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El Sónar mira al sur

ALMA

Jesús Rocamora

No es la primera vez que el Sónar mira al hemisferio sur. En 2004, el festival desembarcaba por primera vez en Brasil, en una edición en la que “vivimos el funk carioca con DJ Marboro, Psilosamples, Emicida o Criolo, artistas locales muy potentes que luego trajimos a Barcelona”, según recuerda hoy Enric Palau, uno de sus codirectores. Después llegaría Sónar Buenos Aires, en 2006, y de vuelta a São Paulo en las sucesivas ediciones de 2012 y 2013.

Lo que el festival propone estos días es otra cosa, un nuevo formato “comprimido”, que durante dos semanas llevará su programación -una mezcla de artistas internacionales como The Chemical Brothers, Hot Chip y Evian Christ con locales- a cuatro de las capitales más importantes del subcontinente: São Paulo, Buenos Aires, Santiago de Chile y Bogotá. Desembarcan con “humildad”, como reconoce el también codirector Ricard Robles, con la intención de que el festival “sea algo de lo que hagan uso los artistas y creadores de la región” pero también con la idea de que sus propuestas acaben “contagiando al propio lenguaje del Sónar Barcelona, a la personalidad de la marca”.

Desde la cumbia digital al movimiento maker, de la explosión de startups al crowdfunding, de los derechos humanos en internet a la realidad virtual, las distintas programaciones son una oportunidad para tomar el pulso a las colisiones entre arte y tecnología, al diálogo entre los lenguajes tradicionales y los contemporáneos nos que llegan a través de la globalización. Como asegura Ricard Robles, “nos interesa la posible evolución que puedan tener las músicas de raíz en Latinoamérica o en cualquier parte del mundo a partir de su encontronazo con las nuevas o viejas tecnologías. No somos el Womad. Nos interesan los nuevos lenguajes”.

Ay, la cumbia: de las montañas a los Grammy Latinos

“La música se expresa en su forma contemporánea usando los recursos que cada artista tiene a su disposición. Las computadoras y máquinas son los tambores y güiros de otras generaciones. O lo mezclan todo junto. Lo importante es crear, no tanto cómo está creado”, cuenta Grant Dull. Él es el gringo que, en 2008, cofundó el sello y colectivo ZZK Records (Frikstailers, La Yegros, El Remolón) en Buenos Aires, con el objetivo de llevar la música latinoamericana al siglo XXI a partir del uso de las nuevas tecnologías. Estos días participó en São Paulo en un encuentro donde analizaba las nuevas escenas musicales, muchas presentes en este Sónar en grupos ya asimilados como Frente Cumbiero y Dengue Dengue Dengue!, y también en otros nuevos, como los colombianos Las Hermanas, que samplean cumbia y baladas sentimentales dentro del tapiz de house ambiental. “Algunos artistas llevan mensajes en su música, otros lo hacen para que la gente se olvide de tanta realidad dura”, remata Dull.

Decía unos días atrás Mario Galeano, de Frente Cumbiero, que “la inclusión de grupos [en el festival] que exploren lenguajes latinoamericanos me parece muy importante” porque “la percepción de la música electrónica como fenómeno anglocentrista debe ser superada”. El artista añadía: “Latinoamérica y el caribe es el foco más importante del mundo en cuanto a mestizaje musical. A través de procesos sociales y económicos muy traumáticos, la música se convirtió en una especie de lengua franca para gente de geografías, religiones y pieles muy distintas. Estos estilos continúan encontrando nuevas formas y ese mestizaje se sigue desarrollando”, cuenta Galeano. “La electrónica en música es un concepto amplísimo, sin embargo mucha gente en el mundo continúa aferrándose a una idea estética desarrollada en Europa y EEUU. A mi modo de ver es un delirio aspiracionista”.

Para Galeano, un buen indicador de esta escena está en su propia ciudad, Bogotá. Allí se ha creado un entorno alternativo e independiente, y “esas 500 personas que semanalmente van a nuestros toques, sets de vinilo o compran nuestros discos han logrado sostener esa escena de forma firme. Igualmente importante es saber que podemos conectar con un público internacional a través de internet, que se materializa en que programadores de festivales en Latinoamérica, Europa y EEUU nos inviten regularmente a sus espacios”.

“Yo soy de Bogotá, capital en la montaña, muy lejos del mar y del calor caribe. No tengo abuelos tamboreros y mi escuela fueron los discos y las fiestas. Los momentos más reveladores los he encontrado principalmente en el golpe de parlantes. Me apasiona la discografía latinoamericana del siglo XX y su adelanto conceptual. Me identifico más como mestizo que como de alguna etnia. Esa experiencia del entorno creo que es la que se refleja en Frente Cumbiero, Ondatrópica y Los Pirañas, mis proyectos”, remata.

