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La arquitectura muda de piel

Una niña juega mientras su madre trabaja en casa durante en confinamiento.

EFE

Madrid —

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Construir viviendas, oficinas y equipamientos “muy saludables” y capaces de adaptarse a situaciones como un virus descontrolado o una sucesión de catástrofes medioambientales, es la propuesta de la arquitecta Izaskun Chinchilla, quien reivindica para su profesión un compromiso fuerte con la innovación.

Izaskun Chinchilla, entre las pocas mujeres que dirigen su propio estudio de arquitectura en España y catedrática de la Bartlett School of Architecture (University College of London), uno los centros más prestigiosos de Europa, explica en entrevista con EFE que la pandemia hará que la arquitectura “se vista por dentro de un modo distinto, mude sus pieles interiores, y sea mucho más flexible para adaptarse a futuras situaciones”.

“Hemos hecho en casa desde escuelas a lugares donde dos personas trabajan con niños; las viviendas se tienen que adaptar”, añade Izaskun, quien estudió Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Madrid graduándose en 2001 con el Premio al mejor expediente de su promoción y una matrícula de honor por su proyecto final de carrera.

Chinchilla explica que los arquitectos han luchado mucho por “la flexibilización”, pero que el mercado inmobiliario ha sido “muy inmovilista”. Hay estadísticas previas a la COVID-19 que reflejan que ni siquiera un 50 % de las viviendas están ocupadas por la familia nuclear de padre, madre e hijos y, pese a ello, relata, “los promotores siguen haciendo esa vivienda que tiene un dormitorio principal con un baño dentro, cama doble y tres dormitorios más pequeños”.

“Simplemente el hecho de hacer unas dimensiones más equivalentes en todos los dormitorios, que la casa no esté tan fragmentada y segregada, te permite desde poder divorciarte y seguir conviviendo con una cierta capacidad de estar a gusto o bien que la compartan tres estudiantes. Son parámetros reales que la COVID-19 ha valorado mucho”, puntualiza Chinchilla, decidida a aportar nuevo enfoque a la arquitectura española.

Para Chinchilla (Madrid, 1975) hay que construir viviendas “saludables y flexibles para que se adapten a situaciones de futuro y lo mismo en oficinas y equipamientos públicos”.

Sostiene que en España hay poca industria que trabaje con una estrategia basada en la investigación empírica. “Todas las empresas que conozco del sector de la construcción se mueven más por los miedos y por el anclaje ideológico al pasado y por la cosa de ‘eso la gente no lo aceptará’ que por una verificación real de lo que la sociedad quiere y necesita”, insiste.

Chinchilla, que propone en sus proyectos ejercicios de multidisciplinaridad donde, a través de la ecología, la sociología o la ciencia, la arquitectura se distancie del discurso estilístico y se reencuentre con la complejidad de la vida en el mundo contemporáneo, añade que aparte de la estructura, los muros y las fachadas, la arquitectura muda mucho con su mobiliario, acabados o distribución y es en ese “cambio de pieles internas” donde la catedrática aventura que habrá más impacto.

“Los hoteles cambian de piel interior cada cuatro o cinco años porque cambian las tendencias. Los restaurantes, prácticamente, no hay ninguno que contrate un nuevo chef que no modifique el interiorismo”, revela.

En el fondo, “lo que hará la COVID-19 es acelerar las tendencias positivas que ya están” en arquitectura y urbanismo.

La presencia de la madera, de agua y de plantas, y de luz, y ventilación natural “mejoran la sensación de confort integral, algo que intuíamos, pero que ahora tienen un respaldo científico”.

“Son elementos que se sabía que eran beneficiosos pero en este contexto de crisis los hemos echado más de menos, ahora el tesoro era tener una terraza con plantas o un jardín. Esta crisis ha hecho ver lo importante que son los principios biofílicos”.

Otros aspectos que se acelerarán a causa de la pandemia tienen que ver con el urbanismo, según Chinchilla, quien ganó en 2014 el Concurso Internacional City of Dreams y cuya propuesta, un pabellón compuesto por material reutilizado, se construyó en Governor’s Island (Nueva York).

Los acuerdos de París de lucha contra el cambio climático establecen que las ciudades europeas con más de 50.000 habitantes deben tener una zona de baja emisión. “Esto -recuerda- se estaba tomando con relajo porque el horizonte era 2023 ”, pero en su opinión el virus impulsará su implantación.

“La plantación de arbolado y la reducción del tráfico rodado van a ser también los grandes cambios y apuestas; me consta que ayuntamientos como San Francisco trabajan ya en esa dirección”, añade la directora del proyecto del Camping del Chorro, en la entrada del Caminito del Rey (Málaga) y que cuenta con más de 5.000 metros cuadrados de arquitectura edificada y cinco hectáreas de paisajismo.

En el ámbito de las ciudades resalta la iniciativa “del urbanismo de los quince minutos”, es decir, que en los barrios haya una mezcla de usos, en contraposición a las ciudades dormitorios de los años 70 que obligaban coger el coche todos los días para ir a trabajar, dejar a los niños en el colegio o salir de noche.

La arquitecta, autora entre otros proyectos, de la rehabilitación del Castillo de Garcimuñoz (Cuenca ), defiende además el concepto de resiliencia.

“La idea de la resiliencia no es combatir la COVID-19, porque mañana puede haber un COVID-21 o un aumento de temperaturas que genere otras enfermedades. La cuestión es hacer aquellas cosas que sabemos que benefician a la salud”, concluye.

Marina Segura Ramos

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