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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Las fotos de Bowie salvadas de las llamas

La exposición 'Bowie taken by Duffy' en el Espacio COAM en Madrid

Elena Cabrera

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Un intenso humo negro alertó a los vecinos de que algo se estaba quemando en la casa de Brian Duffy. Incinerar celuloide no es fácil. La reacción química que se produce cuando arden los ácidos que recubren la película genera un olor penetrante y una nube oscura. Cuenta su hijo Chris Duffy que en gran medida debemos agradecer a los vecinos que pararon las molestias que estaba provocando su padre, por salvar una parte de la historia de la cultura popular.

Ese día ardieron negativos de sus trabajos fotográficos durante los años 60 y 70: las noches salvajes y pop del Swinging London que fotografió para sí mismo y para la revista Vogue, los retratos de actores y cantantes que pasaban por su casa y las sesiones con David Bowie. En la exposición Bowie Taken By Duffy hay mucho material salvado de esa quema gracias a que Chris fue al rescate de ese arrebato destructor.

Brian Duffy mantuvo una relación artística con David Bowie que fue mucho más allá de la que habitualmente tiene un fotógrafo con el sujeto retratado, explican los que les conocieron y también los expertos de ese periodo de la música. “David Bowie se relaciona muy bien, sabe colaborar, sabe escuchar. Esta no es una relación de modelo y fotógrafo sino de dos artistas intercambiando energías e ideas”, dice el periodista musical Rafa Cervera en la presentación a la prensa de la exposición, que se podrá ver del 15 de marzo al 25 de junio en la sede del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.

Brian Duffy disparó la que se considera como más icónica fotografía de David Bowie, la que apareció en la portada de su disco Aladdin Sane. En la presentación, su hijo Chris recordó la anécdota más singular de esa sesión, la que explica de dónde sale el propio título del álbum. En 1972, Bowie acababa de publicar The Rise And Fall Of Ziggy Stardust And The Spiders From Mars, su quinto álbum. En ese momento, era una figura importante pero no una superestrella. Como parte de la estrategia para convertirle en una, su mánager Tony Defries buscó un fotógrafo que le llevara más allá. Le presentó tres y Bowie escogió aquel con el que sintió mayor afinidad. Hizo unas primeras fotografías para esa etapa de los Spiders From Mars pero no se utilizaron. El encargo importante llegaría para el siguiente disco.

Y es aquí donde viene la anécdota. Bowie le dijo a Duffy que su nuevo disco se titularía A lad insane (Un tipo loco) pero el fotógrafo lo entendió mal, o como dijo su hijo en la presentación, lo parafraseó, convirtiéndolo en Aladdin Sane, dos palabras que juntas no tenían sentido pero Bowie se lo daría de inmediato, en gran medida gracias a la fotografía que le hizo Duffy para la portada. El maquillador, Richard Pierre Laroche, dibujó un pequeño rayo en la cara del artista. Pero Brian Duffy de nuevo volvió a meterse en el trabajo ajeno, borrando el rayito y dibujando uno gigante con el pintalabios. Ese es el acierto que conocemos. Un disco brillante que la censura franquista intentó mutilar eliminando dos canciones y una foto interior, por lo que no se publicó en España hasta la llegada de la democracia.

Duffy sabía lo que quería y solo tuvo que tirar dos rollos, ha explicado su hijo. La sesión fue muy rápida, sin atrezo ni vestuario, tan solo el maquillaje y el tinte rojo del pelo de Bowie. “Una foto mística, en cierto modo”, dice Chris Duffy. “Una fotografía que plantea más preguntas que las respuestas que aporta, lo cual convierte a una foto en un icono”, señala.

“No hay un artista como David Bowie porque entendió la importancia de la imagen y lo explotó muy bien”, ha señalado el también escritor Rafa Cervera, cuya novela Lejos de todo precisamente tiene a Bowie como protagonista. “Bowie construye personajes y fantasías que se proyectan sobre el público y eso es lo que lo hace un tipo único, porque nadie lo hacía hasta ese momento, aunque luego llegaron herederas, como Madonna, que sí lo harán”.

