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Marruecos desmantela el mayor campamento de migrantes que intentaban llegar a España

Sonia Moreno

Rabat (Marruecos) —

“No sé que más hacer, no tenemos nada. Nos llevaron a otras ciudades, perdimos nuestros bienes, todo el material fue destruido: la ropa, el gas, los alimentos…”. Es lo que describre por teléfono a eldiario.es, con voz cansada y triste, el jefe de la comunidad de Malí del campamento de Fez, que prefiere permanecer en el anonimato y no decir su nombre.

Dos mil migrantes subsaharianos se han quedado sin nada en Marruecos: comida, vestimenta, enseres personales y un lugar donde dormir. “No nos avisaron, y a las dos de la madrugada -del sábado al domingo- entró la policía en el campamento. No se veía bien, algunos compañeros fueron heridos y otros conseguimos escondernos”, cuenta aceleradamente por teléfono a este medio Abou, uno de los migrantes guineanos que también vivió el desmantelamiento definitivo del campamento.

Se trata del emplazamiento más grande de migrantes subsaharianos, donde generalmente esperan el momento para intentar alcanzar la Unión Europea. El empeño de Marruecos por alejar a estas personas de la frontera española los llevó en 2015 a la ciudad de Fez, a 300 kilómetros de Fnideq, junto a Ceuta, la entrada más cercana a Europa.

“Han sido violentos, han roto muchas cosas, han herido a la gente... A unos se los llevaron, otros se fueron en malas condiciones, no sabemos nada de ellos, si están bien o si han muerto. Hemos sido maltratados”, denuncian otros dos testigos por el altavoz del teléfono móvil.

Abou tiene 35 años y vive en Marruecos desde 2014. Consiguió llegar a Meknes, localidad de la misma región, con la idea de que sus compañeros le ayudarían. Pero se encontró con que ese asentamiento de un centenar de personas también había desaparecido. Veinticuatro horas más tarde seguía sin comer ni dormir, buscando la manera de viajar a Tánger, donde se concentran los dos barrios más poblados de migrantes de Marruecos, Boukhalef y Mesnana, o Nador “para atravesar la frontera”.

“Solo tengo lo puesto”, explica haciendo referencia a la ropa que viste. A pesar del cansancio, se siente afortunado porque huyó de la Gendarmería marroquí. No corrieron la misma suerte sus compañeros. La mayoría fueron arrestados y conducidos en autobuses a cuatro ciudades del sur del país: Marrakech, Beni-Mellal, Agadir y Essauira. “No les han dado nada de comer, ni siquiera agua para beber. A algunos les han quitado los móviles y el dinero”, denuncia Abou.

“Quieren morir”, relataba a este medio el responsable de la comunidad de Malí en el Campamento de Fez. Asustado, explica, “rompieron las ventanillas y saltaron fuera con el autocar en marcha. Hubo varios heridos”. Tres personas ingresaron en estado grave en el hospital de Marrakech, aunque una ya ha recibido el alta.

Este maliense veterano llevaba varios días llamando a periodistas, abogados y activistas para advertirles de que “no se estaba llegando a un acuerdo con las autoridades y nos van a echar de Fez”.

Los jefes de las distintas comunidades que vivían en este campamento se venían reuniendo con las autoridades locales y los abogados de las asociaciones de derechos humanos desde octubre de 2017, fecha en la que recibieron el aviso oficial de que estaban “ocupando ilegalmente un terreno de la ONCF”.

Desde el Gobierno alegan que notificaron con una decisión judicial a los migrantes involucrados la decisión de evacuar el campamento, pero que se pospuso por las malas temperaturas del invierno. “Les dimos todos los papeles para la regularización durante las negociaciones, pero eran falsas promesas”, lamenta el líder de los malienses.

Durante la evacuación, la mañana del domingo, estalló un incendio sin víctimas controlado por Protección Civil. No hubo víctimas, pero 50 casetas de plástico y cartón desaparecieron entre las llamas. “Explosionaron siete cilindros de gas que usaban para cocinar”, según informaron las autoridades locales del distrito de Fez-Meknes.

“Hay un poco de frustración después de tanto tiempo, hay personas que llevan ocho años. Las autoridades de Fez no nos han tratado como humanos. No nos han informado de la intervención, han venido sin avisar, han bloqueado la carretera, han cerrado el pasaje, han entrado pegando a la gente. De repente, todos empezaron a correr, las personas heridas, la explosión… Algunos amigos huyeron a la estación de tren, pero no les vendieron los billetes para irse a otra ciudad”, detalla el maliense.

El asentamiento de Fez, parada básica antes de Ceuta

El asentamiento de Fez era una parada básica para reposar y vivir hasta que se organizaba el siguiente intento de salto a la valla. Llevaba más de ocho años en pie y acogía a alrededor de dos mil personas. “Les hemos pedido que nos den otro lugar donde instalarnos, pero se negaron”, explica el joven maliense.

Allí todo estaba muy organizado. Al entrar a mano derecha, la primera chabola era el restaurante o la cocina, donde Raquel preparaba el arroz, alimento básico, para sus hermanos. También había mujeres y niños en el desalojo, aunque la mayoría eran hombres, distribuidos por países.

El domingo, pocas horas después de la intervención policial, solo quedaban algunas bolsas de basura y una grúa que ya ha comenzado a trabajar en el recinto. Al día siguiente, las autoridades ya habían colocado unas vallas que cierran el recinto, con vigilantes de la calle vestidos con chalecos amarillos y perros.

El mismo día, otro incendio devastó el campamento de migrantes cercano a la estación de autobuses de Ouled Ziane en Casablanca. Se desconoce el origen del fuego que ha quemado las tiendas de campaña que los migrantes habían adquirido con su propio dinero a finales de 2017, cuando las autoridades les dejaron encerrados en el recinto. El fuego fue extinguido por los bomberos y los subsaharianos se han instalado a unos metros de los contenedores de basura. Los incidentes en este asentamiento se suelen desatar a menudo con los vecinos marroquíes de este barrio popular.

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