Cuatro trucos para que la lana de tu jersey deje de picar
La lana es uno de los tejidos naturales que mejor aíslan del frío y que son más sostenibles y reutilizables. No obstante, se trata de un producto muchas veces caro, limitado al invierno y que tiene un gran inconveniente para muchas personas: genera picor sobre la piel desnuda.
En consecuencia, ante la perspectiva de tener que pasar el día rascándose, muchas personas renuncian a las prendas de lana y prefieren apostar por fibras sintéticas, derivadas del petróleo y, por lo tanto, menos sostenibles.
Y lo hacen sin saber que existen pequeños trucos para evitar que las prendas de lana piquen, totalmente basados en la ciencia y más concretamente en el equilibro de cargas iónicas.
¿Por qué pica la lana?
La lana es pelo animal, pero no se parece al nuestro, sino que es mucho más complejo, estructurado por capas. De ahí sus virtudes aislantes, de resistencia a manchas y malos olores.
Se trata de un pelo proteico de diversas capas y protegido exteriormente por un sistema de escamas enceradas con lanolina, un lípido especial de la lana, que se conoce como cutícula.
Estas escamas exteriores pueden estar más rígidas y abiertas o menos en función de la humedad, el calor, si las fibras/pelos de lana se encuentran más pegados o menos, etc. Así, cuando las fibras están muy apelmazadas las unas con las otras, la humedad es baja y hace calor, las escamas son mayores, más abiertas y más rígidas.
El motivo es que las fibras tienen diferentes cargas iónicas a lo largo de la fibra, y estas hacen que las fibras se abriguen entre ellas, rompan su estructura lineal y se apelmacen, generando “pelotas” o fibras mayores apretadas.
Estas “pelotas” de pelo con las escamas más rígidas y las fibras en todas direcciones son las que provocan que la lana roce contra la piel, la descame y entré en contacto con los nervios dérmicos generando picores.
Cuatro trucos para que la lana deje de picar
Por lo tanto, el objetivo debe ser reorganizar las cargas eléctricas a lo largo de la fibra de lana para que entre todas ellas se repelan, al tener la misma carga, y se separen así las unas de las otras, generando alineamiento y una mayor suavidad.
1. Usar el congelador
Basta con coger nuestra prenda de lana, colocarla en una bolsa de congelación, o cualquier bolsa hermética, para evitar que coja malos olores, y meterla un par de horas en el congelador. Mejor si son de tres a cuatro horas.
El frío actúa como reorganizador de las cargas térmicas, dejando todas las fibras cargadas negativamente, de modo que se repelan las unas a las otras.
2. Usar glicerina
Basta con agregar una cucharada de glicerina, de la que podemos encontrar en farmacias o droguerías, al jabón que estemos usando para lavar la lana, siempre en agua fría y a mano. La glicerina le dará una capa de carga positiva que hará que las fibras se repelan entre ellas.
Siempre es una mejor alternativa que utilizar suavizante, que termina afectando a las propiedades de la lana, pero también se puede utilizar este último.
3. Usar vinagre blanco
El vinagre es otro buen tensioactivo catiónico, es decir un producto que vuelve las cargas positivas y hace que las fibras se repelan entre sí, rompiendo la atracción (tensión) entre ellas.
No debemos temer por el olor, ya que tras un lavado aplicando 250 ml de vinagre (blanco, eso sí) a un litro de agua, este termina evaporándose. Solo necesitaremos dejar la pieza en remojo de vinagre y agua, durante poco más de un cuarto de hora.
4. Usar acondicionador de pelo
Una opción de urgencia es, si tenemos a mano un acondicionador del pelo, aplicar este producto sobre la prenda en suaves masajes para uniformizarlo. Lo haremos una vez lavada esta en agua fría. Y tras media hora después de la aplicación aclararemos con abundante agua.
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