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La historia de 'Paterno' y los 45 menores violados de los que “nadie sabía nada”

Al Pacino interpretando a Joe Paterno

José Antonio Luna

El caso Harvey Weinstein no solo sirvió para destapar su largo historial de abusos. También mostró cómo prácticamente todo su entorno permaneció en silencio durante tres décadas cuando, según un guionista de su productora, “todo el puto mundo lo sabía”. Pero esta tendencia no es ni mucho menos reciente. Ocurrió algo parecido con uno de los escándalos deportivos más importantes destapado en 2011, el del equipo de fútbol americano de la Universidad de Pensilvania.

La película Paterno, dirigida por Barry Levinson y estrenada el pasado 7 de abril en HBO, se centra en una trama de abusos a menores que aún genera controversia. Ya no solo por todo lo que se descubrió entonces, como detalladas denuncias de agresiones sexuales a niños de 10 años, sino por el gran número de personas a priori etiquetadas como filántropas que al final terminaron permitiendo que aquello ocurriera.

“Debería haber hecho más de lo que hice”, indicó Quentin Tarantino sobre Weinstein una vez que estalló la burbuja. Pero, hasta entonces, nadie quiso ver que el emperador no llevaba un traje de seda invisible, sino que iba desnudo.

Del mismo modo, Al Pacino se enfunda en el traje de alguien preocupado por disfrazar el escándalo de normalidad. Se trata de Joe Paterno (apodado JoePa), uno de los mejores entrenadores del Penn State y de toda la Asociación Nacional Atlética Universitaria. Su historial está lleno de récords, premios y distinciones que van más allá del ámbito deportivo.

Debido su trayectoria, también fue considerado un gran educador y filántropo, entre otras cosas por sus contribuciones económicas a museos y bibliotecas o por ayudar en eventos benéficos para niños con cáncer. A pesar de ello, y por mucho que a sus aficionados les costara verlo, también fue culpable de encubrir uno de los casos más graves de la historia del deporte. ¿Su mayor delito? Pasarlo todo por alto.

Si Spotlight mostraba el horror tras Iglesia católica de Massachusetts y sus sacerdotes, responsables de ocultar múltiples casos de abusos sexuales, Paterno pone la mira sobre las élites deportivas y un depredador sin escrúpulos con nombre y apellidos: Jerry Sandusky, entrenador asistente del Penn State y discípulo de JoePa, destinado a ser el relevo de su mentor.

Una ONG utilizada para abusar de niños

Sandusky abusó de todas sus víctimas gracias a Second Mile, una organización benéfica fundada por él mismo en 1977 para niños procedentes de hogares rotos y en riesgo de exclusión. De nada sirvieron los reproches de algunos afectados, ni las denuncias de sus familiares. Policías, ayudantes, fiscales… Todos colaboraron para ocultar unos “rumores” que en realidad eran hechos.

La politóloga Noelle Neumann estudió la opinión pública a través de teorías como la espiral del silencio, con la cuál intentó explicar por qué los individuos adaptan su comportamiento a la actitud predominante. Lo que está bien o mal ya no queda definido por la ética, sino por lo que manifiesta la mayoría. Es más fácil sumarse a la corriente que arriesgarse a ser aislado y tachado como disidente, a veces incluso si va en contra de cualquier principio humanístico. “¿Qué iba a hacer, lidiar con algo que no sabía si era cierto?”, se pregunta JoePa. En realidad, sí lo sabía.

Todo salió a la luz el 4 de noviembre de 2011, cuando alguien subió los cargos presentados contra Sandusky a Internet. No duraron demasiado, pero fue suficiente para que Sara Ganim (Riley Keough), periodista de The Patriot News, pudiera contemplar estupefacta las denuncias. Poco después, el entrenador fue arrestado y acusado de abusar sexualmente de ocho niños, una cifra que aumentó hasta 45 a medida que avanzó la investigación.

Mientras todo se desmoronaba a su alrededor, Joe Paterno hacía caso omiso a la investigación porque, según creía, “no iba con él”. Lo único que le importaba, quizá como forma de evasión, quizá como instrumento para protegerse no aceptar la realidad, era prepararse para el próximo partido del Penn State. Sus intervenciones ante los medios, las pocas que hubo, tenían un claro objetivo: preservar su propia dignidad.

“He dedicado toda mi vida para que mi nombre significara algo y ahora se ha esfumado”, mantiene el protagonista de Paterno. Su nombre, desde entonces, acabó siendo el sujeto de una pregunta que continúa sin una respuesta clara: ¿Qué sabía Joe Paterno de los abusos sexuales?

En un principio JoePa reconoció escuchar las acusaciones contra Sandusky en 2001, momento en el que avisó a sus superiores. Sin embargo, como también aparece en la recreación de Levinson, el entrenador era consciente de dicho comportamiento desde 1976.

Si bien algunos continuaron apoyando a Paterno de forma incondicional, la única consciente del problema parecía ser Sara Ganim, ganadora del premio Pulitzer por dicha investigación. Se refleja entonces la diferencia entre apasionados del deporte y fanáticos, los cuales hacen caso omiso de cualquier razón no alineada con sus ideales.

Según el Washington Post, el FBI concluyó que Paterno y gran parte de la directiva ocultaron los hechos en 2001 para “evitar mala publicidad”. El entrenador murió por metástasis en el pulmón izquierdo dos meses y medio después de que se hiciera público el escándalo. De no haber sido así, probablemente también habría sido declarado culpable por encubrir actos de pedofilia.

“Jerry es una buena persona y no se debe decir eso de una buena persona”, fue lo que el entrenador contestó a una de las víctimas. Quizá no sepamos exactamente qué conocía del caso. Lo único claro es que, a pesar de todo, sabía lo suficiente.  

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