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El 'lobby' del ocio nocturno se moviliza contra Carmena

El dueño de Joy Eslava niega su venta y reafirma "su proyecto sólido y de futuro"

Paula Corroto

“La Joy Eslava no se cierra. Así de contundente respondía ayer a eldiario.es Vicente Pizcueta, director de comunicación de Noche Madrid (Asociación de Empresarios de Ocio Nocturno de la Comunidad de Madrid ), a la noticia sobre el posible cierre de la discoteca madrileña para venderla a una empresa del sector textil. ”No he hablado con don Pedro [Trapote, dueño del local], pero sí con la dirección y su familia y no se va a cerrar“, garantizaba. Ahora bien, también desvelaba una conversación que, a priori, traslucía cierto hartazgo del empresario. ”Sí, ha habido una conversación en la que [Pedro Trapote] ha podido mostrar su agotamiento por los problemas que hay en Madrid desde hace años. Está todo cada vez más complicado“. ¿Algo así como si no cambian las cosas, lo vendo? ”Digamos que ha podido decir que está hasta las narices“, ratificaba.

Por supuesto, estas palabras hay que ponerlas en su contexto. La Joy Eslava es una discoteca que abrió la noche del 24 de febrero de 1981, justo un día después del Golpe de Estado. Y pronto se convirtió en un local mítico de la noche madrileña. Centro del pijerío, de la jet set, del famoseo y el petardeo. Y se facturaba a espuertas. Trapote era uno de los dioses de la noche madrileña, dueño también del espacio que ocupaba la famosísima Pachá en la calle Barceló.

En 2007, el promotor musical Miki Camacho le convenció para convertir la discoteca en sala de conciertos. La Joy tenía esa licencia y la explotó en una época todavía dulce en la que se podían generar hasta 10.000- 15.000 euros por conciertos. Ahora, cuando se cumple su 35 aniversario, la cifra no llega ni a la mitad, según se comenta en la propia sala, por lo que a más de uno cercano a Trapote no le haya extrañado su posible venta. “Es verdad que está hasta los huevos y que ahora es un buen momento para vender”, confesaba a este diario un amigo suyo.

Criterios de seguridad vs urbanos

Sin embargo, desde las asociaciones del ocio nocturno y las salas de concierto madrileña han querido ver este “cansancio” del empresario como una reivindicación de los problemas que, según ellos, atraviesa la noche de la capital desde hace varios años. Para empezar, desde la tragedia del Madrid Arena en la noche del 31 de octubre de 2012 cuando murieron cinco jóvenes por un exceso en la venta de las entradas. “Desde entonces se señaló a los empresarios con los problemas de seguridad que existían en Madrid cuando en la ciudad hacía más de veinte años que no teníamos ningún problema de seguridad. Hubo multas e inspecciones continuas. Por fortuna, esto ha quedado desmentido, pero todavía tenemos un gran problema con los aforos”, señala Pizcueta.

Este “problema con los aforos” tiene que ver con que hay determinados locales cuyo aforo viene establecido, no por criterios de seguridad, sino urbanísticos, ya que no entran dentro del Catálogo Técnico de Edificación, aprobado en febrero de 2014, que sí cambió los criterios de regulación. “Todo esto ha conllevado amenazas, expedientes sancionadores... Y si lo juntas con el famoso IVA cultural, que ha sido una ruina, ha generado un momento de mucha tensión en el sector”, insistía Pizcueta. Eso sí, la Joy no tiene ninguna sanción ni se le ha abierto ningún expediente por parte del ayuntamiento ni de la comunidad de Madrid. “No, no es el caso de la Joy y no tiene nada que ver, pero sí les está pasando a otros muchos locales”, confiesa el portavoz.

Cierre del Bodevil por exceso de aforo

Y, sin embargo, aunque la Joy está limpia, a esta reivindicación se suma Javier Olmedo, presidente de la asociación de las salas de conciertos de Madrid, La Noche en Vivo. “Lo que queremos es que los criterios sean por razones de seguridad porque se está produciendo mucho agobio en el sector por evitar las sanciones, que ya están siendo de cientos de miles de euros, y no solo para las salas de concierto, sino para cualquier local”, señala. Como ejemplo, Pizcueta y Olmedo recuerdan el cierre el pasado 5 de febrero del Teatro Bodevil situado en la calle general Ordaz, después de cuatro sanciones por sobreaforo impuestas entre mayo y julio de 2014, cuando gobernaba el PP y cuando era una sala de fiestas. Las sanciones alcanzaron los 36.000 euros. “Es una medida muy urgente”, añade Olmedo.

La cuestión es que si es una normativa desde hace años, ¿no hubo reclamaciones al equipo de Gobierno de Ana Botella? “Sí, sí, esto lo hablamos también con el anterior Gobierno. Incluso se propuso un nuevo plan urbanístico que ni siquiera llegó, y lo único que pedimos es una modificación”, explica Olmedo. “Lo que no puede ser es que un local de la periferia tenga aforo para 300 personas y si está en la almendra central, aunque tenga las mismas características, solo sea para 49 personas. Sabemos que después de más de veinte años no es fácil cambiar el modelo de Madrid pero si hay un nuevo equipo con un nuevo estilo, se tiene que ver ya”, añade Pizcueta.

Precisamente, desde el el área de Desarrollo Urbano Sostenible del Ayuntamiento de Madrid, que es la encargada de esta cuestión, ratifican a eldiario.es que sí se están produciendo reuniones: “Efectivamente se está hablando porque hay que racionalizar las cuestiones protocolarias de evacuación. No es lo mismo dar un concierto para chavales jóvenes que una obra de teatro. Ahora la ley iguala todo. Eso sí, entendemos que cuando se habla de más seguridad parece que son, a priori, más trabas para ellos, pero lo que está claro es que aquí no va a volver a haber un Madrid Arena”. Con respecto al cierre del teatro Bodevil, desde el consistorio se asegura que los informes para su cierre eran correctos y que a la sala se les hicieron los requerimientos oportunos.

Los jóvenes ya no son tan jóvenes

Sin embargo, más allá del “hartazgo” expresado, el dueño de la Joy Eslava sí pretende mostrar que el ocio nocturno ha cambiado en Madrid. Por eso, la próxima semana presentará Escenario Joy, una especie de contenedor en el que también tendrán cabida las artes escénicas y todo tipo de actos culturales. Una discoteca reconvertida así en sala de conciertos, teatro y casi recinto gourmet.

“De lo que se trata es de diversificar. La media de edad de los locales está aumentando por una cuestión demográfica. Ese concepto de ocio vinculado a espectáculo… Hay que recuperar la tematización de los locales, las fiestas, los disc jockeys, conciertos, artes escénicas, su fusión con la gastronomía”, sostiene Pizcueta. De hecho, es lo que ya está ocurriendo con otros locales emblemáticos del ocio madrileño convertidos ahora en mercados de moda.

Y si no funciona, es cierto que siempre quedará la tienda de ropa. “A ver, muchas salas dependen de un contrato de alquiler y si a los propietarios de pronto les ofrecen cuatro veces el alquiler que paga la sala por hacer conciertos, pues venden. Es lo que pasó con la polémica del Café Central”, indica por su parte Armando Ruah, de la Asociación Estatal de Salas de Conciertos.

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