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Hergé más allá de Tintín y cómo su creación no fue casualidad

Ilustraciones de Hergé

Laura García Higueras

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“Según mis padres, sólo me portaba bien cuando tenía un lápiz en la mano y un pedazo de papel. A los siete años garabateaba historietas sobre un niño callejero. En clase de matemáticas llenaba mis cuadernos de monigotes que ya dibujaba de manera consecutiva en horizontal. Así fue como empezó todo”. Estas palabras fueron pronunciadas por el ilustrador Hergé, creador de Las aventuras de Tintín, en 1978. También presiden una de las salas de la exposición sobre su universo que este 5 de octubre abre sus puertas en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La muestra podrá visitarse hasta el próximo 19 de febrero y reivindica su figura más allá del icónico personaje, incluyendo sus facetas como publicista, pintor y coleccionista de arte.

Tras sus exhibiciones previas sobre Banksy y Stanley Kubrick, el organismo vuelve a trabajar de forma conjunta con la promotora Sold Out para traer por primera vez a España un proyecto que ya ha pasado por ciudades como París, Quebec, Seúl, Shanghái y Lisboa; y está comisariada por el Musée Hergé de Bélgica. Valerio Rocco, director del espacio, ha explicado en la presentación celebrada este miércoles que la figura del dibujante se ajusta a la perfección a los requisitos con los que programan sus muestras: “Que sean en colaboración con instituciones internacionales importantes, que aspiren a tener gran impacto en un público diverso y no necesariamente especializado; y que sean de gran calidad y rigor”.

En su interior se propone un recorrido inverso a su trayectoria, dejando a su estrella Tintín hacia la parte final. Las salas permiten comprobar que, en efecto, su talento fue más allá del famoso reportero. “Mucha gente ha podido leer algún álbum o colecciona figuras suyas, pero no saben en profundidad quién era Hergé, y detrás de una gran obra hay siempre un gran artista”, ha reivindicado el escritor y Tintinólogo Joan Manuel Soldevilla en la rueda de prensa, “igual que Miguel de Cervantes pudo escribir El Quijote porque era un intelectual descomunal, no es casualidad que el belga creara a Tintín”. El experto ha incidido en realizar cómo cada una de sus viñetas “supone una declaración de principios” y su capacidad “autodidacta”.

“Era una persona permeable a los movimientos artísticos que se producían en el siglo XX. Las vanguardias empapaban sus trabajos”, ha añadido, “estaba fascinado por el arte contemporáneo y Pop, para cuyos estandartes también fue una referencia”. De hecho, Andy Warhol llegó a retratarle en 1977, disponible en la exhibición, con sus tradicionales grandes pinceladas. El galerista Guy De Bruyne fue quien hizo posible la obra en un momento en el que únicamente figuras de renombre como Marilyn Monroe, Jackie Kennedy, Liz Taylor y Mao Tse-Tung habían contado con tales creaciones. El comisario aseguró al dibujante que lo único que Warhol necesitaría para pintarle era una simple foto en blanco y negro; y Hergé optó por entregarle una instantánea que Jean-Pol Stercq le había tomado en 1975. La exhibición incluye igualmente un telegrama de Salvador Dalí en el que el artista felicitaba a Hergé en el 50 cumpleaños de Tintín.

Ferviente defensor del arte del cómic

Si hay algo que deja patente la muestra es el particular estilo que caracteriza la obra del ilustrador. Influenciado por los orígenes del cine mudo y en blanco y negro, el expresionismo alemán y sus lecturas de niño y adolescente; desarrolló rápidamente gran habilidad por la planificación, la puesta en escena y la representación. Crear una atmósfera, colocar un decorado, construir un cuento y generar una galería de personajes fueron una constante durante su carrera, que fue progresando con el paso de los años.

También fue un gran defensor del cómic como noveno arte. En 1969 fue preguntado por cuál creía que iba a ser su valoración en el año 2000. “Creo, espero, que (¡al fin!) habrá sido totalmente reconocido... que se convertirá en un medio de expresión en toda regla, como la literatura o el cine”, fue su respuesta. Su trabajo fue sin duda clave a la hora de permitirlo y expandirlo a nivel internacional. Prácticamente cuatro décadas después de su muerte, sigue siendo considerado como el padre del cómic europeo y está reconocido como uno de los grandes artistas del siglo XX. La publicación de las primeras aventuras de Tintín en el suplemento infantil y juvenil Le Petit Vingtième en 1929 fue el punto de partida.