El periodo de colaboración Duffy-Bowie se extiende entre 1972 y 1980, en ese año, de alguna manera, ambos cierran etapas. Comienza, como se ha comentado, con una primera aproximación cuando aún estaba vivo Ziggy Stardust. Luego llega la que Chris Duffy llama “la Mona Lisa del pop” y Rafa Cervera un símbolo “que pertenece al imaginario popular como la banana de Andy Warhol o el logo de los Ramones”, que es el flash que le parte la cara a David Bowie en Aladdin Sane (1973). Vuelven a trabajar juntos en la siguiente etapa del cantante, cuando protagoniza la película El hombre que cayó a la Tierra y el extraterrestre que interpreta, Newton, le permite saltar hacia la siguiente encarnación de su carrera, el Thin White Duke (el Delgado Duque Blanco), de cuyas influencias ocultistas, que vinieron de la mano de Aleister Crowley, aparecen recogidas en la exposición. Las vitrinas de la muestra permiten admirar, también, el diseño de vestuario que realizó May Routh para Newton.

Los interesados en las técnicas fotográficas disfrutarán de admirar los positivados de las fotografías de Brian Duffy junto a la cámara que utilizó para cada una de ellas. La siguiente colaboración lleva, en la exposición, a apreciar polaroids originales tomadas para la sesión del disco Lodger (1979), incluyendo la que el propio Bowie eligió para que se usara en la portada y el diseñador incorporó al álbum en forma de tarjeta postal. La extraña imagen para el frontal del disco que realizó Duffy muestra a un Bowie “en pleno aterrizaje forzoso”, como indican los textos del ex crítico musical del New Musical Express Paul Morley, que acompañan el recorrido expositivo.

La cara de Bowie aparece rota, distorsionada, un efecto producido por el hilo de pescar que le aplasta la nariz, y se aprovecha el vendaje de la mano que el cantante ya traía de casa, debido a una quemadura reciente. En la exposición se puede aprender qué técnicas utilizó Duffy —ninguna digital— para crear ese extraño efecto de caída. “Duffy sigue fotografiando a un David Bowie que todavía no era él mismo. Incluso aunque estuviera escenificando una especie de regreso desde quienquiera que hubiera sido y dondequiera que hubiese estado”, escribe Morley.

Continuando de alguna manera el trabajo de su padre, Chris Duffy fue testigo con su propia cámara de la siguiente escena británica inmediatamente posterior al punk y que tanta admiración profesó a Bowie, los nuevos románticos, cuando su padre ya se había retirado. Con Steve Strange (Visage) a la cabeza, liderando un grupo creciente de jóvenes fascinados por la actitud dramática y las ropas extravagantes, abrieron una serie de clubes, siendo el Blitz el más recordado, y al que también se le dedica un espacio en la exposición. La sala con las fotografías que Chris Duffy tomó de Steve Strange acompañan la historia de la noche que Bowie visito el club y allí mismo hizo un cásting de selecta figuración para su video Ashes To Ashes, entre los que aparece el propio Strange. Una historia ampliamente narrada en el documental Blitzed! (2020).

El capítulo final de la colaboración llega con la sesión para Scary Monsters en 1980, que Duffy realizó cuando ya estaba abandonando la fotografía, por lo que utilizó el estudio de su hijo; una circunstancia que ayudó a que se conservaran los negativos. “Scary Monsters es el cierre de los años 70”, explica Cervera. “Una década en la que Bowie cambia el vocabulario de la música pop como los Beatles lo hizo en los 60”, añade. Las fotos de Scary Monsters anticipan la siguiente era de los 80, en la que “se acaban los personajes excéntrico, serán más terrenales a partir de ese momento”, dice el periodista, que señala como ahí también aparece un Bowie de género fluido, referente LGTBI actual, “fuente de inspiración y libertad que ha ido ganando importancia con los años”.

A partir de 1980, Brian Duffy ya no quiso fotografiar más. Ni a Bowie ni a nadie. Se dedicó a pintar, a restaurar muebles y a dar clases de restauración de antigüedades hasta su fallecimiento en el año 2010. El fin de su carrera como fotógrafo intentó que fuera esa pira ardiendo en el jardín de casa en 1979, de la que solo se salvaron unos 160 negativos. Explica la extraña reacción de su padre porque “en aquel momento la fotografía no era considerada un arte como ahora, él lo veía como un trabajo”. “La pérdida tiene, por supuesto, impacto en nuestro archivos y seguimos buscando lo perdido entre cientos de revistas de la época”, explica, y señala que, de entre lo que ya no se recuperará jamás, porque no fue publicado, son cinco de las seis sesiones de fotografía que hizo con su amigo John Lennon. “No he dormido algunas noches pensando en lo que se ha perdido”, admite Chris Duffy a la pregunta de la prensa, sobre semejante pérdida de patrimonio de la cultura popular, en la presentación.

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