La caída de donaciones por el coronavirus asfixia a pequeñas ONG españolas de cooperación: “El impacto es devastador”
Tienen más trabajo que nunca, aseguran, pero la COVID-19 ha menguado su capacidad de reacción. Las pequeñas y medianas ONG de España están sufriendo el impacto económico de la pandemia, debido al cese de los eventos de captación de fondos y la caída de sus donaciones. “El impacto está siendo devastador”, han alertado varias organizaciones, que han frenado proyectos en el terreno o se han adaptado a las nuevas necesidades ligadas a la crisis en los países donde trabajan, con poco margen de maniobra debido a la disminución de sus recursos.
Tras meses de reestructuración de sus programas, recortes de personal y tratar de encajar las piezas para continuar prestando a apoyo a sus beneficiarios, las organizaciones Kubuka (Kenia y Zambia), Asociación Mil Colinas (Ruanda), Denaderu (Etiopía), Escuela Sansana (Burkina Faso), Inakuwa Asociación (Tanzania), y Meraki Bay (Sudáfrica) han alzado la voz para alertar de la grave bajada de su capacidad para mantener sus proyectos en el terreno.
Como ya advirtió Oxfam Internacional, que anunció en mayo su salida de 18 países y el despido de más de mil trabajadores en todo el mundo, la paralización de eventos de captación de fondos se ha traducido en un fuerte golpe para sus ingresos, lo que forzó a la organización a impulsar un plan de reestructuración que había empezado a gestarse en 2015. Para las pequeñas y medianas ONG, sin el margen de maniobra de grandes organizaciones, los actos de recaudación y las donaciones de empresas privadas también suponen “una importante fuente de ingresos” para sus presupuestos, que se ha visto afectada por la pandemia.
“Muchas entidades pequeñas no cuentan con un ”colchón“ económico que garantice que puedan superar esta crisis”, advierten las organizaciones. No obstante, según detallan, los ingresos que provienen de los socios suelen mantenerse, su fidelidad continúa salvo casos puntuales, pero la base social suele ser bastante más pequeña que en las grandes ONG y dependen de las donaciones particulares y eventos de recaudación de fondos.
En Kubuka, una pequeña ONG con presencia en Kenia y Zambia, que no recibe fondos de la Cooperación Española, aseguran haber tenido una caída del 85% de las donaciones de particulares y empresas, una de sus principales fuentes de ingresos. “Con el estado de alarma, cortamos todas las visitas a terreno y trajimos de vuelta a todo el personal expatriado”, detalla Nacho Sanz, presidente de la organización. El personal de España se acogió a un ERTE en el mes de abril.
Sus principales proyectos en Kenia y Zambia están centrados en el ámbito educativo. Con el cierre de colegios, la organización ha decidido mantener el salario de todos los trabajadores locales (41 en Kenia y 61 en Zambia). “Lo hemos conservado, sino no iban a poder cumplir el confinamiento. En una economía de subsistencia, si dejan de recibir el salario, iban a tener que obtenerlo de otra manera. Iban a tener que salir a la calle”, sostiene Sanz. “Era lo que teníamos que hacer”.
En Kenia, con 11.673 contagiados y 217 fallecidos, los colegios permanecerán cerrados hasta 2021. “Todos los chavales van a repetir curso. Todo esto les pilló con dos meses de clases, porque empiezan en enero, pero el país no está preparado para hacer una educación on line”, sostiene el presidente de la ONG. El cierre de las escuelas vinculado a la pandemia, además de afectar a la educación y el desarrollo de los niños y niñas, acaba impactando también en los ingresos de esta organización, que cobraba una pequeña tasa escolar en los colegios que gestionan con la finalidad de mantener sus programas, afirman.
La pequeña Asociación Mil Colinas acumulaba seis años de ahorros para construir un centro educativo, social y cultural en Rukala (Ruanda). Este sería el año en el que, con las previsiones de donaciones, podrían empezar a construirlo. La pandemia truncó sus planes. La organización también depende de eventos de captación de socios, cuentacuentos o la venta de artesanías ruandesas, paralizados desde marzo. Ruanda ha registrado desde el inicio de la crisis 1.403 infectados y cuatro fallecidos.
“Ahora todo está en el aire. Nos da miedo que aumente el coste de los materiales debido a las restricciones del transporte; y si se pasan los plazos podríamos perder los permisos para construir... ”, explica María Fernández, de la Asociación Mil Colinas. Estamos a la espera de conseguir el presupuesto y construir“, añade la activista de la organización, que ha lanzado un crowdfunding como alternativa de obtención de fondos. El colectivo, especializado en educación, se ha visto forzado a reorientar su proyecto de becas de estudios en el país debido al cierre de centros educativos. ”En Rukala, viven de la agricultura de subsistencia y de la economía popular en los mercados: pero ahora, con la pandemia, no pueden vender“, sostiene. ”Desde marzo a septiembre, una parte de las becas las hemos dedicado al tema de apoyo a las familias, en cosas tan elementales como jabón, cuando no nos dedicábamos a eso“.
Desde la ONG temen que las donaciones no remonten en los próximos meses y tengan que reducir el número de becas. “Estamos a la expectativa de ver qué pasa en los próximos meses. Como la gente no remonte, quizá tengamos que reducir las becas, con lo que eso conlleva”, lamenta Fernández. Por su parte, Inakuwa Asociación, aunque no ha sufrido ERTE porque no tiene personal contratado “el verdadero peligro es que esta situación se alargue y con ella, la falta de financiación”, dice María Caso, su presidenta. “Dada la situación en España, lo esperable es que las empresas, socios y entidades públicas aporten sus recursos a colectivos y proyectos de ejecución en España, lo cual es entendible y necesario, pero esta situación podría ser devastadora para las entidades sin ánimo de lucro que trabajan en otros países de las que dependen tantas familias”, teme Caso.
“La situación en España ha sido terrible, nos acercamos a una nueva realidad en la que la sociedad en su conjunto va a ser diferente, cambiaremos hábitos de consumo y maneras de relacionarnos, pero mientras tanto no podemos olvidarnos de nuestro continente vecino. Allí la situación ya era grave incluso antes de que apareciese esta pandemia, es clave que se mantenga el apoyo a las organizaciones que desarrollamos proyectos en África”, concluye Sanz.
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