Los seis trastornos típicos del verano (y cómo evitarlos)

Foto: Tappancs

Marta Chavarrías

Durante el verano, cualquiera de nuestras actividades cotidianas se caracteriza por una mayor exposición al ambiente exterior. Actividades deportivas y de ocio tienen como particularidad, sobre todo, una mayor exposición a las radiaciones solares, al agua de playa o de piscinas y a un cambio de hábitos tanto de descanso como de alimentación. Conviene, pues, prestar atención a aspectos relacionados con estos cambios si no queremos que ciertos trastornos nos amarguen el verano. Algunos de los más presentes son:

1. Gastroenteritis

Las altas temperaturas favorecen la aparición de gastroenteritis, una infección de las mucosas del estómago y del intestino producida en la mayoría de los casos por una intoxicación alimentaria que provoca diarrea y vómitos. Las principales causas de este problema durante el verano son el consumo de agua no potable (sobre todo en viajes a países exóticos), comida en mal estado, corte de digestión, empacho o contagio por virus.

La infección más frecuente suele estar provocada por norovirus, con un periodo de incubación de entre 12 y 48 horas y que suele durar unos dos días. Si la infección es por bacterias como Salmonella, el cuadro suele ser más largo, de hasta siete a diez días. Es importante tener en cuenta la higiene y las temperaturas de conservación de los alimentos.

2.Problemas oculares

La luz solar y el agua de mar y de las piscinas ponen a nuestros ojos en condiciones especiales a las que deben protegerse. Y es que, durante el verano, la luz solar intensa, por su nivel alto de rayos ultravioletas, afecta más a nuestros ojos. Esta exposición a la luz puede provocar lo que se denomina conjuntivitis irritativa con el ojo rojo, lagrimeo y molestias. El uso de gafas de sol con el filtro adecuado es la mejor manera de prevenir estos problemas oculares.

Otro gran enemigo de los ojos es el agua del mar y de las piscinas. La primera, por su alta concentración en sales y, la segunda, por su contenido en cloro. Para prevenirlas, deben usarse gafas para nadar o bucear, sobre todo a partir de los tres años. Así evitaremos que los ojos se nos queden rojos y nos piquen. Para disminuir estos síntomas pueden lavarse los ojos con suero fisiológico frío. En las piscinas aumenta también el riesgo de contagio de algún germen, que puede provocar conjuntivitis infecciosa, con unos síntomas más intensos que la irritativa, como párpados inflados e incluso visión borrosa.

3. Quemaduras por el sol

La exposición excesiva de la piel a los rayos ultravioleta (UV) suele derivar en el enrojecimiento de la piel. Es fundamental seguir una serie de consejos para evitar quemarse al sol, como buscar la sombra, sobre todo en las horas de más intensidad de las radiaciones (entre las once de la mañana y las cuatro de la tarde). Es fundamental usar un factor de protector solar adecuado al tipo de piel. Este debe aplicarse de forma generosa unos 20 o 30 minutos antes de exponerse al sol para que penetre bien.

La aplicación debe renovarse a las dos horas para evitar que se pierda el efecto. Un aspecto que no debe olvidarse es el lugar donde se toma el sol; no es lo mismo la playa que la montaña ya que el riesgo de quemadura aumenta un 4% cada 300 metros de altura. La época del año también es clave; durante el verano aumentan los riesgos de quemaduras porque, además de que estamos más expuestos, la intensidad de las radiaciones solares es más intensa. Además de la protección con cremas, es recomendable usar objetos como gorras, gafas de sol para proteger los ojos y protector labial.

4. Picaduras de insectos

Mosca negra, abejas, avispas, mosquitos, orugas o arañas son los insectos que más frecuentemente pueden picarnos. Algunos lo hacen porque necesitan la sangre para llevar a cabo su ciclo reproductivo, como los mosquitos o tábanos. Otros pican para defenderse, como las abejas y las avispas. En la mayoría de los casos, las reacciones en la piel no son más que la respuesta de defensa del sistema inmunológico contra el veneno del animal.

Muchas picaduras producen molestias locales como picor, quemazón u hormigueo que suelen desaparecer en horas o días, sin que sea necesario un tratamiento específico. Para calmar el picor, puede aplicarse frío en la zona afectada; también puede aplicarse algún preparado con amoniaco, crema o analgésico.

En un porcentaje más bajo, las picadas pueden causar reacciones alérgicas, especialmente a las abejas, las avispas o las arañas. Los síntomas suelen ser inflamación de la zona picada, que suele durar aproximadamente una semana, o enfermedad del suero, que aparece entre 2 y 10 días después de la picada y puede provocar picor generalizada, fiebre y dolor articular.

Para prevenir las picadas pueden usarse repelentes contra insectos, usar ropa poco vistosa que cubra todo el cuerpo, evitar el uso de perfumes y colocar mosquiteras en ventanas.

5. Hongos en la planta de los pies

Aunque pueden ocurrir durante todo el año, somos especialmente susceptibles durante el verano. Los hongos prosperan en condiciones cálidas y húmedas y en las zonas del cuerpo más sudorosas, como los pies, que se convierten en hábitats perfectos. El uso de duchas públicas en piscinas y playas ayuda a que los hongos se propaguen. Los síntomas de una infección fúngica en la piel pueden incluir erupción roja, piel agrietada o descamada, ampollas y picazón.

Unas buenas prácticas de higiene personal ayudan a mantener los hongos a raya. Procurar que la piel esté seca y limpia es una de las mejores maneras de prevenir las infecciones, así como usar chancletas en duchas públicas y vestuarios. Debe tenerse en cuenta que los zapatos cerrados crean un ambiente perfecto para que los hongos prosperen, sobre todo en verano.

6. Infección de orina

Aunque la cistitis o infección de orina puede producirse en todas las estaciones del año, las bacterias se reproducen sobre todo con la humedad de la ropa mojada y de algunos componentes químicos del agua de las piscinas. Un gran número de las infecciones están provocadas por la bacteria E. coli. Suele provocar un dolor intenso, picor y necesidad continuada de ir al baño.

En verano debe prestarse atención a la humedad provocada por la ropa de baño (bañadores o biquinis) mojada en contacto con la zona íntima, además de una completa y adecuada higiene íntima.

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