Cinco argumentos por los que beber agua para adelgazar es una aberración

Foto: Priyanka98742

Jordi Sabaté

Elisabeth, lectora de eldiario.es, nos comenta que ha leído una noticia en la que se asegura que una dieta a base de consumir importantes cantidades de agua ayuda a adelgazar entre uno y dos kilos al año, y especialmente si es fría, ya que siendo así, obliga a nuestro organismo a trabajar para restablecer la temperatura corporal.

Además, nos cuenta Elisabeth que en el artículo se aconseja beber abundante agua antes de las comidas porque así nos quitamos el hambre. Nuestra lectora nos pide que rebatamos esta información que a ella le parece absurda. No solo se trata de una información absurda y sin base, sino que también es muy poco aconsejable seguirla, y por tanto resulta una idiotez. A continuación argumentamos por qué es una irresponsabilidad extender tales informaciones.

1. Beber no es un instrumento dietético

La necesidad de hidratarnos no obedece a requerimientos nutricionales sino fisiológicos. Es decir que tenemos que beber agua para mantener las concentraciones de los diferentes componentes de nuestro plasma estables, así como la turgencia de órganos, tejidos, mucosas protectoras, etc. Pero beber agua no engorda ni adelgaza, ya que el agua supone 0 calorías.

2. Beber agua no arregla una dieta insana

Elisabeth nos cuenta que en la publicación referida se asegura que beber medio litro de agua al día adelgaza 23 calorías exactas, que son resultado del trabajo que hace el cuerpo para procesar dicho medio litro. En tal caso, la publicación asegura que con esta costumbre perderemos dos kilogramos al año, sin citar que hay otros factores, como que comer grasas saturadas y azúcares libres en exceso, o no comer verdura y fruta, o beber alcohol, etc., compensan de sobra esa pérdida teórica de los dos kilos anuales. Para colmo estaremos pensando que podemos arreglar los excesos calóricos de la comida y el trago simplemente bebiendo medio litro de agua.

3. Aconsejar beber agua helada es un peligro

Extender la creencia de que cuanto más fría sea el agua que bebamos, más esfuerzo hará el cuerpo para recuperar su temperatura natural y por tanto más calorías gastará, es una temeridad. En invierno porque podemos forzar una faringitis que derive en una neumonía, y en verano porque podemos provocarnos una hidrocución, lo que antes se conocía como corte de digestión.

Este fenómeno se produce por un choque de la temperatura corporal caliente con un medio, interno o externo, demasiado frío. Es decir que tanto si nos metemos en una piscina fría muy calientes como si bebemos agua helada, podemos sufrir mareos, e incluso desmayos. El agua que bebamos siempre tiene que estar templada, ya sea para evitar la hidrocución como para evitar los problemas en la garganta y los bronquios.

4. El agua como saciante es una pésima idea

El promocionar beber agua abundante antes de las comidas es una pésima idea por la sencilla razón de que, en efecto, nos sacía, lo cual es recomendable, pero no de la manera adecuada. Este método es un promotor del hambre y la obesidad, porque evita que aprendamos a comer en cantidades apropiadas y sobre todo a comer productos nutricionalmente adecuados, que son precisamente los saciantes.

El saciarse con agua no ayuda a que nos acostumbremos a masticar, a las harinas integrales, a la fruta entera, a las hortalizas, etc. Al contrario, promueve hábitos nada saludables como alimentarse con zumos, batidos verdes, zumosbatidos verdesbebidas azucaradas y otros productos ricos en calorías vacías y fáciles de tragar más que masticar, que además nunca nos dejan saciados. Que quede claro que beber agua en las comidas no es malo y, en efecto, ayuda a contener la sensación de hambre, pero el agua no suple la ausencia de nutrientes fundamentales ni de una alimentación correcta.

5. Es una dieta que promueve la pérdida sales

En algún punto de la información que nos comenta Elisabeth se dice que aunque lo de beber dos litros al día es un mito, al acercarnos a este volumen de ingesta mejoramos la pérdida de peso, puesto que el cuerpo debe trabajar más para procesarlos. Lo que nos puede realmente provocar beber por norma dos litros diarios de agua, incluso cuando nuestro cuerpo no los requiere porque está sobradamente hidratado, es un aumento de la diuresis.

Es decir que el riñón trabaje más, aunque sea filtrando agua, y vayamos al baño a orinar con mayor frecuencia. Como consecuencia de ello, podemos tener una pérdida efectiva de sales corporales, que si no reponemos con alimentos variados y ricos en minerales, terminará por provocarnos calambres, cuando no a largo plazo puede generar una pérdida de la densidad ósea, con el consiguiente riesgo de fracturas, sobre todo en mujeres postmenopaúsicas.

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