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El escaneo 3D como salvavidas para el patrimonio destruido, saqueado y abandonado

Varias cámaras gran angular para generar una imagen 360º en Bagan (Birmania)

José Antonio Luna

La lista oficial de más de mil patrimonios de la humanidad no es eterna ni inmutable. Muchos de ellos, como la propia UNESCO señala, se sitúan en zonas de riesgo por guerras o desastres naturales, allí donde una adecuada conservación resulta poco o nada viable. Pero, según Google, hay una forma de llegar hasta ellos e inmortalizarlos para siempre, una que permitiría documentarlos con todo lujo de detalles y volver a reconstruirlos en caso de que fueran derribados. Es decir, el escaneo 3D.

“Estos escaneos capturan cada edificio u objeto con precisión milimétrica en 3D, y cuando se superponen con imágenes proporcionan una recreación precisa de la forma, el tamaño, el color y la textura”, explican desde Google a eldiario.es. El proyecto Open Heritage nace en colaboración con la ONG CyArk, fundada por Ben Kacyra, previamente responsable de una empresa de tecnología para el sistema de escaneo láser 3D, para crear un archivo digital de libre acceso destinado a la preservación o la educación.

Todo comenzó en 2001, después de que los budas de Bamiyán (Afganistán) quedaran reducidos a gravilla tras ser dinamitados por los talibanes. Como Kacyra menciona en una charla TED de 2011, la reconstrucción total de estos resultaba imposible porque los arquitectos no tenían datos suficientes para volver a unir los añicos de aquellas figuras de 55 metros. Tras aquel incidente, el empresario decidió utilizar CyArk para la “preservación digital de sitios patrimoniales” con la ayuda de su tecnología y, ahora, con la de Google.

La multinacional estadounidense apunta que el proceso aún requiere “un tiempo y esfuerzo considerable”, pero que el escaneo 3D “no solo es mucho más rápido y preciso que los métodos tradicionales, sino que también es menos intrusivo”. Gracias al uso de dispositivos como drones, sostienen que pueden “tomar miles de fotos aéreas de cada sitio sin tener que construir andamios o irrumpir edificios de ninguna manera”.

De momento, en su página web ya tienen registrados 27 patrimonios de 18 países distintos, incluyendo Chichén Itzá en México, el Palacio de Azm en Siria o la Puerta de Brandeburgo en Alemania. “Esta lista inicial fue seleccionada según el deseo de mostrar una amplia gama de tipos de patrimonio cultural en todo el mundo. Esperamos agregar más sitios a lo largo del tiempo a la colección”, aclara el gigante tecnológico.

Sin embargo, el criterio empleado para la selección no parece tener demasiada coherencia para Pedro Lavado, experto en arqueología que trabajó en Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE): “Me parece una propuesta de ricos. Tendría más sentido hacer esto en países en peligro y con cierta problemática”. Al especialista le llama la atención que “no estén sitios como Nepal, donde suelen ser habituales los terremotos” y que la mayor parte de los disponibles sean de Europa o Norteamérica.  

“Hay monumentos que no creo que vayan a desaparecer, más que nada se acabarán deteriorando, como la torre de Londres o la Puerta de Brandeburgo”, aprecia Lavado, a quien la iniciativa le parece “muy bien”, pero cree que “debería gastarse dinero en proyectos que puedan ser más aprovechados y que implique a monumentos realmente al borde de la desaparición”.

Esa cifra, según revela a este periódico Elizabeth Lee, vicepresidenta de desarrollo de CyArk, asciende a “unos 50.000 dólares” y permite “tener un equipo de 2 o 3 personas durante dos semanas para hacer el procesamiento de datos”. Para conseguirlo, la directiva señala que trabajan “en coordinación con las autoridades del lugar” para garantizar que se alinee “con las prioridades locales” y se pueda realizar de “manera segura”.

