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Escapar de la Franja de Gaza

Unos soldados hacen guardia delante de unas casas destruídas por las fuerzas de seguridad egipcias cerca de la franja de Gaza en Rafah/ Efe

Isabel Pérez

Gaza —

Los jóvenes en la Franja de Gaza viven rodeados de una total ausencia de visión de futuro y de escasez de oportunidades. La frustración es tan alta que les lleva a tomar decisiones en las que podrían incluso perder la vida. Como la que tomó hace unos meses Mohamed, un palestino de 23 años que un día vendió su ordenador, su dormitorio y su móvil para pagar 1.300 dólares a un grupo organizado que facilita la inmigración irregular en Gaza que organiza salidas a Egipto por túneles y, desde Alejandría, embarcaciones clandestinas a Italia.

“Muchos en mi barrio habían logrado llegar así a Europa y ahora viven en Bélgica o en Suecia. Así que, siete días después de finalizar la guerra, me despedí de mi familia y me fui a Rafah. Allí nos metimos en un túnel junto a unos guías. Caminamos y gateamos al menos media hora”, explica Mohamed.

Al salir del túnel, en territorio egipcio, los soldados comenzaron a dispararles. Mohamed fue el único del grupo que logró escapar y continuar hasta Alejandría. “Al llegar, los guías de ahí me metieron en un apartamento con más gente. Les pagué el resto del dinero, 2.000 dólares, que me dio mi madre”.

Sin apenas dormir, les llevaron a la playa y les dijeron que nadaran diez minutos hasta encontrar una lancha. “En el grupo había una mujer embarazada con su marido y sus dos hijos. Nadamos. La mujer comenzó a tener muchos dolores cuando ya llegábamos a la lancha. Había una mujer siria que gritaba: ¿Dónde está mi hijo? El conductor de la lancha le dijo: Olvídate de tu hijo. Y la tiró dentro de la lancha”.

La lancha les transportó hasta una barca mayor que debía llevarles a otra embarcación que esperaba en aguas internacionales. “Pero apareció la marina egipcia. El conductor hizo un agujero en la barca, pero de manera que no se hundiera inmediatamente. Los egipcios ataron la barca a la suya para remolcarnos, pero nos hundíamos cada vez más. La gente saltaba e intentaba escapar nadando. Los egipcios recogieron a las mujeres y los niños, pero algunos ya habían desaparecido”.

Mohamed nadó junto a otros jóvenes durante tres horas hasta la costa. Fueron detenidos y pasó 18 días en la cárcel. Ahí se enteró de que 40 de las 150 personas que estaban en la lancha habían muerto en el mar. Los egipcios lo transfirieron a Gaza donde estuvo bajo interrogatorios y detenido un día y medio.

Los jóvenes ven en los medios de comunicación o en las redes sociales cómo en otros países podría estar la salvación a sus problemas. Refugiados o religiosos, estudiantes, inmigrantes irregulares... el deseo de salir bajo cualquier condición ha aumentado después de la última ofensiva israelí. Según Arafat Heles, sociólogo palestino basado en Gaza, todos están bajo el efecto de una “falsa consciencia”.

“Piensan que sus sueños se harán realidad en Europa, pero allí les piden una buena formación académica, capacidades, dinero, casa, y algunos incluso caen víctimas de explotadores. Toda la sociedad de la Franja de Gaza está siendo víctima de las polarizaciones políticas, de las continuas crisis y la presión del bloqueo israelí. Las familias sufren una situación económica degradante. Los hijos se quejan porque las oportunidades no son provistas por los padres. La frustración ha llegado a niveles muy altos”.

Suicidio o salvación

La familia El-Gadi está todavía en un hospital de Rafah esperando a que su hijo de 17 años salga de la peligrosa situación clínica en la que se encuentra. Hace cinco días fue, junto a dos amigos, hasta la línea verde. Su intención era cruzar la frontera de facto y entrar en Israel para buscar trabajo. Una práctica común entre los jóvenes, cuyas probabilidades de éxito son casi nulas debido a la alta presencia militar israelí.

