Ni Juego de Tronos ni House of Cards, la política española presenta desde hace unos años un escenario más parecido al de la serie danesa Borgen. Por mucho que los representantes públicos apelen a las dos primeras ficciones para dramatizar sobre las discrepancias entre los partidos, no les va a quedar más remedio que dejar las comparaciones medievales y fijarse en la vida real. Y en eso, hay mucho que aprender de Dinamarca.
Las elecciones andaluzas han arrojado un vuelco político histórico tras el que la “estrategia Borgen” ha vuelto a ser referencia, sobre todo en boca de Ciudadanos. Habrá a quienes esta alusión no les diga nada, bien porque no han visto la serie o bien porque no atisban las similitudes entre el parlamento nórdico y el español (o el andaluz).
Aunque se estrenó en la televisión pública danesa en 2010, Borgen estuvo de moda hace un par de años en nuestro país por dibujar unas elecciones presidenciales heterogéneas y alejadas del bipartidismo. Esto quizá fuese noticia en España, donde por primera vez Ciudadanos y Podemos irrumpían en la luna de miel de PP y PSOE, pero en Dinamarca es la norma: no gobierna un solo partido por mayoría absoluta desde hace más de un siglo.
En el caso concreto de la serie, la líder del Partido Moderado, Birgitte Nyborg, se alza como primera ministra después de quedar en tercera posición en las elecciones. Ella, que siempre había formado parte de las fuerzas minoritarias en la oposición, de pronto conseguía escaños suficientes como para hacerle frente a los dos partidos mayoritarios: Liberales y Laboristas. Los primeros, liderados por el hasta entonces primer ministro Lars Hesselboe, habían caído en picado tras protagonizar un escándalo de corrupción -nimio si lo comparamos con los de El reino de España-.
En la trinchera contraria, los Laboristas habían usado la denuncia para lanzarse a degüello contra el partido del Gobierno. Quizá demasiado, porque los buitres no gustan al electorado danés y se les castigó por ello en las urnas. La única beneficiada fue Nyborg que, con sus 31 escaños (32 para Liberales y 35 para Laboristas), presentó una alternativa de Gobierno liderada por ella y apoyada por la oposición y los pequeños partidos para no devolverle el poder a los “corruptos”.
Albert Rivera quiso ser la Birgitte Nyborg de la política española en 2016, pero la oratoria de Pablo Iglesias jugó en su contra. El líder de Podemos se manejó mejor en los debates y superó a Ciudadanos en los comicios. Ahora, con 21 escaños en el parlamento andaluz, Rivera se aparta para que el candidato Juan Marín se convierta en la danesa de sus sueños.
La estrategia es clara: pactar con formaciones de cualquier signo y color para que encumbren a Ciudadanos a la presidencia alegando que son “el único partido que crece”. Los naranjas han conseguido 12 asientos más que en las elecciones de 2015 y han pasado de ser últimos a convertirse en la tercera fuerza por detrás de PP y PSOE. Su otro gran argumento es que son los únicos capaces de liderar un gobierno sin rastro de la corrupción del bipartidismo. En Borgen, los moderados irrumpen con 18 escaños más escalando a su vez hasta el tercer podio y juegan esa misma carta. Pero, ¿son suficientes estas similitudes para que Cs cante victoria?
Las dificultades: Cs no es Borgen
BorgenLa “operación Borgen” que soñó Albert Rivera en 2016 y en la que ahora trabaja Juan Marín plantea algunas dificultades. La primera, que Ciudadanos tendría que tragarse uno de los mantras que han esgrimido durante los últimos años cada vez que se presentaba una situación de bloqueo político: que gobierne la lista mas votada.
Lo dijo el propio Rivera tras las elecciones catalanas, cuando Arrimadas ganó en votos y escaños al resto de partidos pero sin capacidad de aglutinar una mayoría absoluta. De hecho, la formación naranja ha visto con buenos ojos la propuesta del PP de que se establezca por ley que en los ayuntamientos gobierne quien quede en primer lugar tras los comicios. En Madrid, por ejemplo, justificaron su apoyo al PP porque era quien había ganado las elecciones.
Además, la oferta de Marín para llegar a San Telmo no ha tenido una buena acogida por ahora. El secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, ha despachado el tema con un “no parece sensato”. La propia Susana Díaz ha anunciado que tratará de buscar los apoyos para continuar al frente del gobierno andaluz: “Tenemos que intentarlo al menos”.
Por el lado del PP la respuesta ha ido en la misma línea. Los de Pablo Casado, aún con una pérdida considerable de votos y escaños, se ven en condiciones de hacerse con la presidencia andaluza tras 36 años de dominio del PSOE. Juanma Moreno quiere ser él quien se presente a la investidura con el apoyo de Ciudadanos y de la extrema derecha de Vox. “Es una grandísima oportunidad que no vamos a dejar pasar”, ha dicho este lunes Teodoro García Egea, número dos del PP.
Esas dificultades no parecen desalentar a Ciudadanos, que ha insistido en el pacto Borgen a primera hora del lunes. Su secretario general, José Manuel Villegas, ha pedido a PP y PSOE que no bloqueen la elección de Marín porque si no actúan con responsabilidad “le pueden dar la llave de la situación a otros partidos”.
Los de Rivera han mandado el mensaje a PSOE y PP porque necesitan a ambos partidos. No suman solo con uno: pactan con ambos o logran que uno de ellos se abstenga. Podemos, que también les valdría, no entra en sus cábalas porque no los consideran “constitucionalistas”.
“Me gustan más los sueños de futuro que la historia del pasado”, decía Birgitte Nyborg en un episodio que resumía la filosofía de la política danesa. Ni siquiera en una cultura más tendente al colaboracionismo es fácil encontrar y apreciar los puntos en común. Ciudadanos tiene ahora hasta el 27 de diciembre para tratar de lograr ese equilibrio que ahora mismo, fuera de la ficción, se antoja imposible.