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¿Cómo será Valencia sin Rita Barberá?

Javier Caro

Rita Barberá tenía la cara desencajada, sus ojos buscaban a algún culpable imaginario para condenarlo a galeras. Respiró hondo antes de coger los micrófonos y ponerlos como a ella le gustan. Miró a cámara, sabía cuál era la suya, conoce el medio en el que durante años se ha desenvuelto, mas sabía que esa noche era una de sus últimas con el poder en sus manos. El cetro simbólico de la capital le era arrebatado. Alberto Fabra la cogió del hombro para salir entre la nube de reporteros, se mascaba el cambio. Sensaciones que recordaban a libertad. Rita ya no será la que ría al lado de las falleras o la que vigile la Plaza del Ayuntamiento, desde esa atalaya inexpugnable en que se había convertido el consistorio. Ya no inaugurará nada en la ciudad, ni repartirá besos y por descontado ya no necesitará volver al barrio que quiso derribar inmisericorde.

Y, ¿que será de Valencia sin Rita Barberà?. No tengo consciencia de haber vivido en la ciudad sin ella manejando los hilos del poder. La cultura quizás lo agradezca o tal vez no. La sociedad indómita y arriesgada de Valencia nunca ha sido del agrado de “la jefa”, y desamparados por los medios, las subvenciones o el más mínimo reconocimiento han sabido crear un espacio de cultura diferente. Quizás no la echemos de menos gracias a ello. Valencia, durante el mandato de Barberà, construyó una ciudad paralela, contracultural (aunque en realidad esa no fuera su intención) y con un aroma rebelde. Creó iconos del teatro y del humor como Xavi Castillo, actor que jamás fue del agrado del consistorio. En los lugares mas arrinconados por el Ayuntamiento, se crearon movimientos sociales, que reivindicaban la cultura en la calle, la danza, la dolçaina y el tabalet. La ciudad que se ha reinventado y ha conseguido tener una identidad propia cuando la gente bramaba por ver a Fernando Alonso en el circuito de Fórmula 1 o cuando veían lo engalanada que estaba la ciudad para el Papá. Y ahí, la cultura y una parte de la ciudadanía, siguieron creando otra realidad, sin duda mucho más cercana al pueblo. Pero nunca aparecía en Canal 9, ¿cómo iba a hacerlo si estaba secuestrado?. Valencia a vivido con Rita, pero Rita no ha vivido con los valencianos. Ninguneó su lengua, salvada una vez más por personas que se preocuparon por mantenerla viva como fuente de una historia común que seguía viva y feliz. Rita, y su amigo Camps, aquel que lanzaba besos a Dios en su propio juicio, subieron a la ola de locura que arreció por la ciudad, daba igual que hubieran personas debajo de los puentes o que los niños estudiaran en barracones. Daba igual. La ola era cegadora y majestuoso. ¿Quién iba a osar decirle a la omnipotente Barberà que podía intentar hablar más en valenciano o que existían barrios preciosos que luchaban por mantenerse en pie?. ¿Quién?. Pues los mismo que ahora esperan un giro, una vuelta a la normalidad. Los que desean que la cultura vuelva a ser patrimonio inmaterial de los valencianos.

Pero no sólo en la cultura la ciudad será diferente. ¿Como serán unas fallas sin ella?, sin esa espontaneidad que adoraban sus admiradores y abochornaba al resto. ¿Tendrá el mismo garbo el próximo alcalde cuando suba a las Torres de Serrano y conmine a sus conciudadanos a disfrutar de las fiestas patronales?. ¿También irá vestido de rojo?. El que sustituya a Rita paseará su sonrisa por los mercados hablando de las bondades de la ciudad a los trabajadores, tendrá que coger niños, reírse de las ocurrencias de ancianos. ¿O será diferente y todo más serio?. Y lo pregunto porque durante muchos años, esas y no otras, han sido las formas de trabajar aquí. Gente que decía que Rita era como el Rey, campechana y amable. Tan campechana que llevaba 7 policías cuando se iba a Jávea a disfrutar del verano, haciendo que sus guardaespaldas se alojasen en hoteles de 233 euros la noche. Pero Rita era así, si tenía que irse a Milán a la clausura del congreso “Milán, Capital Europea del Deporte 2009”, no se sentía mal por rascarse un poco el bolsillo, aunque fuera a costa de los contribuyentes. Para ese viaje tan campechano Rita se fue con su hermana, y dos personas más, gastándose lo mínimo que pudieron, no fuera a ser que su campechanía se viera resentida, 10.600 euros en billetes y dos coches.

Pero estas cosas son nimiedades, Rita Barberà ha hecho mucho por el pueblo valenciano, de hecho quería que los que vivieran más alejados de la playa pudieran acceder a ella por una avenida enorme, aunque para conseguir tamaña obra tuviera que tumbar medio barrio. Seguro que a los del Cabanyal no les importaba, pensaría. La alcaldesa sabía que no se podía contentar a todo el mundo, y eso de tener mano izquierda le sonaba bolchevique sino bolivariano, así que la mejor opción era contentar a unos y destruirles la vida a otro. Aunque quizás nadie en la ciudad le pidiera que alargara más la avenida, pero ella quería pasar a la historia: unir Valencia al mar, como si el Cabanyal no fuera parte de Valencia.

Nuestra alcaldesa en funciones se marcha, y con ella miles de historias y de momentos, porque en realidad muchas generaciones no hemos visto otra cosa, no podemos comparar, no podemos hacernos una idea de lo que es vivir sin que ella lleve las riendas de esta alocada ciudad. Ahora despertamos a una nueva realidad.

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