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Mrabet, autor analfabeto al que un pez inspira sus libros

El escritor marroquí Mohamed Mrabet (Tánger, 1936), durante la entrevista con Efe en Sevilla, donde ha explicado que nunca aprendió a leer ni escribir, pero afirma que tiene lo que otros escritores no tienen: un pez que le inspira las historias que narra para que sean transcritas y traducidas a otros idiomas, como ‘El limón’, escrito hace 50 años tras transcribirlo Paul Bowles, del que no guarda precisamente buenos recuerdos.

EFE

Sevilla —

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Mohamed Mrabet (Tánger, 1936) nunca aprendió a leer ni escribir, pero afirma que tiene lo que otros escritores no tienen: un pez que le inspira las historias que narra para que sean transcritas y traducidas, como “El limón”, escrito hace 50 años tras transcribirlo Paul Bowles, del que no guarda precisamente buenos recuerdos.

Mrabet pasa por ser uno de los escritores más peculiares de la historia, entre otras cosas por su forma de trabajar, ya que es analfabeto, y todos sus libros han salido de narraciones orales ante una grabadora que luego han sido transcritos y traducidos a varios idiomas.

En Sevilla ha hablado de forma distendida de su forma de sobrevivir, en un encuentro organizado por la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo, donde la charla, sin guión, fue todo un repaso vital a alguien que es, de por sí, un personaje de novela.

Para empezar, aunque la historia de ese pez pueda parecer (que lo parece) una ensoñación, él la cuenta mirando a los ojos: “una vez lo pesqué, pero me dijo que si lo soltaba ganaría más con él que comiéndomelo, y cada cierto tiempo viene a visitarme, y me cuenta historias que nadie más sabe, y yo la llevo a mis libros”.

Con esa ayuda, afirma que tiene dos libros en cartera en este momento, y especifica que uno es “de historias nuevas” que le ha inspirado el pez y otro de sus memorias, memorias que resume durante la entrevista, recordando que, si nunca estudió fue porque a los 12 años se marchó del colegio y no lo volvió a pisar.

“Fue después de que el maestro me golpease con una rama en la cabeza, y yo le diese una paliza. Cuando llegué a mi casa, mi padre me dio otra, no entendió que yo me había defendido, y me fui de mi casa”, recuerda.

En ese momento, su vida laboral comenzó a ser tan diversa como su obra. Empezó a ganarse la vida como caddie, pescador, boxeador o barman, y se buscó la vida donde pudo y cuando pudo, viajando a España, Estados Unidos… a cualquier lugar donde ganar algo de dinero y aprender algo de su cultura, con lo que, sin saber escribir casi más que su nombre, se convirtió en un joven que hablaba varios idiomas y tenía en mente toda una vida por delante de proyectos.

El punto de inflexión llegó en 1960, cuando regresó a Tánger y conoció al escritor estadounidense Paul Bowles: “Había una fiesta en su casa, y fuera había una mujer -la esposa de Bowles, Jane Auer-. Me senté con Jane (siempre la llama por su nombre de pila), y le conté algunas de mis historias, y días después me presentó a su marido, con el que hablé en español, y me dijo que él podía publicar mis libros en Estado Unidos, que los transcribiría y los traduciría al inglés”.

De esta forma, nacieron obras como “El limón” o “Amor por un puñado de pelos”, reeditadas ahora por Cabaret Voltaire

“Pero también me robó 14 libros, que los publicó con su nombre, sin que nunca viese yo ningún beneficio”. Es el único momento de la entrevista en el que Mrabet muestra cara de ira, al recordar a quién en 1968 le pagó 2.000 dólares por sus libros, “que entonces era un dineral”, pero que luego, dice, hizo negocio a sus espaldas con las cintas magnetofónicas que le daba con sus historias verbalizadas.

Y es que todos los libros que Bowles publicó con estas historias nacieron a partir de cintas grabadas por Mrabet en árabe dialectal, en las que contaba las historias escuchadas en los cafés y que desde su niñez le habían fascinado, usando el mismo método con el que sus obras, algunas best sellers internacionales, han ido saliendo a la luz.

Mohamed sonríe cuando le dicen que algún día debería ganar el Premio Nobel y no olvida su faceta pictórica, y cómo conoció en Nueva York a Picasso y se encontró después con Dalí, diciendo, humildemente, que “parece que hay gente a la que le gustan” sus cuadros“, otra faceta de su vida que ha hecho distinto a este marroquí que está pasando por la vida para beber y difundir cultura al mismo tiempo.

Fermín Cabanillas

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