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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Derecho y subversión: veinte años desde el final del apartheid

Varios sudafricanos esperan en una cola para poder votar en las últimas elecciones.

Wolfgang Kaleck

He estado recordando mi viaje a Robben Island, Sudáfrica, el pasado mes de marzo. Viví momentos emotivos. Ahmed Kathradra se sentó con nosotros en el ferry que nos llevó a la pequeña isla-prisión situada a una hora de distancia de Ciudad del Cabo, en el Atlántico Sur. Kathradra, nacido en 1929, fue, junto con sus dos antiguos compañeros de prisión, Walter Sisulu y Nelson Mandela, uno de los líderes históricos del African National Congress (ANC). Fue quien nos mostró el gran patio de la cárcel donde surgió la legendaria foto de los opositores del apartheid encarcelados, que los muestra en pantalones cortos, sentados en el suelo y picando piedra. Vimos la cantera en la que tuvieron que trabajar en condiciones nefastas para la salud. Y me sentí repleto de admiración por la paz y la tranquilidad, pero también por la férrea voluntad de lucha que irradiaron Kathrada y sus compañeros de batalla desde principios de los 60 en el largo camino hacia la libertad (tal es el título de la autobiografía de Nelson Mandela).

Esta historia tuvo su inicio en Rivonia, una urbanización de Johannesburgo. Concretamente, en la Liliesleaf-Farm, arrendada por comunistas blancos próximos a Arthur Goldreich para iniciar, en la clandestinidad, la lucha armada del ANC contra la injusticia del apartheid. En julio de 1963, casi todos los líderes fueron arrestados durante una redada. Pocos meses más tarde comenzó el proceso político contra ellos: el Proceso Rivonia, que finalizó en junio de 1964 con condenas de cadena perpetua para Kathradra, Sisulu y Mandela.

Resulta doloroso contemplar los cientos de vallas, muros, alambradas, puestos e instalaciones de vigilancia y carteles publicitarios de empresas de seguridad que figuran en el viaje de solo media hora desde el centro de Johannesburgo hasta la Farm. En Ciudad del Cabo es parecido. También allí hay innumerables muros, visibles e invisibles: aquí, a un lado, los guetos, que discurren a lo largo del camino que va del aeropuerto al Waterfront, y allí, al otro lado, la zona portuaria gentrificada, en la que los consumidores, en su mayoría blancos, son servidos principalmente por negros.

Me encuentro en una conferencia internacional con abogados de derechos humanos veteranos, pero también muy jóvenes, de todo el mundo. Mis amigos sudafricanos dan cuenta de más problemas: el joven abogado Dimitri Holtzman trabaja con su organización Equal Education por el derecho humano a la educación, empresa difícil en vista del sistema educativo privatizado de Sudáfrica. Charles Abrahams denuncia desde su despacho de abogados, sobre todo, a empresas multinacionales que producen en condiciones indignas para el ser humano y nocivas para su salud.

A este respecto, no debemos olvidar la masacre de Marikana, que sigue sin ser esclarecida, en la que, el 16 de agosto de 2012, unos policías mataron a tiros a 34 trabajadores de las minas de platino que hacían huelga para pedir salarios mínimos más altos. El trabajo de la comisión de investigación estatal se prolonga. Hasta ahora ni se ha tomado declaración a los oficiales de policía responsables ni han sido identificados los que dispararon. Ni hablar ya sobre si se ha podido esclarecer el papel de la empresa minera Lonmin.

La libertad formal y la libertad de voto: el pasado 7 de mayo, Sudáfrica eligió un nuevo parlamento. La generación de Ahmed Kathradra luchó por ello y lo consiguió; esa es su victoria histórica. Ahora depende de las siguientes generaciones, y quizás de nuevas formaciones políticas, que se luche por obtener los derechos sociales y económicos que se encuentran recogidos, por ejemplo, en la Freedom Charter y en la propia constitución sudafricana.

Hay mucho por hacer en Sudáfrica. Y sería bonito que en esta ocasión los gobiernos y las empresas occidentales se pusieran del lado de la mayoría de la población sudafricana.

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