En la otra punta tenemos a Bomba Estéreo, recién llegados de los Grammy Latinos en Las Vegas. Allí interpretaron junto a Will Smith una versión de su canción Fiesta, que mezcla cumbia, champeta, los carnavales de Barranquilla y la EDM, si me apuran, sacado de su último disco, Amanecer, su primer trabajo con Sony que ha sido producido por Ricky Reed (Robin Thicke, Pitbull, Jason Derulo). “La escena musical latinoamericana es cada vez más grande y más interesante. Sobre todo más diversa. Esto lo vimos muy claro en los Grammy. Hay de todo y para todos los gustos. Y lo que hace 10 años se denominaba cumbia digital, hoy ha evolucionado a un sonido único y difícil de encasillar, como es nuestro caso. Es simplemente música hecha en Latinoamérica con una identidad muy fuerte y con diferentes influencias que vienen de todo el mundo”, cuenta Simón Mejía, fundador del grupo.

Durante la promoción de su disco anterior en España, Elegancia tropical, el grupo dio un titular muy bueno a la edición española de Rolling Stone: “Se está rompiendo una barrera, ya no hay tanta vergüenza de ser latino”. ¿Ha mejorado algo en 2015? “Latinoamérica siempre dará que hablar por muchas razones. Las políticas, las sociales y las culturales. Somos un continente nuevo con muchas historias y un pasado histórico que nos hace únicos. En Colombia tenemos la gran fortuna de tener un pasado musical muy rico por toda la influencia africana e indígena, sumada a la influencia blanca. Es una cultura híbrida que en sus constantes mezclas ha generado una música única y universal. En Colombia estamos trabajando por la paz, por salir de un conflicto armado de muchos años atrás. Y la cultura está haciendo mucho por esto”.

La importancia de las fiestas

Pero hay vida más allá del folclore digital. La programación en Santiago de Chile incluye la mesa redonda La Montaña del Trueno: Historia de la música electrónica chilena en los 90, que tendrá lugar el próximo sábado 5 de septiembre. “En el contexto de la música como un fenómeno, es habitual reconocer a distintos grupos el sonido asociado a un lugar. En el caso de Brasil existe un documental llamado Tropicalia. En nuestro caso, le llamaremos Trueno al fenómeno sonoro que se escucha particularmente amplificado por la cordillera de los Andes. Pero también Trueno por la intensidad y eco con que se generó este nuevo movimiento”, cuenta Andrés Ureta, de Radio Isla Negra, uno de los participantes en el encuentro.

La escena electrónica chilena de los noventa es “un fenómeno cultural bastante particular, como lo son las montañas en nuestra geografía”, cuenta Andrés Ureta. Y recuerda: “Si bien Chile siempre ha tenido un carácter de isla remota, esta vez la comunicación se había interrumpido. Después de 20 años de limitada actividad cultural dado los acontecimientos políticos, una nueva generación estaba frente a un cierto escenario tipo tábula rasa. Una generación que tenía que devolverle la cultura -y la participación cultural- a Chile”. Chilenos que habían estado fuera del país por razones políticas y otros que no regresaron al país, “nos pusieron al tanto del estado de la cultura en el hemisferio norte y también nos introdujeron a nuevos medios o disciplinas”. Gente como Hugo Chávez -nada que ver con el político-, que tras vivir en Londres durante los ochenta montó a principios de los noventa la disquería Background, como la familia Schopf o Ricardo Villalobos desde Alemania, “quienes rápidamente establecieron vínculos y empezarían a producir un nuevo tipo de eventos culturales masivos asociados a la música, como una rave durante la eclipse en Arica en 1996, lo cual atrajo a figuras claves de la escena mundial”.

“De alguna manera también el fin de siglo creó un ambiente para invitar a las nuevas tecnologías a entrar a nuestras vidas. Lo nuevo era vanguardia, y en Chile, a diferencia de Argentina, la música electrónica desplazaba al rock que hacía parecer todo viejo y repetido”, cuenta Ureta. “Entonces toda una generación a cargo de la música contemporánea electrónica empezó a fabricar un producto chileno de exportación”.

Desde Rio de Janeiro, los productores cariocas Daniel Limaverde y Manara analizaron la semana pasada las nuevas Tendencias de producción. Manara también es DJ y cofundador de Domina, que funciona como sello y organizando fiestas, y que junto al colectivo 40% Foda/Maneirissimo de Guerrinha, forman parte de la escena electrónica de Río de Janeiro. Una escena, reconoce, “en la que la música es solo una consecuencia de nuestros encuentros, y es ella la que la mayoría de las veces nos conecta y conecta nuestras ideologías”.

Para Manara, el músico siempre trata de complementar su propio lenguaje con otros lenguajes y la tecnología juega un papel fundamental. Su meta como productor es dotar a la música electrónica de la “naturaleza” de las grabaciones acústicas para “crear la sensación de profundidad que escuchamos en discos de jazz, por ejemplo”. Para él, “es importante entender que las tecnologías fundamentales para la grabación y producción de música siempre estuvieron ahí, pero la tendencia actual empuja a conversores y sintetizadores con circuitos cada vez más pequeños, portátiles y baratos”. Son los que hacen los cálculos para recrear el sonido analógico en el mundo digital. Manara lanzó hace unos meses el muy interesante LP Ihnteractions (2014), donde juega con el concepto de error tecnológico, al que volveremos más adelante, y con la certeza de que cuando se trabaja con máquinas “siempre hay algún elemento que termina entorpeciendo la interacción”.

