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Innerarity:el pasado nos da ya pocas lecciones y hay que aprender del futuro

Fotografía facilitada por Galaxia Gutenberg de libro "Pandemocracia" de Daniel Innerarity.

EFE

Madrid —

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El filósofo Daniel Innerarity considera que la pandemia ha demostrado, por lo imprevisible, que el pasado cada vez da menos lecciones y que hay que “aprender del futuro”, aunque advierte de que los políticos en España están dominados por una “gran ansiedad” que les dificulta una conducta más reflexiva.

Inneratiry, catedrático de Filosofía Política, director del Instituto de Gobernanza Democrática y profesor en el Instituto Europeo de Florencia, acaba de publicar “Pandemocracia, Una filosofía de la crisis del coronavirus” (Galaxia Gutenberg), en el que actualiza su teoría respecto a la incapacidad de las democracias contemporáneas de gestionar las crisis.

P.- ¿Por qué no supimos prever la crisis sanitaria?

R.- Nuestra capacidad estratégica para explorar el futuro y observar las tendencias latentes en la sociedad está muy disminuida por una atención exclusiva en las urgencias del día a día y en los pequeños combates narcisistas. Ese déficit es la causa que explica cosas como que no tuviéramos mascarillas o que el médico que dio la alerta en China fuera a la cárcel.

P.- ¿Por eso dice que es necesario saber gestionar el desconocimiento?

R.- El mundo presenta cada vez situaciones más indefinidas y más imprevisibles y por eso ya no podemos aprender del pasado, ya nos da pocas lecciones. Y la paradoja es que tenemos que aprender del futuro, que significa tener capacidad de anticipación, de previsión, pensamiento estratégico y análisis de lo latente.

P.- ¿Las instituciones en España saldrán dañadas o reforzadas?

R.- Creo que es difícil que se dañaran más porque detrás de toda la conflictivdad, la crispación y ese debate político tan de corto vuelo lo que hay es una profunda desconfianza. Los actores políticos están dominados en este momento por una gran ansiedad que les dificulta entrar en una conducta más reflexiva.

P.- ¿La desescalada está coincidiendo con una escalada del enfrentamiento político?

R.- Si, y no me ha sorprendido. En el subconsciente colectivo está la idea muy perversa de que el curso institucional habitual no proporciona ni grandes oportunidades de lucimiento a los Gobiernos ni grandes oportunidades para la alternancia. Y que los vuelcos que ha habido en nuestra historia reciente han sido por convulsiones, como los atentados del 11-M o la crisis económica.

Muchos políticos piensan que no pueden desperdiciar una gran crisis. A esto se une que el margen de confianza que dan los ciudadanos a sus candidatos o los partidos a sus dirigentes también es más breve.

La mayor parte de los líderes políticos tienen hoy una sola bala, o bala y media. Eso genera una gran ansiedad y es una de las cosas que explica que nos estén volviendo ansiosos a todos. El panorama político es muy histérico.

P.- ¿Para calmar la ansiedad social es necesaria transparencia?

R.- Por parte del Gobierno central hubiera sido más inteligente una verdadera implicación de las Comunidades Autónomas, porque esa es una forma de integrar a otros partidos.

Pero esta obligación del Gobierno va acompañada de una obligación recíproca de quienes están en la oposición de justificar sus críticas por lo menos con la misma transparencia y rigor que se exige del Gobierno, no argumentos del estilo de que se está castigando a una Comunidad Autónoma o se está produciendo un atentado a la libertad, como si uno tuviera, en el listado de libertades, la de contagiar...

P.- ¿Y qué pasará en las próximas semanas de desconfinamiento?

R.- Durante el confinamiento las decisiones eran binarias y el control era relativamente sencillo. Ahora, más que prohibir o castigar hay que dotar a la gente de instrumentos para ayudarles a ser responsables. Tenemos que aprender a vivir en la pandemia y esta situación de transición es una etapa muy delicada.

P.- ¿Cómo deberían actuar el Gobierno y la oposición en esta etapa tan delicada?

R.- En cuanto al Gobierno, son momentos de no exagerar tanto las diferencias y de crear unos mínimos espacios de generación de confianza, ese es el gran desafío. Y a la oposición hay que decirle que una crisis de esta naturaleza no anula el pluralismo político, lo que hace es suavizar la dimensión competititva del pluralismo político.

Pero en una democracia como la nuestra el momento electoral ha invadido todos los procesos políticos. Deberíamos ser capaces de combinar elementos de competición con colaboración, pero eso es muy difícil cuando los actores políticos están en modo angustia, o en modo pánico incluso. Si no conseguimos eso vamos a cometer grandes errores que pagaremos caros.

P.- ¿Hay un campo abonado para el populismo?

R.- El populismo es un virus que lo ha infectado todo. Hace mucho tiempo que me niego a hablar de partidos populistas o no populistas; El populismo es ya un rasgo del cortoplacismo y del oportunismo con el que actúan muchos líderes políticos, incluso los que se consideran absolutamente alejados del populismo.

Pero el populismo desprecia tres cosas que la crisis ha revalorizado: el valor de la ciencia, la lógica institucional y el sentido de comunidad global.

P.- ¿Peligra la globalización?

R.- Uno de los grandes debates de los años venideros será sobre qué nivel de gobierno es más competente para qué tipo de decisiones, un debate que habría que hacer sin prejuicios, y en el que estoy convencido de que las instituciones europeas saldrán reforzadas en cuanto a los instrumentos concretos para gestión de riesgos sanitarios que han desbordado a los instrumentos nacionales.

La ciencia será cada vez más transnacional, pero es posible que descubramos determinados niveles de autosuficiencia y autarquía en ciertos productos sanitarios o la cadena alimentaria.

Carmen Naranjo

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