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Susnik, la investigadora eslovena que reescribió la historia social paraguaya

Fotografía cedida por el Museo Andrés Barbero que muestra a la investigadora eslovena Branislava Susnik durante una visita al chaco, en 1963.

EFE

Asunción —

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La investigadora eslovena Branislava Susnik (1920-1996) emprendió en los 50 una aventura para descubrir la cultura de las comunidades indígenas paraguayas, lo que le dio el sobrenombre de madre de la historia social del país y a quien ahora se recuerda con motivo del centenario de su nacimiento.

Con apenas 31 años, esta migrante de la Segunda Guerra Mundial aterrizó en Asunción para orquestar 19 expediciones con el fin de contactar con los pueblos originarios del país, que comenzaban entonces una transformación social al abandonar su forma de vida silvícola.

Sus investigaciones, recopiladas en 77 obras escritas, la convierten en una historiadora pionera, ya que documentó por primera vez en profundidad la forma de vida, lengua y cultura de las comunidades indígenas paraguayas, así como su relación con el hombre blanco.

“Cumplió la función de reescribir la historia de Paraguay porque puso a los indígenas en la historia nacional, donde ellos no estaban presentes. Era una historia lineal de lo que pasó en la conquista, lo que hicieron españoles y guaraníes pero hasta ahí nomás”, explicó a Efe la historiadora Adelina Pusineri.

Pusineri compartió durante casi una década escritorio con Susnik y actualmente dirige el Museo Etnográfico Andrés Barbero de Asunción, donde están exhibidos objetos como las armas, plumas, canoas o pipas que Susnik obtuvo de las comunidades, así como las primeras fotografías en blanco y negro de sus visitas.

La directora del museo define a la que fue su colega como “una mujer con sentido del humor y afable” que hizo de su profesión una obsesión que le ocupaba las 24 horas del día, tanto en su despacho como en sus viajes por el país.

Para poder llevar a cabo sus trabajos de campo, Susnik llegó a aprender hasta 15 idiomas precolombinos, gracias a diccionarios y microfilms, que le permitieron acceder a algunas de las comunidades indígenas donde apenas se hablaba castellano a mediados del siglo XX.

“Hoy todavía es difícil llegar al Chaco, a Bahía Negra y a Puerto 14 de mayo, cómo va a llegar una mujer sola en los años 50. Era imposible, inconcebible para la idiosincrasia paraguaya, pero ella lo hizo”, añadió a Efe la subdirectora del museo, Raquel Zalazar.

Su contacto con el pueblo ayoreo, que habita el Chaco, en el norte del país, supuso una de sus expediciones más peligrosas, sin embargo su conocimiento de la lengua samuco le sirvió para evitar el conflicto.

Pusineri recuerda que por aquella época la Revista Ñandé tituló en su portada: “investigadora tiene peligro de muerte”, después de permanecer un día entero aislada, junto al grupo de sacerdotes salesianos que le acompañaban en su viaje.

Sus buenas relaciones con el Gobierno paraguayo, le permitieron conseguir salvoconductos para llegar a las zonas más conflictivas del país e incluso portar armas, lo que despertó la atención de los pobladores cuando llegaba a las comunidades.

Además de sus trabajos de campo, la investigadora eslovena estudió durante décadas los documentos del Archivo Nacional de Asunción, que compaginó con textos provenientes de Río de Janeiro, Buenos Aires, Tarija, Sucre, Santa Cruz de La Sierra y Cochabamba.

Sus obras “El indio colonial del Paraguay” y “Una visión socioantropológica del Paraguay desde el siglo XVI al XIX” son sus dos grandes contribuciones a la historia paraguaya que llegaron hasta Europa, Estados Unidos, Japón o Canadá.

Su trabajo le permitió obtener en 1992, cuatro años antes de su muerte, el Premio Nacional de las Ciencias de Paraguay que celebraba su primera edición y que reconoció su aportación a la ciencia y la cultura del país.

Ahora, el Museo Etnográfico Andrés Barbero prepara la celebración del centenario de su nacimiento, con una serie de conmemoraciones y exposiciones conjuntas con organizaciones científicas eslovenas que tendrán su gran cita en marzo próxima.

Carlos Villar Ortiga

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