La exploración minuciosa y lenta de un jardín que contiene un mundo entero
A finales de 2019, el artista e ilustrador francés Nicolas Jolivot decidió que tres décadas de viajes por todo el globo eran suficientes para él, y se asentó en una casa de campo familiar, donde habían vivido su padre y su abuelo antes que él. Comenzó entonces un proyecto consistente en la minuciosa documentación del jardín de la casa, un espacio al que miraba como si hubiera sido la primera vez, con el mismo sentido de la maravilla con el que había visitado China, Uganda o Etiopía.
Al resultado de esa exploración lo tituló Viajes por mi jardín, un libro de gran formato que publica en España Errata Naturae con traducción de Inés Clavero y que es un tratado de la naturaleza contenida en el doméstico vergel del autor, pero también un ensayo sobre la historia de la casa que lo alberga.
Aunque este es su primer libro publicado en castellano, Jolivot es autor de muchos otros, como Chine, scènes de la vie quotidienne (2014), Japon, à pied sous les volcans (2018) o Éole roi: le livre des vents (2022). En conversación con elDiario.es, Jolivot recuerda cómo trabajó en su proyecto más personal: “No veía la hora de levantarme por la mañana para dar un paseo por el jardín. Caminaba muy despacio, observando centímetro a centímetro, y en cuanto algo me intrigaba o me emocionaba, ahí tenía mi tema del día”. Siempre que le era posible, el artista laboraba dibujando al natural en el propio jardín de 300 metros cuadrados, pero los días de mal tiempo podía trabajar a partir de fotografías o introduciendo en su estudio flores o insectos: “Los ponía en la nevera unos minutos para que se durmieran, así podía dibujarlos fácilmente”.
Durante un año entero, Jolivot repitió esta rutina diariamente pero cuando llevaba algunos meses con ella, sobrevino la pandemia de la COVID-19. “Fue una suerte haber tenido esta idea a finales de 2019”, comenta el autor. “Me permitió pasar este periodo complicado con más serenidad porque tenía un objetivo diario entre manos. Y debo admitir que el canto de los pájaros nunca ha sido más hermoso, inspirador y alentador que durante esas semanas en las que mi pueblecito estuvo inmerso en el silencio, sin el ruido de los coches y del trajín urbano”.
El trabajo de Jolivot refleja su atenta mirada y su capacidad para reproducir una naturaleza viva y rica en detalles. Las páginas de Viajes por mi jardín muestran lo extraordinario que aguarda en lo cotidiano, en una amapola, un escarabajo o un gorrión. “Antes de empezar a trabajar en este libro, no conocía muchas especies de pájaros, pero ahora puedo reconocer a todos los que frecuentan el jardín, incluso solamente por su canto”, explica Jolivot, quien reconoce cierto ánimo pedagógico en su libro. “Me parece que es básico en la vida saber un poco de aves, bichos y plantas silvestres. Creo que respetamos más las cosas bellas de nuestro mundo cuando podemos nombrarlas”.
El aspecto visual de Viajes por mi jardín tiene una fuerte impronta de los cuadernos de campo y los ilustradores naturalistas clásicos, sobre todo por su voluntad taxonómica. “Vengo de ese mundo, así que estoy acostumbrado a hacer lo mismo cuando viajo: caminar, observar, dibujar y tomar notas todos los días. Únicamente tenía que aplicar a un espacio muy pequeño lo que antes hacía mientras descubría países enteros”, reflexiona Jolivot. En cuanto a sus referentes, el artista cita al ilustrador del siglo XVIII Pierre-Joseph Redouté, a quien intenta acercarse, “sin lograrlo, por supuesto”, dice con modestia. También destaca la influencia del arte de China en su trabajo: “Los artistas chinos tenían un virtuosismo increíble dibujando insectos con detalles muy precisos sobre plantas trazadas con suma delicadeza”.
Una de las facetas más interesantes del volumen es la histórica, estrechamente unida a la naturalista. “Creo que las dos están íntimamente relacionadas”, asegura el autor. “Para todo aquel que está interesado en su propio jardín, es habitual que se entremezclen las referencias a su pasado y a su historia. Queremos sembrar una flor que tenía nuestra abuela porque nos recuerda los veranos de nuestra infancia, queremos cultivar un tipo de verdura muy concreto porque era un ingrediente de las buenas comidas familiares. Construimos nuestro jardín dentro de nuestra cultura familiar que, si nos detenemos a pensarlo, puede remontarse a muchísimos años atrás”. En esa cultura familiar se encuentran, a veces, saberes olvidados por el sistema educativo formal: “En el colegio no aprendí nunca lo que es un escarabajo, pero recuerdo muy bien que mi abuelo me pedía que los sacara de entre las patatas para aplastarlos”.
Viajes por mi jardín es también un elogio de lo sencillo y de lo mínimo, una invitación a bajar el ritmo frenético de nuestras vidas y prestar atención a las que nos rodean. “No quiero imponer nada a los más jóvenes porque tienen toda la vida por delante, pero me gustaría decirles a través de este libro que un día, dentro de un tiempo, si tienen la oportunidad, encontrarán tanta felicidad en detenerse a mirar lo que les rodea y lo que pisan a diario, como en viajar por todo el mundo”.
9