Obsolescencia y caducidad en tiempos del siglo XXI

Desde Chile a Brasil, la cultura maker está omnipresente en esta edición del Sónar, un movimiento que comparte ideas con el reciclaje, el hacktivismo y el espíritu DIY y con con una veta “política y educacional muy importantes”, según Heloísa Neves, que trabaja por su uso y popularización en Brasil desde 2012. Para ella, “el movimiento maker es un cruce entre el concepto hands-on y la colaboración abierta. El DIY y el hacktivismo son parientes y se mezclan un poco con el movimiento maker: todos son orientados por personas que quieren producir objetos y hackear sistemas. La diferencia es que nosotros hacemos todo eso juntos, en red, de forma global, un individuo aprendiendo de todo”.

“Me gusta pensar que el movimiento maker presenta nuevas formas de consumo y de actuar, y que eso puede servir como modelo para que las instituciones se repiensen a sí mismas. No creo que debamos buscar una revolución maker que choque de frente con otros players, como la industria o el gobierno. Creo que debemos pensar juntos cómo hacer una revolución que privilegie a todos y basada en una preocupación por el planeta y su ecosistema. El consumo consciente, el reciclaje o la reutilización serán una consecuencia de ello”.

Consumo en una época marcada por la caducidad y la obsolescencia. Son los temas alrededor de los cuales giran los proyectos artísticos Los gigantes, de Alfio Demestre y Mariano Giraud, y 6c 61 73 20 72 75 69 6e 61 73 de Florencia Viadana, ambos en el Sónar Buenos Aires. Los primeros proponen una cabeza gigantesca que devora construcciones creadas por una impresora 3D, zampándose “ciudades, estructuras obsoletas creadas, arquitecturas antiguas, sistemas de creencias sin sentido. Devora caducidad y vomita naturaleza geométrica, básica, formas despojadas del elemento humano”. Sus creadores partieron de “imaginar el comienzo de la muerte de las industrias como las conocemos, ofreciendo a cualquiera que tuviese mediano interés, la posibilidad de fabricar sus propios objetos libres de patentes, marcas, malas calidades, obsolescencias programadas y todos otros engaños de los fabricantes masivos de objetos que sin ningún tipo de escrúpulos van bajando la calidad de casi todo lo que nos rodea”, cuentan a eldiario.es.

Por su lado, Florencia Viadana propone contemplar “la belleza de las ruinas digitales” y cuestionar “la búsqueda constante del perfeccionamiento tecnológico” a partir de la imperfección y el error. “La idea justamente era, entre otras cosas, hablar de que puedes adquirir por un precio económico algo superior tecnológicamente (a lo que ya tenías), pero que es obsoleto a corto plazo. Entonces ahí la belleza muere, todo es reemplazable y de poco valor emocional. Lo que me llegó de toda esta movida del glitch art y demás es que se juega con esas ruinas no valoradas, con lo descartable, y se genera algo nuevo, mucho más interesante y atractivo. Es como combatir el desamparo que genera que todo sea cada vez más perecedero. Crear de las ruinas, una especie de resurgimiento donde no había esperanza”, cuenta la artista.

Aunque si hay un proyecto que resume el diálogo arte-tecnología que propone este Sónar, ese es Sonidos de ALMA, en Santiago de Chile. Como explica a eldiario.es el astrónomo Antonio Hales, se trata de una invitación a que músicos y artistas participen en un proceso de creación musical basada en datos astronómicos obtenidos con el Observatorio ALMA, en el desierto de Atacama. “Los sonidos corresponden a una sonorización de espectros astronómicos captados por ALMA en dirección de la nebulosa de Orión”, cuenta Hales, que junto a Ricardo Finger se ha encargado de cortar y editar las muestras hasta crear un amplísimo banco de sonidos de unos 1.500 elementos, que es lo que se pondrá a disposición de 10 creadores. Para el festival, se creará una instalación sonora, a partir de un cubo oscuro con imágenes.

“En lo que es nuestro quehacer como astrónomos, es interesante salir un poco de la rigidez de lo absoluto que busca la ciencia, que busca una sola respuesta posible, y jugar con distintas posibilidades, como crear sonidos a partir de algo que no es sonido”, cuenta Hales. En el futuro, plantean abrir el banco de sonido en internet a cualquier creador y “ver qué pasa cuando se abre esta caja de Pandora, que no es otra que esta interacción ciencia, arte y creatividad”

Será el broche del desembarco del festival en el continente, que primero pasa por São Paulo (24-28 Noviembre), Buenos Aires (28, 29 Noviembre y 3 Diciembre) y Santiago de Chile (5 Diciembre).

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