“Los israelíes les descubrieron y les ordenaron que se detuvieran – relata la madre-. Ellos se echaron a correr, pero los israelíes lograron detener a sus amigos. A mi hijo le dispararon. La bala entró por el hombro y le salió por encima del corazón”.

Al oír los disparos, los vecinos salieron a ver qué sucedía y vieron al joven correr mientras se desangraba, hasta que cayó al suelo inconsciente.

“Él simplemente no tiene tiempo para soñar sobre el futuro, solo trabaja, de cualquier cosa. Tengo otros hijos pero él es el único que trabaja y mi marido está enfermo de cáncer —explica la madre—. Incluso durante la guerra estaba trabajando recogiendo placas metálicas para luego venderlas”.

Estudiantes sin carrera

Amjad, una palestina gazatí de 23 años, acaba de dejar un trabajo de secretaria en el que no le pagaban. Habla inglés y francés, una joven intelectualmente activa que ha visitado Italia y España, pero con un futuro tan ambiguo como el de cualquier palestino de la Franja.

“Planear mi futuro y alcanzar mis planes no es fácil. Hay demasiados factores externos que controlan mi vida —cuenta Amjad—. Desearía tener un trabajo a través del cual pudiera ganarme la vida y servir a la comunidad al mismo tiempo. Quiero crear una familia un día, pero antes me gustaría completar mis estudios en el extranjero”.

Amjad ha visto a muchas de sus amistades partir de la Franja y nunca volver. “Yo solo quiero tener la oportunidad de viajar, no quiero dejar la Franja permanentemente, quiero vivir aquí, tener a mis hijos aquí y que sean palestinos y que vivan en Palestina”.

El paso de Rafah, única vía de salida no controlada por Israel, es la única forma con la que los palestinos cuentan para poder inmigrar de forma legal de la comúnmente llamada “mayor cárcel al aire libre del mundo”, la Franja de Gaza. El paso ha estado cerrado un mes completo. El 26 y 27 de noviembre, los egipcios lo abrieron solo para dejar entrar a Gaza a palestinos varados en Egipto, pero nadie pudo salir de la Franja, donde 6.000 casos humanitarios y 30.000 viajeros siguen esperando su turno de salida.

Raed, por su parte, logró salir de Gaza hace más de un año. Este joven palestino, padre y licenciado en Lengua Inglesa está en Malasia, donde estudia un Máster en Relaciones Internacionales. Raed no logró sacar a su familia de Gaza durante la guerra, tampoco después.

“Mi vida es triste porque tuve que dejar a mi familia, mis padres y, sobre todo, a mi mujer y mi hijo en Gaza. Vine a Malasia, tras pasar muchas dificultades, para estudiar de forma más económica y encontrar un trabajo fuera. Solo volveré a Gaza cuando vea que se encuentra en mejor situación y brille de nuevo. A los jóvenes de Gaza les diría que salgan solo si tienen sus metas claras, que no salgan de forma loca o de cualquier modo”.

Una generación bloqueada

El doctor Heles señala que en Gaza existe una generación que cada vez se vuelve más introvertida. “Algunos pasan horas largas en el Facebook, otros incluso se autocastigan. Esto es señal de derrota y debilidad. Por las noches, se agrupan y juegan a las cartas o caen en las drogas. Aquí hay un estado psicológico que se construye con nudos. El nudo del futuro, el nudo de la crisis de electricidad, la crisis de agua, los problemas de relaciones interpersonales que ya no son fuertes ni auténticas. Hay personas que, a pesar de tenerlo todo, una gran casa, coche y trabajo, quieren criar a los hijos en otro lugar, quieren inmigrar”.

El caso de la Franja de Gaza es, sin duda, un caso acuciado de crisis de vida digna. La caída en picado de la sociedad palestina y su orden socio-económico comenzó ya en 1948 con la Nakba, la expulsión del pueblo palestino de su tierra. La disipación fue tal que dos tercios de los palestinos ostentan el título de refugiados y viven en diferentes países de Oriente y Occidente. La diáspora palestina todavía perdura. Jóvenes solteros, familias enteras, todos intentan escapar de la Franja de Gaza, aquejada de ocho insufribles años de bloqueo israelí y tres guerras.

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