“Imagino que es una cuestión de recursos: es mucho más sencillo disponer de personal y medios técnicos en Italia o Alemania, que en zonas de conflicto”, comentan Silvia Verdú y Ana Valverde, profesoras de la UNED especializadas en digitalización del patrimonio cultural. Continúan diciendo que sí existen otras iniciativas, como Rekrei o Curious Travellers, en las que los voluntarios envían fotografías de monumentos ya desaparecidos o en riesgo de hacerlo. 

¿Se puede reconstruir el daño de un terremoto?

Los datos de Open Heritage, según Google, “son tan precisos que se pueden compartir con los equipos de restauración como planos para ayudar en la reconstrucción”. Pero, ¿se han empleado en casos reales? La multinacional estadounidense asegura que fueron de utilidad con los 185 templos de Bagan (Birmania), dañados en 2016 tras un terremoto.

“Al comparar los datos de antes y después del terremoto, CyArk pudo identificar los daños, incluidos los ladrillos individuales y extraviados, y posteriormente proporcionar registros detallados para la reconstrucción”, garantiza la compañía norteamericana. Pero aquel desastre natural no ha sido el único en Bagan. Previamente, en 1975, otro terremoto devastó la zona causando, según el New York Times, “un daño irreparable” en gran parte de los santuarios. En realidad sí que los repararon, pero introduciendo cambios sustanciales con respecto a su versión original.  

Precisamente por ello, Lavado insiste en los problemas relacionados con el nivel de la catástrofe: “En el caso de Bagan son centenares de elementos de los que poco ha quedado tras los terremotos. Si arreglan uno, es uno sobre los 200 o 300 que se han destruido en el mismo sitio”. Otro ejemplo que aparece en Open Heritage es el palacio Al Azem de Damasco, el cual, según el experto en patrimonio, debe estar “machacado, triturado, igual que lo está la Ciudadela de Alepo”.

Google también incide sobre los diferentes fenómenos que dificultan la preservación de las obras: “Cada sitio de patrimonio enfrenta una combinación única de amenazas que hacen que la preservación sea más desafiante”. Amenazas que, según señalan, van desde “el turismo de masas en Pompeya” hasta los “patrones climáticos extremos en el Fuerte de San Lorenzo, de Panamá”. También el terrorismo cultural, empleado por grupos terroristas como el ISIS para conseguir atención mediática y evidenciar la falta de estrategias preventivas para el rescate de los patrimonios.

En la misma línea se sitúan las docentes de la UNED, para quienes “todos estos aspectos son perjudiciales, pero sin duda alguna, los conflictos bélicos destruyen de manera más efectiva y rápida que cualquier otro medio”.

Por otro lado, a pesar de que en pleno 2018 se haya decidido digitalizar ciertos lugares simbólicos, hay que tener en cuenta los múltiples arreglos que los monumentos han recibido a lo largo de la historia. Porque, quizá, lo que ahora se esté tomando como referencia no sea la construcción original, sino un cúmulo de elementos agregados a posteriori. “Las grandes catedrales del norte fueron machacadas durante la Revolución francesa, entonces, ¿hasta qué punto la imagen que ahora tenemos es real o una que nos hemos acostumbrado a ver”, añade el extrabajador del IPCE.

Entonces, ¿tiene sentido digitalizar el patrimonio? Verdú y Valverde creen que esto aporta dos aspectos fundamentales. El primero, es “el valor añadido que supone el propio uso de la tecnología”, ya sea por el nivel de realismo o por el estudio detallado de recursos originales “dejando atrás la técnica invasiva del moldeado de escayola”. El segundo, es la “la efectividad de su difusión”, ya que utiliza un canal fundamental para llegar a todos lados: Internet. 

Open Heritage anima a explorar lugares icónicos a través de modelos 3D que no escatiman en la fidelidad de sus detalles, ya sea un templo de Bagan o la Puerta de Brandeburgo. Aun así, como suele ocurrir, la historia no se escribe igual para todos. “¿Por qué no está España?”, se pregunta Lavado.

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