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Ruido y silencio

De Rosendo a Rosendo

El músico Rosendo Mercado, en una imagen de archivo.
28 de agosto de 2020 22:12 h

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La mayoría de los documentales de música se hacen sobre el mismo patrón del muermo, es decir, se cogen imágenes de archivo, se saltean con testimonios de mucho peloteo, y listo. De esta manera, más que documentales acerca de un músico, son homenajes póstumos donde los invitados se lucen contando su relación con el protagonista del documental. No sé si me explico, pero huelen a cadáver.

Con todo, siempre hay excepciones. El documental de Antonio Vega que realizó Paloma Concejero es una de esas excepciones. Otra singularidad es el documental titulado De Rosendo a Rosendo, un trabajo curioso que viene firmado por César Espada, donde se nos cuenta la historia del misionero gallego Rosendo Salvado, monje benedictino que en 1846, llevado por el mito del buen salvaje, aparece por Australia para levantar el monasterio de Nueva Nursia, un lugar abierto al contacto con los aborígenes de la zona con los que se relacionará amablemente, ofreciendo un intercambio cultural atípico para la época colonialista.

Porque Rosendo Salvado fue un monje raro; aventurero y músico a la par que siempre anduvo a la conquista de la lejanía. Una fuerza de voluntad en estado puro hizo que llegara hasta Australia, donde estudió los folclores musicales de la población indígena. En el documental podemos ver a uno de los monjes, Robert Nixon, interpretando al piano la pieza titulada Macuelo, una composición original indígena con ritmo marcado, música 'de cocina' que soporta una línea melódica muy rica en matices. De no haber sido por Rosendo Salvado, dicha pieza no se conocería en nuestra cultura, ya que fue el mismo Rosendo Salvado quien la transcribió al sistema de notación occidental junto a otras piezas de música aborigen.

El documental arranca con la imagen de otro Rosendo, nuestro Rosendo Mercado, que toca la guitarra eléctrica ante la tumba de su tocayo y canta un fragmento de la canción A la sombra de una mentira. A partir de aquí, se van estableciendo relaciones entre los dos Rosendos cuyos nexos en común son la honestidad y la música. Se trata de un trabajo excepcional, uno de esos documentales que te absorben y, por momentos, emocionan, sobre todo cuando ves a Rosendo en Australia alucinar con la versión del Maneras de vivir, el famoso tema leñero interpretado por un joven grupo de rock australiano. Hay un momento en el que Rosendo Mercado se pone las gafas de sol.

Cuando a finales de los años 70 Rosendo Mercado montó el grupo Leño, no se atrevía a soñar que algún día su música sonaría en las antípodas, interpretada por unos guiris armados de guitarras y mucho sentimiento. Es más, cuando Rosendo Mercado decidió disolver el grupo Leño, a principios de los años 80, no pensó que su música llegaría tan lejos. Hay que recordar que tomó una decisión difícil, ya que el grupo estaba en lo más alto de su carrera, llenándole estadios a Miguel Ríos.

Empezar de cero otra vez, como tantas veces empezó de cero su tocayo Rosendo Salvado, solo era posible haciendo inmortal al grupo Leño, y la única manera de conseguirlo fue acabando con el grupo. De la misma manera, para ser inmortal, incluso después de muerto, Rosendo ha decidido retirarse de los escenarios, muy al contrario de lo que hacen otros que siguen con los bolos para dar una mezcla de pena y asco; la única forma que parece que tienen los muy capullos de sentirse vivos. Pero no quiero despistarme.

Tan solo llegué hasta aquí para recomendar que vean un documental de los buenos, un trabajo que nos da a conocer la historia de un misionero peleón y rompemundos; un tipo auténtico que, lejos del eurocentrismo reinante, protegió y transmitió otra cultura muy diferente a la suya. Un ejemplo de vida y todo un ejemplo de documental.

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