Sus publicaciones no llegaron a España hasta finales de los cincuenta, pero terminó convirtiéndose igualmente en un fenómeno. La insistencia de Concepción Zendrera y el acierto de la Editorial Juventud hicieron posible el lanzamiento del primer álbum de Tintín editado en España, El cetro de Ottokar. “En ese momento la valoración que había en nuestro país del cómic era escasa”, ha explicado Soldevilla, “se consideraba un mero entretenimiento para niños. Había tebeos que se vendían en los quioscos por una peseta y media; y esta propuesta costaba 70 y se comercializaba en librerías. Fue algo extraño y, por tanto, una apuesta bastante arriesgada”. Aun así, “poco a poco fue calando alcanzando una expansión lenta pero irreversible”. De hecho, logró imponer el formato de álbum de tapa dura en España.

Ana Zendrera, perteneciente a la tercera generación de la familia de editores que trajo a Tintín a España, ha compartido que “lo que más costó fue luchar contra quienes lo consideraban tebeos”. Además, ha señalado que por aquel entonces “el color de los lomos de los tomos dependía de la tela que en ese momento se tuviera para adornarlos”. En ellos se indicaba que los cómics estaban pensados para un público entre 7 y 77 años. “Una persona de ochenta años nos escribió muy enfadado porque decía que, pese a superar la edad indicada en el volumen, era igual de apasionado del personaje y que quería que cambiáramos esa frase”, ha recordado al reflexionar sobre la forma en que la obra “trasciende” al paso del tiempo.

Soldevilla ha indicado que la máxima explosión en España de la serie fue en los años 80, ya que coincidió con la década en la que “los niños y niñas que habían leído a Tintín empezaron a ser adultos. Aquellos lectores se convirtieron en gestores culturales, autores de cómic, novelistas y dibujantes que habían recibido una fuerte influencia del personaje”. También se organizaron las primeras exposiciones de pequeño y gran formato, además de las primeras traducciones sobre su obra y el propio autor. “El culmen llegó en los 90 con la aparición de asociaciones como Milu y Mil rayos”, ha declarado el especialista.

Éxito no exento de preocupaciones

La entrada a la exposición la protagoniza una ilustración enorme de las puertas del castillo de Moulinsart. En una de las salas existe una reproducción del castillo de Cheverny, en el valle del Loira, que sirvió de modelo a Hergé para diseñar el suyo. La fortaleza se convirtió en 1922 en la primera fortaleza privada de Francia en abrir sus puertas.

Otro de los aspectos que se abordan en la exhibición son aspectos de la vida personal de Hergé, incluida la forma en la que la Segunda Guerra Mundial le afectó. Las tropas alemanas ocuparon Bélgica en 1940 y las publicaciones La Vintigième Siècle y Le Petit Vintigième que incluía sus trabajos desaparecieron con ellas. El dibujante se quedó sin periódicos donde publicar sus dibujos, por lo que se propuso para incorporarse a Le Soir, con el objetivo de crear un suplemento semanal para la juventud. Así, Las Aventuras de Tintín volvieron a las calles y se acabaron ganando su tira diaria un año después.

Su colaboración con este medio y otros escritos en idioma flamenco implicaron que fuera investigado en el momento de La liberación. En septiembre de 1944 fue detenido varias veces para ser interrogado hasta que en 1946 fue oficialmente exculpado. Aquella época fue clave en su madurez gráfica ya que su editor le convenció para que adoptara el color en el álbum La estrella misteriosa. A su vez, fue la época en la que apareció uno de sus personajes clave, el capitán Haddock. Todas estas etapas y ámbitos son exploradas dentro de Hergé. The Exhibition, cuyos precios oscilan entre los 8 y 14.90 euros. La muestra cuenta con el beneplácito de Moulinsart, la empresa radicada en Bruselas que protege la propiedad intelectual del lucrativo legado de la obra del ilustrador, que continuará ampliándose con esta exposición.

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