hay debates que ha abierto la pandemia sobre libertades, seguridad, cambio climático, impuestos... Tengo la intuición de que lo más interesante es cómo responde la gente a dilemas. La política va de tomar decisiones que muchas veces se plantean en términos de dilemas. Si subir los impuestos para luchar contra la pobreza, cerrar o no una central para reducir las emisiones... esas situaciones, esos dilemas, son interesantes y aportan valor para tener un debate. Creo que por ahí van las cosas importantes.

Estamos en un contexto de sobreinformación, de emergencia permanente, en el que las opiniones son volátiles, ¿Cómo afecta esto a la hora de hacer encuestas?

Es algo que los americanos observan desde los años sesenta. La gente hoy y dentro de seis semanas contesta cosas diferentes. La realidad es así, y si es volátil la opinión pública, tenemos que reflejarla. Por eso es importante mantener las preguntas entre barómetros. Otra parte es no hacer preguntas demasiado coyunturales, porque el tema de la última tertulia, ¿qué valor tendrá en tres meses, en un año?

¿No afecta a la credibilidad de las encuestas? ¿Cómo hacer una predicción cuando todo es tan inestable?

Forma parte de la pedagogía que debemos hacer. Tengo la sensación de que se piden a las encuestas cosas que no pueden dar. Si el contexto político es inestable, lo mejor que pueden hacer las encuestas es reflejar la inestabilidad. Cuando miras la predicción del tiempo para mañana te puedes fiar, pero si la miras para el miércoles que viene, puede cambiar cinco veces. Te da una visión general, pero no exacta. Con las encuestas sucede un poco lo mismo: antes de las elecciones se pueden ajustar, pero en año y medio la realidad puede cambiar y la gente adapta su comportamiento. La gente que utiliza encuestas para tomar sus decisiones debería tener esto en cuenta. Una encuesta es un fotograma y la realidad es una película continua.

¿Se han idealizado demasiado? En política parece que va la vida en ellas.

Sí. Mucha gente las denigra y al mismo tiempo, a menudo las mismas personas, les otorgan propiedades mágicas. La realidad no está ni en un lado ni en el otro. Las encuestas sirven para lo que sirven.

¿Y para qué sirven las encuestas?

Para entender cómo funciona la opinión pública. Yo pienso en para quién hacemos las encuestas, y veo tres grupos. El primero es para los investigadores, que las tienen como uno de sus instrumentos de análisis de la sociedad; gracias a ellas podemos entender el proceso de cambio de valores y los cambios culturales. El segundo, para la opinión pública en general, para ver cómo la sociedad se puede conocer mejor a sí misma. Ahí los medios de comunicación ejercen como intermediarios y nosotros tenemos que ejercer de proveedores de datos para que se puedan usar cuando explican historias sobre la vida, sobre cómo ve la sociedad a sus instituciones, tienen que servir para complementar las fuentes. Y el tercero, para los políticos. A ellos les llegan los inputs por quienes se quejan en redes sociales, organizan manifestaciones o tienen capacidad de ejercer presión; con las encuestas, si las hacemos bien, podemos reflejar qué piensa la sociedad, ayudar a que entiendan la realidad de la opinión pública. Las voces que se oyen son las de quienes se han movido y no siempre corresponde con la realidad; para eso sirven las encuestas, para tener una medida más objetiva en el debate público.

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