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Al Ejército no le gusta la Electrónica

Christian Fennesz

J.M. Costa

Estos Veranos de la Villa, diferentes en mucho a los espectáculos carísimos en los que se habían convertido últimamente, tienen entre sus atractivos la descentralización, el salir del habitual eje Malasaña-Palacio Real. Hubo un tiempo en que al espectador madrileño no le daba miedo ir al lejano Rock-Ola, junto a la Prospe con su Morasol y el Garaje Hermético. O arriesgarse al otro lado del Manzanares para acercarse a la Universal o a Tetuán para la Carolina. Hoy, excepciones como el Gruta 77 son muy escasas. Madrileños y asimilados no parecen moverse de tres barrios bien céntricos.

Por todo ello, la idea de montar un concierto de Christian Fennesz y Suso Sáiz en el fantástico Museo del Aire en Cuatro Vientos parecía algo extraordinario y muy bienvenido. Pero resulta que el martes por la tarde (en la práctica, tres días antes del evento) el Ministerio de Defensa hizo llegar a la organización una serie de condiciones imposibles de cumplir (como la prohibición de aparcar en las cercanías) bajo la estupenda excusa de la seguridad.

Da igual que a través del concierto el museo fuera a adquirir algo de visibilidad. Teniendo en cuenta que el personal del museo tampoco se caracteriza por su amabilidad con el público (o eso se afirma en Internet), parece que a los militares esto de la museística contemporánea se las trae al pairo. En fin, ha habido que trasladar el concierto al Pabellón Satélite del Recinto Ferial de la Casa de Campo, infinitamente más soso pero milagrosamente disponible. La hora sigue siendo las 21:30 y ahora la entrada es gratuita. Antes se pedían 3 euros para el museo.

Pioneros de la (otra) guitarra

Aunque está indicado más arriba, no se ha mencionado el concierto en sí. Que es el primero de varios que Christian Fennesz (Viena, 1962) y Suso Sáiz (Cádiz, 1957) van a dar por toda Europa. Ambos forman parte de una tendencia de la que son primeros protagonistas, el uso de la guitarra y su inclusión, de muy diferentes maneras, en el mundo de lo sintetizado o lo digital. Fennesz, que ya trabajaba en la música de diferentes maneras, entre otras cosas con el grupo Maische o haciendo música para televisión apareció ya con treinta y cinco años con un disco dedicado a Barcelona, Hotel Paral.lel (2001). Su Endless Summer del 2001 venía a ser la aplicación del glitch al ambient que, aunque suene algo especializado, vendió en su día la apreciable cantidad de 50.000 CDs, una barbaridad para tratarse de música electrónica rara. Luego pasaría del sello austriaco Mego al inglés Touch y ha seguido grabando, aunque a un ritmo tan lento bajo su propio nombre como muy acelerado en multitud de colaboraciones.

Suso Sáiz tiene una formación más académica que Fennesz, habiendo estudiado con Boulez o Luis de Pablo, sendas figuras de la música contemporánea cuyo rigor casi sectario tampoco es que fueran con su carácter. No es raro que ya apareciera hace casi cuarenta años en el primer Festival de la Libre Improvisación Sonora montado en la universidad Complutense por el también muy joven Llorenç Barber. En 1983 editó el album Me paro cuando suena como Orquesta de las nubes (junto a María Villa y Pedro Estevan) y al año siguiente su primero en solitario, Prefiero el naranja.

Sáiz ha seguido grabando en solitario lo que se ha llamado con demasiada precipitación música New Age, cuando en realidad tiene bastante poco que ver. Es ambient que se escucha muy agradablemente, pero no tiene mucho de neo-hipismo, sino más bien de una experimentación que piensa en el oyente. Saiz formó parte y en realidad produjo a los Esclarecidos y también a Javier Paxariño, Luz, Pablo Guerrero, Tahúres Zurdos o Los Planetas. Este año el sello holandés Music From Memory ha editado un doble LP recopilatorio llamado Odisea, recibido como agua de Mayo y con muy buenas críticas.

Sáiz y Fennesz se tratan desde hace mucho, habiéndose reconocido mutuamente bastante pronto, pero el hecho de que haya aparecido esta recopilación de Sáiz ha hecho más fácil la idea de actuar juntos. El concierto puede estar muy bien, ambos son unos maestros de la guitarra (de otra guitarra, digamos) y también de la electrónica. Ambos habitan ambientes sonoros mucho más fáciles de engarzar que otras colaboraciones que se han visto. Y sobre eso tienen una sensibilidad y una vocación de comunicar(se) que ha marcado de forma muy definitiva su trabajo en solitario. La Casa de Campo no es el Museo del Aire, pero la música se producirá igual.

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